Una piedra en el alma…

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Un viaje puede cambiar la vida: un viaje a Portugal, cambió de alguna manera la vida de quienes viajaron por otros derroteros… Al fin viaje.

Seguir sus pasos, resultó una odisea. Los judíos de la Península Ibérica en tiempos de los reyes católicos sufrieron lo indecible: debían  abandonar  su país,  España y luego, Portugal.  A los judíos españoles   les dieron a elegir: conversión o exilio. Hay quien, como el secretario personal de la reina  Isabel, Hernando del Pulgar, decidieron permanecer  en suelo  español y no abandonar su prestigio en la corte y en la historia. Hay quien, frente al decreto de exilio, caminó –con sus bienes y sus males– rumbo a suelo portugués  esperando  arraigarse, hasta que  Isabel, la hija de los soberanos hispanos , al  comprometerse con el príncipe de Portugal,  don Manuel. Con tal de no volverse monja –dijo- los herejes judíos debían salir de suelo portugués. Esa era la condición… La hija de la otra Isabel  exigió y su exigencia fue cumplida…

Viaje cumplidor fue viajar – e ir caminando a ratos– por los parajes por donde los judíos  hispanos caminaron en pos de seguranza y paz, sin imaginar que sería por poco tiempo, lo suficiente para hacer los bultos  y esperar a que un buque los recoja y los conduzca a  nuevos horizontes. En suelo portugués dejaron huellas de persecución  y muerte y de injusticia…En lugar de ayudarlos a partir, las “bien intencionadas almas”, convirtieron a los judíos al cristianismo. Los chiquillos fueron enviados a Santo Tomé  con el agua bendita sobre sus cabezas… una muerte segura. Eso se cuenta…


Retomar  el camino de los portugueses resultó una experiencia de vida. Piedras habían a pasto por el camino. Recogí un par… ¿Algo me querían decir?  Las levanté y las  arranqué  literalmente de la tierra… Las traje a mi patria… Las contemplaba de vez en cuando  y con lágrimas de los ojos. Una desconocida de Guadalajara, se volvió muy  mi amiga desde que nos conocimos. Platicamos de todo… Me contó que había  estado en el Museo del Holocausto en  Jerusalén y que se había conmovido hasta las lágrimas; las víctimas niñas le habían causado  un gran dolor… Le conté sobre mi viaje a Portugal, a Belmonte –donde conocí a Leví Domingos,  fundador de un museo, enriquecido con  los objetos “rescatados” de su familia, enseres que habían sobrevivido a sus   dueños:  vestidos antiguos,  cuchilla para el mohel,  ropilla para los  recién nacidos entre un gran etcétera… museo donde en una pizarra resaltan los apellidos de quienes fallecieron por Kidush ha Shem, en Nombre del Altísimo…como Méndez –de Emanuel– como Lara…

También estuvimos en Troncoso, donde Levi Domingos –periodista y maestro y alma del museo de Belmonte –hogar  de los criptojudíos, quienes practicaron la endogamia  para no perder su identidad, su esencia de judío “practicante”. Por cierto,  en  Zacatecas  se establecieron portugueses judíos de Troncoso: un  trozo de memoria en la Nueva España. Nos lo contó, Levi-Domingos y nos conmovió.

Volvemos al pasado: la chica de Guadalajara , al enterarse, de las piedras “arrancadas”  sugirió que fueran llevadas a Jerusalén, donde  quedarían  “en casa”.  Y así fue: un joven  jaredí  –respetuoso de la Ley– viaja a Jerusalén…

Busca un nicho y lo encuentra en el Museo del Holocausto… Algo tuvo que ver la idea de una  creyente católica, quien lloró  lágrimas amargas en su visita  a Tierra Santa por los perseguidos y torturados de la grey judía en la Diáspora.

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