Noaj: El Ideal

Nuestra parashá relata sobre la vida y obra de Noaj.

Considerado como el gran continuador de la humanidad y de todo lo creado en Bereshit, se salva a sí mismo y a la semilla de todo ser vivo, por medio de su famosa arca.

Dice Rabí Eliyahu E. Dessler, ZT”L, en su libro “Mijtav Me Eliyahu”.


“Sobre la generación del Diluvio fue dicho: “(Dijo Di´s:) El fin de todo ser vivo vino frente a Mí, pues se ha llenado la tierra de hurto por culpa de ellos”                                  

De este versículo se pone en manifiesto, que el Diluvio fue mandado a destruir el mundo por causa del robo. Aún más, pues quien incurrió a ello, esto mismo fue el causante de su perdición, como dice el pasuk: “El fin de todo ser vivo vino frente a Mí”. Por sí mismo.

El término utilizado por la Toráh para describir este crimen es חמס (jhamás), que, de acuerdo a la traducción de Únkelós, se refiere al acto de arrebatar aquello que le pertenece a los demás. Por esta razón, la única forma de salvarse de esa destrucción fue haciendo justamente lo contrario; dedicándose al altruismo y a la beneficencia.

Tratemos de imaginar cómo era la situación en el arca. Noaj, su esposa, sus hijos y nueras – ocho almas en total – se dedicaron día y noche a la alimentación y cuidado de miles y miles de especies de animales, siendo éste un acto de bondad y altruismo sin precedentes.

Este servicio era justamente el aspecto espiritual que representaba la protección del arca. Comparable a la gema que irradiaba luz a todo ese recinto. Pues no existe nada en el mundo que pueda opacar a la luz espiritual, la luz de la inspiración Divina, aún dentro de la oscuridad de los infortunios de este mundo.

De manera natural era imposible que el arca se mantuviera sellada frente a las tormentas que azotaban al mundo entero; las olas, el fuego y el azufre que destruían todo lo existente. Mas, justamente en ello radicaba el milagro, ya que el arca se protegió dentro de ese único y maravilloso marco de prodigalidad”.

Esta pieza en la historia de la humanidad, no solamente representó la salvación del género humano y de los animales, sino, además, marcó las directrices para conservar nuestra integridad, física y espiritual, dentro de un mundo caótico.

Sin duda a muchos de nosotros nos gustaría cambiar la realidad que nos rodea. Agregar mejoras, o eliminar elementos que frenan nuestro desarrollo personal y, ultimadamente, comunitario. Utopía que todos soñamos y aspiramos verla concretada.

Nuestra parashá nos plantea una idea real y tangible: “Para comenzar con el proceso de transformación, es imperativo crearse un núcleo familiar, el cual se oponga firmemente a las malas influencias que deseamos desarraigar. Tenemos que hacer de nuestro propio recinto un microcosmos del mundo ideal al que aspiramos, donde se vea el altruismo a flor de piel, y que en él se respiren pensamientos y actitudes positivas”.

Noaj, en un principio, instó a las personas a retornar a su Creador. Les advertía sobre la eventual destrucción del mundo si seguían detrás de sus pensamientos e ideales erróneos. Al final sus intentos fueron en vano, y no tuvo más remedio que guarecerse dentro de su mundo de bondad, y practicar sus ideales hasta las últimas consecuencias. Si bien no consiguió transformar a la humanidad, por lo menos fue merecedor de que, a partir de él, surgiera una especie nueva de seres vivos, quienes no lleguen a corromperse totalmente practicando el egoísmo en su máxima expresión.

Noaj nos invita – además – a ejercitar la auténtica libertad, a perseguir la verdad a pesar de tener al resto del mundo en nuestra contra. De tomar decisiones aisladas de la influencia del “qué dirán”, y manejarnos de acuerdo a nuestros principios. Pues gracias a esa actitud Noaj se mereció el título de “justo íntegro”, salvador y abastecedor de la creación.

Este es el mensaje de nuestra parashá: Saber que la realidad que nos rodea no es determinada por los elementos físicos, ni por la gran mayoría de las personas, sino por nuestra férrea voluntad de ser y actuar de acuerdo a los parámetros establecidos por el Creador del universo.

Shabat Shalom

Yair Ben Yehuda

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