Yom Kipur, el Día de la Expiación

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“En el décimo día de este séptimo mes es el Día de la Expiación, una convocación de santidad será para ustedes; afligirán sus cuerpos”.
Vaikrá 23:27

Es obligación abstenerse de comer y beber en el día de KIPUR. Los Jajamim interpretaron el Pasuk de la siguiente forma:

“Así como es obligación abstenerse de comer y beber el día de Kipur; hacerlo en abundancia en la víspera, tiene el valor correspondiente a un doble ayuno”


En la antigua Roma, vivía un sastre judío. Trabajaba muy duro y vivía modestamente. La mayoría de sus ahorros, producto de las ganancias de toda la semana, los gastaba en compras para Shabat y Yom Tob, momentos que honraba y estimaba mucho.

Un día, en la víspera de Yom Kipur, el sastre fue al mercado para comprar pescado. Él deseaba honrar el día con un buen festín, y el pescado era una cosa especialmente adecuada para la ocasión. Buscó por todo el mercado pero no había en ningún lugar pescado para comprar.

Finalmente encontró un pescador que tenía un enorme pescado en venta. El sastre estaba muy contento y extrajo su monedero para pagar cualquier suma que el pescador pidiera. En ese preciso momento apareció un hombre de imponente apariencia y gritó: “¡Oye, pescador! ¿Cuánto quieres por tu pescado?”. “Lo siento”, contestó el vendedor, “este judío llegó antes que mi señor. Se lo venderé si es que está dispuesto a pagar mi precio”.

“¿Acaso no sabes quién soy?”, dijo con firmeza el hombre uniformado. “¡Soy el mayordomo del gobernador! Además, yo te pagaré más que el judío”.

El pescador no sabía qué hacer. Mientras tanto, se había reunido en el lugar una gran cantidad de personas que observaban con enorme curiosidad la discusión.

Alguien, de entre la gente, gritó: “¡Véndeselo a quien pague más!”. “¡Yo te doy un dinar!”, exclamó el mayordomo, con la esperanza de silenciar al sastre judío e impresionar al público al mismo tiempo. “¡Toda una fortuna por un solo pescado!”, exclamaron los curiosos.

Antes de que superaran la sorpresa, el sastre hizo su propuesta: “Dos dinares”, dijo tranquilamente. “¡Dos dinares!”, rugió el público. “¿Has escuchado alguna vez algo así? ¡Dos dinares!”. “¡Tres!”, propuso el mayordomo. “¡Cuatro!” respondió el sastre. “¡Cinco!” ofreció el mayordomo, mostrando simplemente su irritación y desconcierto. “¡Seis!”, fue la oferta del sastre y así prosiguió el remate hasta que el sastre ofreció doce dinares por el pescado.

En ese momento, el mayordomo, temiendo que su amo pensara que estaba loco si pagaba una suma tan absurda, desistió de su intento. El sastre entregó las monedas y corrió hacia su casa para preparar el pescado.

Mientras tanto el mayordomo contó a su amo lo sucedido en el mercado. El gobernador exigió que trajeran de inmediato al sastre ante su presencia. “¿Por qué pagaste semejante precio por un pescado?” i nquirió el gobernador. “Hoy, es un día sagrado para nosotros los judíos”, contestó el sastre. “Es el día de Yom Kipur. En este día, nos arrepentimos con sinceridad ante nuestro Creador y Él perdona todos nuestros pecados”. Acostumbramos a ayunar durante todo ese día, pero la víspera debe ser honrada con comidas especiales. Lo que pagué por el pescado fueron todos mis ahorros, pero cuando se trata de cumplir una Mitzvá, eso no puede medirse en términos de dinero”.

La sinceridad y la devoción del sastre hacia su religión, impresionaron profundamente al gobernador y éste lo dejó retornar a su hogar sin hacerle daño.

Poco imaginaba el pobre sastre la recompensa que le esperaba en su casa. ¡Cuando su mujer abrió el pescado para limpiarlo, encontró en su interior una inmensa perla!” A partir de entonces vivieron cómodamente por el resto de sus vidas, y cada año cuando llegaba la víspera de Kipur, la observaban con mucho honor.[1]

“Yo me regocijo con tus mandamientos, al igual qué quien ha hallado un gran tesoro.”[2]


[1] “El narrador”, pág. 39; Nissan Mindel.

[2] Tehilim 119:162

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