Emor: Fuera de los Límites

Nuestra parashá enlista una serie de restricciones que debían acatar los cohaním (sacerdotes), para poder ser considerados aptos para el servicio en el Bet HaMikdash.

Dice el Rámbam, Maimónides, ZT”L: “Deberá tener una casa (el sumo sacerdote) preparada dentro del Templo, llamada: “Estancia del sumo sacerdote”. Siendo su honor y gloria permanecer todo el tiempo dentro de los límites del Mikdash, saliendo a su casa particular únicamente en la noche o una o dos horas durante el día. Esta casa deberá encontrarse en Yerushalayim, y no podrá moverse de ahí”.

Comenta Rabí Shimshon Pinkus, ZT”L: “Es sabido que la naturaleza humana es rechazar toda prisión. Aun cuando ésta se encuentre llena de lujos y comodidades, pues no tiene valor alguno frente al sentimiento de libertad. A pesar de que las personas pueden permanecer mucho tiempo en un solo recinto, sin sentir necesidad de desplazarse, de cualquier modo, en el momento que lo obligan a permanecer en ese lugar, en contra de su voluntad, los deseos de salir lo consumen.


Es posible explicar, que el fundamento de esta naturaleza radica en el punto de origen del ser humano, ya que él mismo fue creado desde su raíz con la capacidad de abarcar, y traspasar, los límites del universo, como está escrito en el tratado de Jaguigá (11): “El Primer Hombre tenía las medidas de los límites del mundo”.

También, después de minimizarse, continuaba sintiendo el deseo de llegar a los confines de la Tierra. Es por eso que las personas corren a visitar lugares lejanos y exóticos, a conocerlos y conquistarlos, por lo menos a través del intelecto.

Aquí hay una idea fundamental. Nuestros sabios dicen – en el tratado de Jaguigá antes mencionado – “que el Primer Hombre tenía las medidas de los límites del mundo, y su altura comprendía desde la tierra hasta el cielo. Estas dos medidas eran equivalentes”. En otras palabras, nos dan a conocer de qué manera es la naturaleza humana; por un lado desea de abarcar los límites físicos- terrenales, y por otro, trascender, elevándose en cualidades espirituales hasta los cielos. Sin embargo, es imposible conciliar estos potenciales; o uno prevalece, o el otro.

He aquí que el Todopoderoso, así como otorga al ser humano todas sus necesidades de manera natural, de la misma manera le confiere de manera natural la posibilidad de llegar a los límites del universo. Aun cuando esta realidad sea muy difícil de concretar, de cualquier modo es posible llegar a ella a través del conocimiento intelectual, siendo ésta la principal cualidad humana. Por esa razón en nuestros días, el ser humano puede englobar a todo el mundo por medio del teléfono, el avión, distintos medios de comunicación, etc., y conoce exactamente lo que acontece aún en los lugares más recónditos del planeta. Esta posibilidad la abrió Di´s en nuestra época, ya que son parte de la necesidad básica del hombre.

Y bien ¿Qué hay de las generaciones anteriores?

Ellas tenían la capacidad de alcanzar, desde la tierra a los cielos. No solamente dentro de nuestras comunidades, pues nunca dejo de haber judíos que tuvieran su cabeza pegada al Trono Celestial, sino, también, dentro del ámbito gentil, pues gran parte del día lo dedicaban a distintas sabidurías y a la contemplación del universo, temas que dieron origen a la filosofía.

Fue después del cambio radical que sufrió la humanidad, pues en lugar de tratar de “tocar los límites del Cielo”, se dispusieron a conquistar la vida terrenal. La vida y los valores cayeron por los suelos.

Es por eso que el Rámbam – antes mencionado – declara que para el Cohen Gadol (sumo sacerdote) es honor y gloria no tener que salir del Mikdash, ya que debía permanecer constantemente con los pies firmes en el suelo, pero con la cabeza anclada en las alturas. No así las personas que tratan por todos los medios conquistar su medio físico, y para tal propósito hunden su cabeza en la tierra.

Cada uno de nosotros tiene la libre elección de escoger qué tipo de ser humano quiere ser. Permanecer “pecho tierra”, observando desde un límite al otro límite del mundo lo que acontece en él. O pararse sobre sus pies, conservando la cabeza en los cielos, junto al “Trono Celestial”.”

Nuestra tradición nos dice que es posible conciliar estos dos márgenes a través del estudio y la indagación de la Toráh. Como lo representó nuestro patriarca Yaacov –símbolo del estudio de Toráh –  en su famoso sueño, en el cual veía una escalera cuya base se apoyaba en la tierra, pero su “cabeza” estaba fija en los cielos.

Shabat Shalom

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