Yo todavía creo en un lugar llamado América

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Detalle del emblema E Pluribus Unum den la Apoteosis de Washington en la cúpula del Capitolio de Estados Unidos en Washington, D.C. (Wikimedia Commons)

América está buscando su alma. Al igual que toda nación, Estados Unidos debe encontrar su propio y particular sendero hacia el destino. Los Estados Unidos pasaron de una nación construida sobre el esclavismo y encerrar a nativos americanos en reservas a un modelo de democracia y una de las mayores naciones que ha honrado a este planeta. Es difícil imaginarse el milagro moderno de Israel sin el pueblo norteamericano a su lado cuando más importancia tenía.

El pueblo americano no se define por ningún presidente estadounidense. Las personas más racionales del mundo saben que los americanos son solo personas trabajadoras igual que ellos. Tienen familias, se ríen con las travesuras de los nietos y se ofrecen voluntarios para causas nobles igual que todas las personas decentes de cualquier lugar del mundo.


Ocasionalmente, los americanos luchan en guerras por mandato de sus líderes, pero solo porque están convencidos de que están luchando por la libertad y la democracia. Se dijo a los soldados G.I. norteamericanos que serían recibidos por multitudes entusiastas cuando liberaran Irak del malvado dictador Saddam Hussein. Los americanos modernos no luchan nunca para esclavizar a otros pueblos como hicieron imperios pasados.
Donald J. Trump no cambiará el corazón de América. Lo peor que puede hacer es que le duela el corazón. Aquellos de nosotros que simpatizaron con el campamento Never Trump pasamos a un estado de shock el 9 de noviembre por la mañana. Nos despertamos en un mundo diferente. Algo impensable había ido mal. Nos rasgamos las vestiduras y comenzamos un periodo de duelo como si algo querido hubiera muerto.

Uno de los sellos distintivos de la democracia americana es la transición pacífica del poder. Sin duda, los padres fundadores tenían fe en que una persona completamente irracional no podría nunca gestionar correctamente algo tan complejo como una campaña presidencial con éxito. Quizá se creía que cualquiera que pudiera ganarse los corazones de tantos votantes americanos tenía que tener un carácter por encima de la media. Solo 45 personas han sido capaces de lograr tal hazaña en los 240 años de historia estadounidense.

Pero hay algo diferente en Trump. Sus amenazas irracionales, las burlas a aquellos diferentes o menos afortunados que él y su ego descarado parece ser lo que más les gusta a sus partidarios. El 23 de enero presumió de que “podría estar en mitad de la 5.ª Avenida y disparar a alguien” y no perder votantes. Lo que da miedo es que su campaña electoral errática y su consecuente victoria pareció validar su afirmación.

Donald J. Trump dijo cientos de cosas durante su campaña que, si cualquier candidato en otro ciclo electoral anterior hubiera expresado solo uno de dichos Trumpismos, habría sido descalificado a los ojos del electorado americano y no habría podido presentarse a un puesto político nunca más.
Los partidarios de Trump parecían pasar por alto sus bravatas y sus fanfarronadas y escuchaban a un candidato que expresaba su miedo a los yihadistas, su frustración con un Washington paralizado y disfuncional y su poca disposición general a aguantarlo más. Durante décadas, sus partidarios conservadores se sintieron impotentes y víctimas mientras un Tribunal Supremo tras otro les imponía decisiones inaceptables para sus paladares políticos o sensibilidades religiosas.

Pocos de sus furiosos simpatizantes se daban cuenta de que Donald J. Trump era tan solo un oportunista barato. La facilidad para el éxito en los negocios de Donald era su voluntad de hacer lo que fuera necesario para realizar el trabajo o para lograr cualquier meta que se propusiera. A una semana de la elección de Trump, ya parecía que estaba suavizando muchas de las amenazas y promesas de la campaña que había hecho para dinamizar su base y ser elegido. Después de todo, para entonces ya había ganado. Ahora la retórica podía bajar de tono.

