Cuando hablamos de la literatura en Costa Rica escrita con mayúscula, tenemos que hacer una pausa y referencia indiscutible a la genialidad, pureza y gallardía con la que se dio a conocer dentro y fuera del país la escritora costarricense Yolanda Oreamuno, quien es la mujer que abrió más que una brecha dentro de las letras de esta Nación en un medio hasta ese momento monopolizado por hombres.
Y quien a través de sus escritos demostró que las mujeres en este pequeño país centroamericano, también tenemos mucho que decir y somos igual de capaces que nuestros congéneres masculinos en una época en la cual ser mujer era más que todo sinónimo de madre y administradora del hogar con límite de suma.
Ya que ser igual a los hombres es en realidad toda una utopía y ésta intelectual, desde esa época, ya lo sabía y así lo defendió en sus posturas aunque con el paso del tiempo abanderó el estandarte de caminar al lado de los hombres, ni adelante ni atrás de estos, porque el desarrollo de la mujer solo se consigue si ésta es capaz de lograr “…la liberación de su intelecto, de lo mejor de ella misma preso de su propio cuerpo.”
Revolucionando las letras costarricenses con esta frase que marcaría para siempre el pensamiento intelectual de esta escritora y reformaría la visión del Ser mujer en Costa Rica, sentando un precedente y poniendo el listón muy alto para todas aquellas que nos apasiona la crítica intelectual y el escribir, para así convertirnos en algún momento en una pluma mordaz.
Porque para 1932, Yolanda Oreamuno ya cuestionaba públicamente el hecho de que toda mujer podía tener los mismos derechos políticos que los hombres y así lo hizo saber en su primera publicación a los 16 años de edad. A través de sus escritos fue madurando con el tiempo, consolidando a la fuerte escritora que se convertiría en uno de los referentes más importantes de la literatura costarricense.
Más allá de los límites que la sociedad machista de aquella época imponía a su intelecto, alimentando una belleza sin talento, linda y tonta como correspondía en esa Costa Rica y Chile de mediados de siglo donde tuvo que residir por estar casada y que 100 años después debieron de reconocer el aporte crítico que expresaban sus opiniones, las cuales sin temor increparon al ojo crítico impuesto tradicionalmente por aquellos que siempre a lo largo de la historia, temen a otros que pueden escribir su propio destino y no permiten que la mediocridad y el letargo les gane la partida en el juego de la vida.
En el Centenario del nacimiento de una de las figuras más representativas en la literatura costarricense quien publicó en Costa Rica, Chile, Guatemala y finalmente en México donde fallece en la casa de su amiga Eunice Odio, otro referente de la escritura costarricense, una mañana de julio en 1956. (Especial para el Diario Judío.com de México)
04 04 2016.-
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