Matot-Masë: Armonía

Nuestra parashá dedica una gran porción para describir y regular la relación que debemos entablar con la Tierra de Israel.

De hecho, y para cerrar con broche de oro, Di´s sentencia.

“Y no impurificarán la Tierra en la que morarán, en la cual Yo hago reposar Mi Presencia dentro de ella, pues Yo soy El Eterno, Quien mora dentro de los Hijos de Israel” (35-34)


¿A qué se refiere Di´s con no impurificar la Tierra? ¿Qué clase de impureza podría afectar a la Tierra Santa?
Prestemos atención a las palabras de Rabí Shimshon Hirsch, ZT”L.

“En esta ocasión la Toráh enfatiza el hecho que la Tierra es un lugar donde habita el hombre y “Reposa” la Presencia Divina.

Este es el territorio, patrimonio nacional de la sociedad, y espacio terrenal de la Presencia de Di´s.
Aquí convergen dos conceptos: El desarrollo social del pueblo, hincando sus raíces en el sometimiento al Todopoderoso y a Su Ley. Y la Presencia del Creador en ella, la cual asegura la elevación espiritual de las vidas de sus habitantes, al acercarse a Él.

Estos dos ideales dependen de la plena conciencia, de que el hombre fue creado a imagen y semejanza de su Creador.

De hecho, todo proceso jurídico dependerá de reconocer esta afirmación. Asimismo, los actos de altruismo podrán ser bien ejecutados únicamente si prevalece esta conciencia. No obstante, si la idea generalizada es la de asemejarnos a lo animal, es decir, que no presentamos ventaja alguna sobre las demás criaturas, entonces también aquello que lo motive en su relación con los demás será al estilo animal: violencia, preponderancia, egocentrismo, etc. No dejando espacio para el altruismo, la santidad y la justicia, provocando así que la Tierra se impurifique sometiéndose el débil ante el poderoso, generando, finalmente violencia y destrucción.

De esta manera, si el ser humano se doblega ante sus deseos e instintos animales, no habrá lugar para Di´s en la tierra. Ya que Él exige que se resguarde la justicia, que exista el deseo por las acciones altruistas, y que las personas anden por la vida de forma recatada y humilde.”

Ciertamente el hombre es el propósito de toda la Creación. Todo el cosmos está dispuesto para saciar sus necesidades y ayudarlo a alcanzar sus metas. Sin embargo, parte fundamental para llevar a cabo este objetivo, es el de prevalecer constantemente en relación armoniosa con el medio que lo rodea. No solamente en lo relativo a no destruir nuestro ámbito contaminándolo, sino a través de permitir que nuestro mundo sea un lugar óptimo para que en él resida El Creador mismo. En otras palabras, un sitio donde imperen los valores que nos ha encomendado alcanzar.

La tierra no es un ente inerte y pasivo. Ella retribuye todo aquello que se le invierta, pues, así como hace florecer cereales y frutos, si es abonada y regada de manera apropiada, de la misma manera gratificará si en ella se resguardan los valores humanos, y se guarda una sana relación con Di´s.

Uno de los hechos que más pueden ejemplificar esta verdad, es la destrucción de nuestro Sagrado Templo en Jerusalem, el Bet HaMikdash. El Talmud describe su caída comparándolo con moler harina. Es decir, El Templo, en ese momento ya había sido destruido en esencia, y lo demás no fue más que la remoción de sus ruinas. Nuestros padres destruyeron Jerusalém al no preservar en ella su contenido espiritual, exiliando así a la Presencia Divina de sus paredes, volviendo al Templo vulnerable.

Actualmente es difícil encontrar un lugar ideal para el desarrollo de nuestras comunidades, ya sea por la falta de seguridad, por la dificultad para conseguir el sustento, o por otras razones.
No obstante, lo que sí está en nuestras manos cambiar, es nuestra actitud frente a Di´s, y frente a nuestros hermanos.

Solamente trabajando en conjunto haremos de éste, un buen lugar para vivir.

Shabat Shalom
Yair Ben Yehuda

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