En las últimas semanas hemos presenciado como la ideología asesina del autodenominado “estado islámico,” ha hecho de nuevo mella en gran parte de la Humanidad, masacrando la vida de niños, mujeres, hombres, ancianos y destrozando familias enteras al otro lado del continente en una guerra sin sentido alimentada por las ansias de control y poder.
En una zona de Europa que para muchos era solo cuestión de tiempo que se convirtiera en el blanco perfecto de Isis, por el sincretismo de culturas que ahí convergen, junto con las incontables vidas también perdidas en Medio Oriente desde hace décadas y a las cuales durante muchos años se les prestó muy poca atención, siendo todas ellas víctimas de una doctrina homicida disfrazada de fe.
Pero, ¿cuál es el papel de la mujer y no estoy hablando solamente en los países Árabes para luchar contra esta masacre humana que empaña al mundo entero? Pues lamentablemente dirían algunos, el de ser víctimas o espectadoras como en otras épocas de la historia, aunque esto no ha sido del todo cierto.
Ya que las mujeres en todo el mundo tenemos la obligación de denunciar y condenar éstos actos de barbarie levantando nuestra voz, haciéndonos escuchar porque al fin y al cabo todas las féminas somos responsables de una u otra forma de ayudar a nuestras congéneres más allá de ese velo que cubre sus rostros pero no empaña su razón.
Y menos su derecho a ser respetadas y consideradas más allá de vientres en pos de una guerra fratricida donde ser mujer es solo sinónimo de gestación y desahogo sexual, sin posibilidades de una educación que las libere de las cadenas de la opresión en una sociedad donde todavía se las mantiene en muchos casos en el oscurantismo absoluto, alimentando una ignorancia que ha sido más que conveniente por siglos, en un mundo parido por mujeres.
Las cuales tenemos la obligación de combatir desde nuestros hogares con la mejor arma que poseemos y esa es la Razón, toda ideología que nos limite nuestras capacidades de desarrollarnos en cualquier campo sin importar si es dentro o fuera de nuestras casas, porque ser mujer no es sinónimo de sumisión y menos frente a doctrinas asesinas que nos convierten en esclavas en pro de una guerra de expansión y poder de unos frente a otros.
Donde los niños y las niñas son supuestamente educados bajo una seudo-fe basada en la imposición de una creencia sobre otra y en la cual toda mujer está sometida a los más degradantes e impensables abusos, ya que es considerada un animal de procreación sin derechos pero con muchos deberes, supeditados a la figura de un “hombre” que no la considera y menos recuerda que es su abuela, madre, hermana e hija.
Siendo solo vistas como parte de un plan superior en donde su labor es solo servir y nada más que servir a otros, hasta su propia vida… y donde si tú no alzas la voz y yo la mía, no podremos hacer eco porque el futuro que les estamos heredando a nuestras hijas, será solo el de ser consideradas vientres pero no dadores de vida, sino en todo caso de muerte… (Especial para Diario Judío.com de México)
San José de Costa Rica.
29 03 2016
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