La pregunta del millón es por qué los palestinos de Ramallah, sede del gobierno de la Autoridad Nacional Palestina, fuera de las protestas habituales, no hacen nada por dar una mano a Hamás en Gaza en un momento tan crucial como éste. Se trata, sin duda, de una cautela estudiada, semejante-por el momento-a la que observa Hezbollah en el Líbano. El avispero sirio, la debilidad de esa nación desgarrada por una guerra civil, amén de la fragilidad económica egipcia, impiden al mundo árabe lanzarse ahora a una aventura bélica con Israel. Tampoco vemos, en Occidente, las grandes manifestaciones de otros años en apoyo de los palestinos. Hamás ha cansado al personal con su retórica fundamentalista, pero sobre todo ha cometido un error garrafal al creer que sería la punta de lanza de un combate árabe sangriento contra el estado judío. Ni Jordania, sumida en sus propios problemas, ni el Líbano con los suyos, ni la ya citada siria ni por supuesto Irán, que habla en voz baja, van a prestarle demasiada ayuda a Hamás. En estos momentos los dirigentes de la Franja deben de estar discutiendo acerca del error cometido y también deben olerse una paliza fenomenal de la que sacarán poco rédito.
Por otra parte, y si fuera posible, Israel debe evitar entrar en Gaza mientras simultáneamente intenta acabar con los arsenales ocultos de los palestinos. Un país vulnerable a los cohetes de largo alcance envalentonaría a aquellos que todavía creen que el estado judío puede ser vencido y erradicado de la región, y cada día que pase el combate y la defensa contra la agresividad de nuestros enemigos serán más difíciles. De modo que es ahora o nunca. Desaparece Hamás o da fin a su retórica de muerte y desprecio para siempre. Considerando el tema desde el punto de vista político, el ala derechista de la política israelí será la beneficiada por esta mini guerra, desde el punto de vista humano y una vez más, ambos contendientes resultan perdedores. Estamos ante una sangría inacabable y dolorosa que nos afecta a todos; en el fondo es siempre la misma guerra, causada por la no aceptación de Israel en la zona, rechazo que radica en la ignorancia musulmana que desconoce los lazos del pueblo judío con su tierra. Cabe preguntarse cómo el Islam se permite ignorar un hecho tan obvio y por qué sigue alimentado odio y desprecio dentro de sus fronteras y más allá de ellas.
La respuesta es muy simple: con o sin primavera árabe, no dejan de mirarse el ombligo, creen que Mahoma, que vivió en el siglo VII, tiene todas las soluciones a sus problemas del siglo XXI. Como reza la canción española, ay pena penita pena. Ni los palestinos lograrán su objetivo lanzando cohetes cada día más poderosos, ni Israel acabará con ellos así entre a saco en Gaza. Este tira y afloja durará aún décadas, hasta que el más débil ceda. Espero, de todo corazón, que el más débil no seamos nosotros. Nétzaj Israel lo ishaker, la eternidad de Israel no será desmentida.