Jukat: De la Misma Sangre

Israel manda mensajeros al rey de Edom solicitando permiso para circular por su territorio. Relatan sus peripecias y sufrimientos, la amarga esclavitud en Egipto, así como la solemne promesa de no invadir a su paso terrenos habitados. La respuesta es clara y contundente: “No se atrevan a poner un pie en nuestra tierra, no sea que salgamos con la espada desenvainada”. Israel insiste en su petición, y los ejércitos de Edom se aproximan, se desvían, evitando así allanar sus fronteras.

¿Con qué propósito les narran los pormenores de la Salida de Egipto?
El Keli Yakar, Z”L, comenta, que tenían intención de recordarles la promesa que le hizo Di´s a Abraham. Pues su simiente heredaría la Tierra de Israel a cambio de cuatrocientos años de sufrimiento.

En otras palabras, les dicen: Ustedes, siendo también descendientes de Abraham debieron haber sufrido en tierras ajenas como nosotros. Si no están dispuestos a sufrir, y no tienen interés en La Tierra, entonces, por lo menos facilítenos el paso.


Aún así la Toráh sentencia: ¡No desprecies al edomita!
Tenemos la obligación de aceptarlo (bajo ciertas condiciones). No obstante, los pueblos de Ämón y Moäb nunca podrán ser admitidos en nuestro pueblo ¿Por qué?

¡Por no habernos recibido con pan y agua al franquear su territorio! No retribuyeron el favor que hizo Abraham a su abuelo Lot, al rescatarlo cuando fue raptado por los Cuatro Reyes.

Pero ¡También los edomitas nos debían un favor, pues recibimos golpes en vez de ellos, sufrimos humillación, desprecio, trabajos insoportables, muerte, etc.! Y, no solamente no nos reciben amablemente con comida y bebida, sino, además, salen a nuestro encuentro a guerrear.

Sin embargo la misma Toráh menciona la razón por la cual no podemos despreciar al edomita: “Es tu hermano”. Descendiente de Esav, nieto de Abraham Abinu.

La fraternidad salvó a Edom.

Nuestro hermano es nuestra misma carne, compartimos un mismo techo, y convivimos bajo la misma tutoría. Y a pesar de perseguirnos para luchar, aún así no debemos despreciarlos.

La hermandad puede vencer cualquier inconveniente, lima asperezas entre hombres, supera enemistades por ser fracciones de una misma entidad.

Así es como debemos actuar frente a nuestros hermanos, miembros de nuestra misma casta, compañeros del mismo pasado, socios de la misma empresa espiritual. Pues nunca nuestra actitud deberá ser de rechazo y desprecio, al contrario tenemos el deber de acercarlos.

Aún cuando nos alteren sus actitudes negativas, inclusive al ofendernos o agredirnos, nuestra correcta reacción deberá ser repudiar ese comportamiento, mas nunca a nuestro propio hermano.

Todos viajamos en el mismo barco, y todos somos vitales para llegar a nuestro destino sanos y salvos, hagámoslo de la mejor manera ¡Hagámoslo unidos!

Shabat Shalom

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