Visitando al Führer, una confesión de Planck

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Max Planck le pidió una audiencia a Hitler. Se trataba del científico más respetado e influyente de Alemania, que había iniciado la revolución en la física al descubrir que la energía radiante existe en forma de paquetes definidos.

 Era un ascético, y el último de una línea de pastores luteranos que entre sus amigos estaba Albert Einstein con quien tocaba música de cámara.

 Cuando llegó Hitler a ser canciller, promulgó las leyes raciales de Nuremberg, y Planck era en ese momento presidente del Kaiser-Wilhelm-Gesellschaft, organización fundada con la bendición del Káiser para promover el progreso de la ciencia en general.


 Estaba preocupado porque comenzaban los despidos de judíos y entre ellos estaban muchos de sus amigos científicos.

 Pero no renunció al puesto y en consecuencia, varios como Einstein, nunca se lo perdonaron y jamás volvieron a hablarle.

 Por fin Hitler le concedió la audiencia y en la entrevista, luego de los protocolos, Planck habló en favor del judío Fritz Haber, premio Nobel y el ideólogo del programa de guerra durante la Gran Guerra, quien además convirtió el nitrógeno atmosférico en amoníaco.

 A quien ahora Hitler perseguía y el führer le respondió a Planck así:

  _No tengo nada contra los judíos, pero todos son comunistas, y estos son mis enemigos, contra quienes se dirige mi lucha.

 Planck le dijo que había muchas clases de judíos, algunos valiosos para la humanidad y otros sin valor, pero Hitler lo interrumpió:

 _Eso no es cierto. Un judío es un judío; todos actúan de la misma forma. Donde hay un judío se juntan inmediatamente otros judíos de todo tipo. Ellos deberían trazar una línea entre sus diferentes tipos, pero no lo han hecho y por eso actúo contra todos por igual.

 Plank le dijo que eso los estaba obligando a emigrar y se necesitaba urgentemente sus trabajos científicos pues podrían aprovecharlo otras naciones.

 Hitler se negó a responder esto y luego de una perorata concluyó:

_Dicen que a veces sufro de debilidad nerviosa, y eso es una calumnia, yo tengo los nervios de acero.

Luego le dio una palmadita violenta en las rodillas a Planck, empezó a hablar más de prisa y tuvo tal arrebato de ira que el científico no habló más y en la primera oportunidad se fue en silencio.

 En 1947 Plank dio a conocer esta entrevista, pero sus amigos dudaban que fuera cierta, pues ya a esas alturas de sus 89 años de edad estaba en malas condiciones de salud.

 Sin embargo, la narración de este encuentro de Plank y Hitler se publicó en alemán en Physikalische Bläter, 3, 143 (1947)

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