“En los 70´s estar solo significaba estar incomunicado, el día de hoy es al revés, los demás nos molestan en nuestra comunicación”
NOTA: No sé este ensayo tiene un valor religioso, espero al menos tenga un valor cultural, psicológico, y social.
A.N.
I
Era un día peculiar…
Desde niño amaba estar en los cielos, en las azoteas, ver las siluetas de las azoteas y los edificios. Desde el amplio punto de vista donde se podían ver los tejos de la ciudad, sus antenas parabólicas, torres de energía, antenas, torres de control, y los globos que se balancean alabando el cielo.
En aquella dimensión donde los hombres parecían diminutos e irreales, y organizados, los autos se movían en líneas rectas en cuadras y avenidas perfectamente delineadas en distintas formas geométricas siempre cuadrantes, atravesadas por cuadrados de casas o edificios, o triángulos de paso y jardines, o círculos de plazas y parques.
Las luchas o postes de luz a los lados también estaban altamente delineados, como libélulas de la noche emanando sus globos de luz como medusas o mantarrayas eléctricas permitiendo que la noche parezca un tablero eléctrico
.
En todo este silencio, yo.
El Yo.
Yo, aun existía.
Era un visionario, veía.
Gracias a papa y mama que pagaban las cuentas mientras que yo veía absorto, abstraído, conmocionado por esta existencia, conglomerado de grandeza, que los adultos dan por hecho, como si fuese real y posible, producto de sus propias consciencias.
Yo me veía a mí mismo en ese resto que no era yo, es decir, era una parte integral de una nada, superior, suprema, como una mayonesa en una alacena que nunca nadie toca ni usa, es eterna y es parte de los ciclos de la casa.
Una alacena, que perfecta en escena, iluminada o a oscuras, un pan de rebanadas empacado y de muchas marcas, arriba el pan dulce, o las latas de galletas, o las latas más pequeñas de aditamentos alimenticios o verduras de latas miniaturas en compartimentos o estantes pisos tapizados de plástico simple y dibujado, o los distintos botes y botellas, de salsas y cremas, o las sopas Campell tipo Andy, Warhol, Andy Warhol por supuesto.
También paquetitos, bolsitas, tambos de dulces, engolosinamiento grosero y atractivo, popular y nacional, identidad.
De todo allí, y está organizado. Como en los superes. En las mentes superiores.
Gracias a Dios que existen las madres.
De niños mi hermana y yo jugábamos a los superes, un carrito de súper de juguete, de plástico, pequeño, de máximo veinte centímetros de diámetro, luego los productos, las frutas, verduras, cajitas, pequeñas de dos a tres centímetros de diámetro, y la caja con un láser para leer el precio, de mentiritas, pero todo, sumamente, sumamente organizado y perfecto, con pilas.
Sumesa.
Aurrera.
De Todo.
Gigante.
Helados Danesa 33.
¡Que infancia perfecta!
Mi hermana era innovadora, y siempre salía a relucir alguna invención y descubrimiento a través de ella, como el helado de choco chips o la música disco en disco de vinilo de 45 revoluciones.
También música de los 70´s: Gloria Gaynor, Diana Ross, Barry Manilow, Village People, Bony M, y los novedosos y revolucionarios Beatles y Bee Gees…
¡Y se hizo la Luz!
Apareció John Travolta.
El mundo maravilloso como una gaviota cambio en buena dirección hacia las discotecas con esferas plateadas en el centro.
Mi padre, difícil de calmarse, nos empezó a llevar por el mundo en vuelos de Jumbos de dos pisos, en su intento de escapar de esta realidad incomprensible y que jamás podrá captar.
El Rock, el cine pícaro, los Cowboys de Dallas, Star Wars….
Una nueva era.
De pronto, el cielo, lejano y plano, ya no era un espejismo, lejano, calmo y ajeno, absoluto.
Era una aventura palpable, y nosotros parte de ella.
De pronto el cielo era penetrable, con seres humanos en latas y divertimentos entretenedores, maletas de colores con ilusiones y esperanzas, amos de tejidos de culturas y sueños americanos, divertimentos y postrecillos de los sentidos, juegos flash y de azar.
Leonardo DaVinci debió nacer en Las Vegas, hubiera sido el hombre más rico del mundo.
Y de pronto todos los cielos, como sinfonías invisibles estaban sobre habitados por nubes, de las cuales salen y entran estos pequeños seres plateados y de colores que iban y volvían en rutas envolventes de turistas como juguetes.
Como peces en el mar.
Un escenario increíble, maravilloso, irreal.
