Introducción: Judeolenguas en contacto en el contexto europeo Las lenguas minorizadas, en tanto espacios atravesados por diferencias y conflictos étnicos, de clase, de género o de grupos etarios, requieren para su análisis comenzar por hacerse preguntas sobre los procesos que se juegan en y a través de sus usos y representaciones, como lo han sugerido la antropología lingüística y la sociolingüística. Así abordamos el estudio del ídish, una de las lenguas étnicas habladas por los judíos.
Según Max Weinreich el ídish surgió en la cuenca del Rhin en contacto con otras dos lenguas conservadas por una parte de sus hablantes, el hebreo y el arameo que constituían una fusión definida como “hebreo rabínico”. Con las migraciones medievales hacia el este europeo se fueron incorporando al ídish elementos eslavos (principalmente del polaco, el ucraniano y el bielorruso). Aslanov (2005) define este estado de lengua como koiné, es decir una lengua común que ha abrevado en variedades alemanas medievales, lenguas romances y eslavas, pero sobre todo hebreo y arameo.
La distribución de lenguas, según este autor, no estaba dada por la dicotomía sagrado/profano sino por una diferencia de funciones: el hebreo rabínico como lengua escritural y el ídish como lengua oral. El mismo autor aclara que esta distribución es sólo un arquetipo y que la interpenetración era constante. En esta división estaba implicada al mismo tiempo una diferenciación de género: el hebreo era la lengua de estudio, exclusivo para los hombres, asociada con la masculinidad, el vigor y el poder, mientras que el ídish, mame loshn, “lengua de la madre”, se asoció al ámbito familiar, femenino, y por ende débil.
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