Koraj-Envidia, Lujuria y Honor

La Parashá de esta semana se centra en la disputa de Koraj con Moshe Rabenu. El final de este episodio vergonzoso fue que él y sus seguidores fueron tragados vivos por la tierra. Rashi [1] hace la pregunta obvia: ¿qué pretendia Koraj al impugnar tontamente el poder y la posición de Aarón y Moshé? Él explica que Koraj, resentido por no haber sido seleccionado para un alto cargo, estaba celoso de su primo más joven Elitzafan ben Uziel que recibió la posicion de Nasi (Principe) sobre la familia de Kehat. La Mishná en Pirke Avot (4:28) nos dice que estos celos literalmente, “sacaron a Koraj fuera de este mundo”.

Rav Shlomo Wolbe Z “l elabora sobre la Mishná anterior. Cita a Maimónides quien explica de la siguiente manera: ”La Mishná dice que los celos, el deseo y la busqueda del honor sacan a la persona de este mundo. La razón es que quien posee estos tres rasgos de carácter, o incluso uno solo de ellos, renuncia inevitablemente a su fe en la Torá”. Está claro que Maimónides entiende ‘el mundo’ que se menciona en la Mishná como una referencia a La fe de una persona en Di-s. ¿Por qué estas tres cosas específicamente hacen que una persona pierda su fe?

Los celos(la envidia) dificultan la capacidad de una persona de percibir la Divina Providencia. Si realmente creemos que Di-s todo lo calcula hasta el último detalle, no habría ningún lugar libre para la envidia. ¿Cómo se podría estar celoso de lo que su amigo tiene, cuando se sabe que Hashem personalmente decide que esa persona no necesita o merece esa cosa?


La fe en la Torá es creer en el hecho que la espiritualidad es una realidad y es el principal objetivo en la vida. Las Taavot (los deseos físicos), son diametralmente opuestos a la capacidad de conectarse con la espiritualidad y pueden llegar a ser una fuerza debilitante; incluso placeres permitidos pueden llegar a ser obsesivos si uno se extralimita en ellos [2]. Como dice Rabenu Bajaye en Jovot Halevavot, “el propósito de la Torá es permitir a la lógica (sejel) reinar sobre los deseos.” Por lo tanto, quedar atrapado en satisfacer meros deseos físicos resta valor a la capacidad de creer en la espiritualidad como nuestro principal objetivo en la vida.

Por último, la persona que corre tras el honor carece claramente de la creencia que la verdadera recompensa y el castigo se dan sólo en el mundo venidero. Aquel que es consciente de este hecho no siente la necesidad de buscar honor, porque sabe que sus acciones serán recompensadas adecuadamente a su debido tiempo. Además, como Rabenu Yona escribe: “el honor que se recibe en este mundo podría incluso ir en detrimento de la recompensa a que estamos destinados de recibir en el mundo por venir.”

El Ramjal escribe [3]: “El deseo de honor es aún mayor que el deseo de riqueza, ya que es posible que una persona supere su inclinación por el dinero y otros placeres y todavía estar atrapado por el deseo de honor, incapaz de tolerar ser y verse a sí mismo menos que sus amigos”. Muchas personas fueron destruidas por el deseo de honor. La Guemará [4] nos dice que a Jeroboam ben Nabat se le negó el acceso al Mundo por Venir a causa de su deseo de honor. Los Sabios nos dicen: “El Santo Bendito lo agarro de sus ropas y le dijo: ‘Arrepiéntete, y tú y Yo y [el rey David] el hijo de Yishai caminaremos juntos en el Gan Eden’. Pregunto Jeroboam: “¿Quién va a ir primero? Hashem respondió: ‘El hijo de Yishai’. Jeroboam dijo: “Si es así, me niego’”.

Maimónides nos dice que “el mundo” de una persona es su Emuná – Fe. En vista de lo anterior, una gran manera de trabajar en nuestra Emuná es por medio de desarraigar cualquier sentimiento de envidia, deseos o ser honrado. Esta es una tarea muy difícil de lograr, porque la mayoría de las cosas que hacemos en la vida de alguna manera están conectadas a algún tipo de engrandecimiento personal. Sin embargo, ser conscientes de los efectos perjudiciales de estos rasgos negativos constituye un gran paso en la dirección correcta.
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[1] Bamidbar 16:1.
[2] Rashi, R’ Yona, Rav.
[3] Mesilat Yesharim, capítulo 11.
[4] Sanhedrin 102a.

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