En la televisión empezaron a hablar de naves espaciales, programas de ciencia, ciencia ficción, UFO´s, y miles de historias sumamente misteriosas e increíbles. El cielo era la nueva frontera.
Pienso, o creo, que entonces la vida comenzó a tener sentido, y lo que era un mito se convirtió en realidad. Las mejores cosas y las peores también se volvieron un crucigrama demasiado grande y complejo.
Antes volaba en sueños, a partir de los sueños nocturnos, mi alma se elevaba a través los ojos cerrados, imágenes superiores que demuestran algo indemostrable en televisión, pero entonces, con los aviones y aparatos de evolución deje de volar con el alma y empezamos el vuelo con el cuerpo.
Los humanos dejaron de ser humanos para convertirse en superhéroes y semidioses. La risa se transformó en la época en la máxima expresión del nuevo heroísmo y autoridad.
La banalidad, lo cómico, las vanidades, el chiste, la risa, la carcajada, el chisme, el lenguaje inculto, lo popular.
¡Que belleza!
Inmaculados pero no inmunes para siempre.
Y entonces, vi La Tierra, como en una nave espacial, una esfera en el cielo, con millones de lucecitas, y el mapa secular de la escuela de papel que dejo de tener sentido y se convirtió en una pantalla digital hasta convertirse en una oferta de lo infinito.
De Louis Amstrong, los debates, la televisión a color, Disneyland, Carl Sagan.
Lo increíble en la propia sala, acompañada de amigos e interés, formas de compañía.
Cien años de soledad no se hubieran sentido en lo absoluto.
El telégrafo se convirtió en el smartphone (“teléfono inteligente”), las máquinas de escribir se transformaron en computadoras de punta, los conmutadores en Internet, y el espejo en Skype.
¡Que belleza! No se puede negar que es algo superior, hermoso, increíble, y a la vez muy humano.
II
En este contexto debemos comprender a los niños de la nueva generación, la nueva generación y sus afanes de juego, y aspiraciones, y sus formas de inhalar y exhalar, y sus sueños y el orden preferencial de sus pensamientos, y sus expectativas, necesidades y deseos.
¿Qué vendrá?, ¿Qué más vendrá?
Pokemon…
Pokeeemon…..
Perseguir un Pokemon virtual en la calle, como si corriera alejándose de nosotros.
¿Un sistema de entrenamiento?
Hay que lanzarlo en un centro circular en una pantalla de máximo veinte centímetros cuadrados que a pesar de ser superficial se siente dimensional como si nos jalara una fuerza centrífuga hacia su interior.
He allí la realidad. He allí el nuevo equilibrio. Ello es poesía.
Todo el equilibrio ecológico y mental, la salud mental y la felicidad, en una pequeña pantalla.
No solo es un juego, es nuestra consola, nuestro diagrama, nuestro mapa de supervivencia existencial, nuestra torre de control afectiva e inerte.
¡Es exagerado! … Para nosotros quizás….
Más para los niños, nuestros hijos, es real, incluso natural, pues nacieron con ello, y no podrían imaginar un mundo deshabitado sino por medio de la realidad virtual, la tercera dimensión, el cine de ficción.
Los niños que descubren sus capacidades mediante películas de cómics.
Una amiga me lo advirtió, tristemente, el mundo se estaría transformando en un cómic sin amor.
Por ello yo invito a amar, y a romper el mito, el paradigma:
“Si no existes en redes sociales no eres un humano digno de amor”, es decir, digno de una relación con estatus social”
¡Que nostalgia absurda! Y yo que quería romper con todo ello, con las definiciones del amor.
¿Y ahora?
Los extraterrestres se preparan para invadirnos….
Así escucho el Capitán David en su bocina:
“Prepárense para invadir a las 08:00 horas”.
Aun así, yo me siento, en un jardín, en un café en la terraza frente a una urbe, bebo un café caliente, observo el sol, siento el vientecillo suave, cada vez menos áspero, pero logro enfocar la esencia de la naturaleza y la vida, y los árboles, arbolitos, el pasto infinito aun danzan sin nuestra presencia y testimonio.
¡La generación Hippie murió!
El cielo azul.
Era un día peculiar…
Desde niño amaba estar en los cielos, en las azoteas, ver las siluetas de las azoteas y los edificios.
Ahora ya no observo desde arriba, mi vista en un piso alto de un edificio no me impacta, no me enamora, no me deja absorto.
Ya no espero frente a la ventana.
Me siento solo, y el mundo se sigue comunicando.
¡Ya imagino yo los chistes en WhatsApp!
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