Vagones exclusivos.

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El metro de la Ciudad de México es una gran herramienta, cómoda, rápida e higiénica, así como ventilada y amplia. La gran cantidad de gente que transporta a diario, en la mayoría de las veces y horarios, parece rebasar su capacidad. Casi siempre y en casi todas sus estaciones y andenes se encuentra colmado de gente. La eficiencia es muy buena, digna de envidia de otros países. Es algo que debemos reconocer.
Si bien es cierto que muchos no lo usan, ya sea por miedo a la inseguridad o por no estar aglomerados de gente, eso no lo hace menos eficiente ni mucho menos. Es un medio de transporte ejemplar que en muchos países no hay uno como en nuestra ciudad.
También es verdad que en la administración actual se han visto 3 accidentes fatales que han causado la muerte de 126 personas, sí, eso no se niega. Pero eso no es por ser el metro una herramienta de baja calidad, tampoco es ni lento, ni sucio, ni pequeño, sino todo lo contrario. Tales accidentes han sido a causa del mal o nulo mantenimiento por parte de sus directivos. Claro está que nada de eso hubiera pasado si no fuera por la imperante corrupción que bajo todos los gobiernos, anteriores y el actual, han prometido erradicar. Especialmente el actual ya que su lema más grande para ser elegido como presidente del país ha sido “acabar con la corrupción”. Según indica todo, para cada rincón que veamos en el país, la corrupción ha ido en aumento, incluso a niveles de más del 600% respecto a gobiernos anteriores en la mitad del tiempo. Esto, sin contar la inseguridad, las muertes por asesinatos, los femicidios y mucho más.
Mi pregunta es si AMLO es de derecha o de izquierda. Ya que si bien tiende a ser un populista y perpetuo candidato, cosa que lo convierte en un gran izquierdista nada marxista, por otro lado está en contra del aborto y no defiende los derechos laborales no vitales de las mujeres, dando toda la apariencia de un conservador de ultra derecha para nada capitalista. A la vez que dice y repite estar en contra de los conservadores, llenándolos de apelativos que él cree ignominiosos, tales como “aspiracioncitas”.
Pero volviendo al metro, cabe preguntarnos si no es una discriminación tildar a todos los varones de peligrosos y potenciales violadores.  Digo esto ya que es sabido, desde hace algunos años, que hay vagones exclusivos para mujeres. Es como decirles: “oye mujer, si abordas algunos de los vagones exclusivos para ti, te aseguramos que no serás víctima de nada. En cambio, si decides viajar en uno de los mixtos, no nos hacemos responsables ya que tenías la posibilidad de no ser atacada y la evitaste”. ¿Acaso eso no es lo mismo que llamar a los hombres todos como potenciales violadores o, por lo menos, malvados? ¿Acaso no ha existido nunca el abuso de una mujer frente a un hombre? Yo les aseguro, y por experiencia propia, que es más seguido de lo que se informa. Muchas mujeres, abusando esa condición que les otorga la ley y la sociedad de izquierda, abusan de los hombres, completamente desconocidos, exigiéndoles sentarse por ser ellas mujeres, y eso que tiene su vagón exclusivo. Me gustaría decirles: “si tienes tú vagón exclusivo, ¿Qué haces aquí mientras levantas a un hombre para sentarte tú, teniendo un vagón exclusivo para ti que ni siquiera está lleno?” También hay quienes dicen falsamente qué tal persona, o sea hombre, las tocó. Eso hace que venga la policía, detengan al hombre sin prueba alguna, declarándolo culpable sin causas, llevándolo preso y pidiéndole dinero para salir. Dinero que será luego repartido entre la mujer y el policía. No, esto no es una historia inventada, sino un suceso que ocurre varias veces al día en los siniestros túneles del metro. Es decir, un gran negocio.
La semana pasada vi que ya se han instalado, en casi todas las estaciones, mantas donde las mujeres venden artículos. Lo que llama la atención es que tras ellas hay unos carteles de rindes feministas, tales como “Nuestro cuerpo no es una incubadora”. Me tomé la libertad, no sin miedo, de preguntarle a una de las vendedoras qué es lo que están exigiendo. Me dijo que quieren “la igualdad laboral ya que el gobierno no les da oportunidad a las mujeres”. Sorprendido le pregunté cómo es eso posible si por lo visto, en todas las estaciones, están los puestos exclusivos de mujeres donde no permiten que se pongan hombres. Además, le dije, que si ella es feminista, supongo que también es socialista y de izquierda, lo que por consiguiente sería anti el capitalismo y en ese momento estaban trabajando generando dinero, es decir, actuando de la manera más capitalista existente en la vida. Además, otra pregunta que me surgió fue qué tiene que ver el cartel del aborto y el cuerpo con las mantas para trabajar y los derechos que dicen que el gobierno les niega. También le pregunté qué me diga en qué artículo de la Constitución Mexicana dice que los hombres tengan más derechos laborales que las mujeres.
A todas mis preguntas, sólo surgió una corta respuesta muda: una risa. Lógicamente insistí en preguntar de qué se ríe y me respondió que el motivo de su risa es que la respuesta que me dé yo nunca la voy a entender. Claro que menos la voy a entender si no me la explica. ¿No será que quieren tener los derechos de exclusividad, mientras que los hombres no los tengan?
Y aprovechando  la oportunidad, decidí comprarle algo. La feminista vendía libros. Le compré uno llamado 1984, de George Orowell. ¡Qué cosas, ¿no?! Un libro que vanagloria el capitalismo, dice las verdades sobre el socialismo y relata cómo eran maltratadas las mujeres en el pasado bajo todas las ideas que hoy ella defiende. Yo, como el Principito, que nunca deja de preguntar, volví a insistir: “¿Sabes de qué trata este libro?” Ya sabemos la respuesta, no es que nunca lo leyó, sino que nunca ha leído nada.

Acerca de Rob Dagán

Mi nombre es Gabriel Zaed y escribo bajo el seudónimo de Rob Dagán. Mi pasión por la escritura es una consecuencia del ensordecedor barullo existente en mis pensamientos. Ellos se amainan un poco cuando son expresados en tinta, en un escrito. Más importante es expresarse que ser escuchado o leído, ya que la libertad no radica en hablar, sino en ser libre para pensar, analizar.

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