Las hélices comienzan a girar, el agua salpica suavemente contra el casco del avión y, en cuestión de segundos, nos elevamos sobre la bahía. Desde el aire, el azul profundo del océano se extiende hasta donde alcanza la vista, salpicado por islas y pequeñas embarcaciones que parecen suspendidas en el tiempo. Así es la llegada a Victoria, BC en hidroavión, una experiencia que transforma un simple traslado en una aventura inolvidable.
Ubicada en la punta sur de la isla de Vancouver, Victoria es la capital de la provincia de Columbia Británica y un destino que cautiva con su encanto costero, su arquitectura histórica y sus vibrantes jardines. Aunque se puede llegar en ferry desde Vancouver, optar por el hidroavión no solo reduce el tiempo de viaje a unos 35 minutos, sino que regala vistas espectaculares del estrecho de Georgia y las islas del Golfo.
El hidroavión desciende con suavidad sobre el puerto interior de Victoria, donde el Parlamento de Columbia Británica y el icónico Fairmont Empress Hotel nos dan la bienvenida con su elegancia clásica. Este puerto es uno de los pocos en el mundo donde los hidroaviones aterrizan en pleno centro urbano, facilitando un acceso inmediato a las principales atracciones de la ciudad.
Victoria es una ciudad que se recorre mejor a pie, permitiendo absorber su ambiente relajado y sus detalles arquitectónicos victorianos. Un paseo por Government Street nos lleva entre cafés acogedores, tiendas de artesanías locales y librerías que invitan a perderse entre sus estanterías. Muy cerca, el Royal BC Museum ofrece una fascinante inmersión en la historia y cultura de la región, desde las comunidades indígenas hasta la era colonial británica.
Para los amantes de la naturaleza, los Jardines Butchart, ubicados a unos 30 minutos del centro, son una parada obligatoria. Con más de un siglo de historia, estos jardines despliegan una sinfonía de colores y aromas en cualquier época del año.
En cuanto a la gastronomía, Victoria es famosa por su escena culinaria que combina ingredientes frescos del océano con influencias internacionales. Desde un clásico afternoon tea en el Fairmont Empress hasta una cena con productos locales en restaurantes como The Courtney Room o Il Terrazzo, cada comida es una celebración de los sabores de la costa oeste.
Al final del día, cuando llega el momento de regresar, embarcarse nuevamente en el hidroavión ofrece una despedida perfecta. Mientras el sol se oculta en el horizonte, la ciudad se ilumina con tonos dorados y el reflejo del agua crea un espectáculo hipnótico. Con un último vistazo a esta joya costera, nos alejamos en el cielo, llevando con nosotros el recuerdo de un viaje que, más que un destino, es una experiencia para los sentidos.
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