La propensión de Trump durante las elecciones primarias y generales para humillar completamente a sus oponentes fue palpable tanto si era hacia un juez, un periodista o un rival político. Esa no era la América donde yo jugué en la Pequeña Liga de béisbol. Nos enseñaron que no se trataba de ganar o perder, sino que lo que importaba era cómo jugábamos el partido. Para Donald Trump, no importa cómo juegues el partido siempre que ganes.
El Presidente Obama señaló el 14 de noviembre durante su conferencia de prensa que Trump no era un ideólogo sino un pragmático. Dicho pragmatismo le podría valer de mucho en una ciudad como Washington, D.C., donde el único camino hacia el verdadero éxito legislativo es el arte de pactar.

El proceso político americano es como las realidades políticas israelíes en las que ningún presidente es elegido ni puede gobernar con éxito sin construir una coalición, un compromiso y alcanzar a aquellos que a menudo se esfuerzan al máximo por asegurarse de que fracases. Esa es la realidad de la política.

El Congreso de Estados Unidos es generalmente un control sobre el presidente del partido opuesto. Con suerte, Paul Ryan y sus colegas serán un control sobre las peores tendencias de un presidente que estaba acostumbrado a salirse con la suya en los negocios y a despedir a los aprendices por capricho y entretenimiento. Quizá las dificultades y realidades del gobierno relajen el ego de Trump y eviten que ponga patas arriba al país y al resto del mundo.
Soy lo suficientemente chapado a la antigua como para creer todavía que el carácter importa. Seguramente en todos Estados Unidos había varias personas con un carácter con tanto talento, deseo y convicciones como el Sr. Trump. Yo no creo en Donald Trump, pero sí creo en el pueblo americano y en la fuerza de la democracia americana. Con suerte, aprenderá a aceptar el consejo racional de profesionales competentes y equilibrados.

¿Moverá Trump la embajada estadounidense a Jerusalén? ¿Podría reconocer finalmente que los asentamientos israelíes no son los obstáculos reales para la paz? ¿O intentará forzar su propia solución sobre el proceso de paz de su propia forma egoísta típica? Solo el tiempo nos dirá si tiene el valor de interrumpir la larga presión norteamericana sobre Israel de hacer concesiones irracionales y unilaterales a los terroristas.
Sé de primera mano el amor que la mayoría de los americanos tienen por nuestro Estado Judío. Ojalá el nuevo presidente, el Congreso estadounidense y el pueblo americano continúen siendo los valiosos amigos que sabemos que han sido hasta ahora sin importar qué otras cosas puedan cambiar en la política americana. Los indicios preliminares parecen señalar que este es el caso.

Mandato de Yoeli: Deja tu marca, supón una diferencia para el bien y haz lo que te corresponde para asegurarte de que ellos nunca devoran de nuevo a Jacob ni hacen un desecho de su morada.

Puede enviar un e-mail a Yoeli Kaufman al correo [email protected]
Información biográfica: Yoeli Kaufman obtuvo su título de grado (B.A.) en Culturas e Idiomas del Cercano Oriente en la Universidad Indiana y después trabajó como traductor de árabe para el servicio de Inteligencia del Ejército de EE. UU. Obtuvo su máster de la Universidad Temple en Administración Educativa. Como fundador de los Amigos de Israel de la Costa de Oregón, Yoeli es un defensor apasionado de Israel.

Acerca de Yoeli Kaufman

Yoeli Kaufman obtuvo su licenciatura en Lenguajes y Culturas de Oriente Próximo y después trabajó como analista y traductor de árabe para la Inteligencia del Ejército de EE. UU. Realizó un Máster en Administración Educativa en Temple University de Filadelfia. Eli escribe ahora con regularidad para el Diario Judío México, el Jerusalem Post, y el Times of Israel.

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