Israel, después de superar 210 años de esclavitud en Egipto, deberá ahora enfrentar la más grande de todas las pruebas: Vivir como pueblo libre.
El exilio no fue un proceso fácil. El faraón persigue al pueblo de Israel través del desierto, logrando acorralarlos frente al Mar Rojo, prácticamente entre la espada y la pared; esperando su total rendición.
El pueblo de Israel pide ayuda a Moshé, su líder, éste comienza a rezar y a pedir por una inmediata salvación.
HaShem no le responde con palabras de aliento, al contrario, le dice: “¿Qué tanto imploras en estos momentos? Habla con el Pueblo y diles que caminen (hacia el mar)”
Dice Rabí Jaim Shmulevitz ZT”L: “Nuestros sabios nos revelan, en el tratado de Sotá, que cuando Israel se encontraba a orillas del Mar Rojo, las tribus comenzaron a pelear entre sí, pues nadie quería entrar al mar. Finalmente saltó Najshón Ben Äminadab, líder de la tribu de yehudá, y bajó al mar”
Pregunta Rabí Jaim Shmulevitz, ZT”L: ¿Cómo es posible que nadie quiso entrar primero? ¿Acaso no era una demostración simple de confianza en HaShem? Ciertamente – responde – si hubiesen sido ordenados a dar la vida por HaShem, nadie se hubiera negado. Sin embargo, en esta ocasión la orden era saltar al mar, y así salvarse. Tenían que ver a ese mar, revuelto y oscuro, como si fuese tierra firme, encontrando allí su protección: Y a este nivel no habían llegado aún, únicamente Najshón quien santificó el Nombre de HaShem frente al resto del Pueblo”
Rabí Jaim presenta una innovación en el concepto llamado “disposición para entregar la vida” en nombre de HaShem, o “Mesirut Nefesh.”
Sacrificarse, con la idea de perderlo todo, inclusive la vida, es muy inferior, a darlo todo y tener la firmeza que, a final de cuentas, de eso surgirá bendición y prosperidad. Siempre que atravesamos momentos difíciles, pérdidas, en fin, situaciones con las cuales HaShem nos prueba, reaccionamos, en la mayoría de los casos, con un ¿Por qué a mí? Si acaso llegamos a concluir que, efectivamente, esta dificultad tiene algún propósito, exclamamos entonces ¡Kaparat Ävonot! (¡Que sirva como expiación a nuestras faltas!)
No obstante, Rabí Jaim estudia que con esta actitud, todavía no hemos alcanzado el máximo nivel. Pues hay que ver en lo que enfrentamos día a día, la bondad revelada de HaShem hacia nosotros, ya que la vida no es más que eso, un campo de pruebas, el cual nos ayuda a entrenar y a perfeccionar nuestras cualidades humanas.
Esa es la idea, saber que nada malo puede salir de nuestras dificultades cotidianas, pues, a final de cuentas el que las manda no es, sino El Dueño de toda bondad.
Shabat Shalom