En los comienzos de mi carrera como agente de seguros hice una lista de probables prospectos a visitar: familiares amigos conocidos etc.
Algunos nombres los marqué con un plumón amarillo por ser los más probables para venderles.
Uno de ellos fue *Roberto Alvarado.
Industrial, muy rico, y filántropo.
De este prospecto estaba casi seguro, seria uno de mis clientes más importantes….
Un día pase a visitarlo a su empresa.
Al encontrarnos en su oficina nos dimos un abrazo.
– ¿Que te trae por aquí, Nissim?
– Ahora me dedico a la venta de seguros, le conteste.
– Particularmente no creo mucho en los seguros, me dijo con una sonrisa.
– Mas vale tenerlos y no usarlos que no tenerlos y necesitarlos, le dije.
Hablamos de todo y nada.
– ¿A propósito tienes seguro de gastos médicos?
– No, no creo en el seguro de gastos médicos.
– ¿Sabes cual es mi mejor seguro? me dijo.
– Mi empresa, lo que pagaría a los seguros todos los años mejor lo reinvierto en mi empresa y sin duda será mejor que estar pagando por seguros que poco o nada necesitaré. Además cada año son más caros….
Su afirmación fue tan categórica tan rotunda y mi experiencia tan novel,
que creí en esos momentos que quizás había algo de verdad en lo que me decía.
Su argumento se apoyaba sin duda en su prosperidad económica.
– De todos modos piénsalo, le dije.
– Gracias, pero pensado esta.
Otro abrazo un apretón de manos, me despedí.
Han pasado los años y casi no supe de Roberto Alvarado.
El año pasado en Acapulco me lo encontré.
– Que gusto Roberto que es de tu vida, pregunte.
– Mal, muy mal padezco del corazón.
Su semblante denotaba que Roberto estaba muy enfermo.
– Necesito de un trasplante corazón me dijo.
En ese momento reviví nuestra charla en su empresa años atrás, pero por prudencia y delicadeza no le dije nada.
– Te dejo mi tarjeta dame la tuya para saber de ti, le dije.
Pasó más de un año y no tuve mas noticias de mi amigo.
Últimamente me enteré que recién logró que el trasplante de corazón que ya resultaba urgente, finalmente estuviera hecho.
Le llame por teléfono:
– Como estas Roberto, se que te han puesto un corazón nuevo, bromee.
– Que razón tenías Nissim.
– ¿Te acuerdas que estando en la fábrica platicamos de los seguros de gastos médicos?
– Si repuse.
– Me quedaba ya poco tiempo de vida, el trasplante fue necesario y urgente de otra manera nos estaríamos hablando.
– Tuve que echar mano de gran parte de todos mis recursos para lograrlo.
– Hoy estoy bien en lo que cabe y no creas que cabe mucho, de aquí para adelante mi vida cambió, hoy me medico diariamente, mi estilo de vida se ha modificado hoy debo “vivir despacio y con cuidado” me dicen los médicos.
– Venderé la fabrica y a ver que pasa.
– No te preocupes mucho, Roberto le respondí, dicen que no hay mal que por bien no venga.
Que más le podía decir.
Lo único que se me ocurre en este momento pensar, es que para que haya protección primero se tiene que dar la prevención.
Para mí como agente de seguros esta es una gran lección por donde se la vea; como agente de seguros que soy para mi vale mucho.
Vender seguros es hacer el bien, sin duda.
* Este hecho realmente sucedió, lo único es que he cambiado el nombre del protagonista para proteger su identidad.
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