En la segunda parashá que leeremos este Shabat, la Toráh nos describe cómo se cura el tzaraät (enfermedad parecida a la lepra).
A pesar de no estar explícito en el texto la razón de su aparición, nuestros sabios revelan que se originaba al utilizar el poder del habla en contra de los demás, el conocido “Lashón ha rä”, maledicencia.
Dicha “enfermedad” aparecía primeramente en las paredes de la casa, advirtiendo a la persona que debía corregir su forma de hablar. Si no recapacitaba y se arrepentía, estas manchas se extendían sobre su ropa, hasta que el tzaraät atacaba su propio cuerpo, llenándolo de llagas y úlceras. Entonces el cohen salía a observarlas, y determinaba si eran llagas propias del tzaraät, e impuras, o tal vez su origen provenía de otra enfermedad y eran puras.
Una señal que determinaban la pureza o impureza de la llaga, era el color del vello de ésta, pues si se tornaba blanco era señal contundente de impureza.
Sin embargo nuestra parashá menciona algo que, aparentemente, contradice la formula mencionada.
“…si todo se vuelve blanco, será puro…”(Vaykrá 13-13)
El Jafetz Jaim, Rabí Israel Meir HaCohen ZT”L, pregunta la obvia contradicción; ¿Si por una llaga que cambio el color del vello a blanco, la persona se impurifica, con mayor razón si todo él se encuentra blanco? ¿Por qué la Toráh determina que es puro?
El Jafetz Jaim explica que todo este proceso, la grave trasgresión y el castigo, están basados en uno de los pilares de la vida judía: “La Humildad”.
Cuando comenzamos a hablar de otros es porque suponemos que tenemos la posición de juzgar y criticar a los demás, olvidándonos que nosotros también tenemos errores y, quien sabe, tal vez más y peores de los otros.
Por lo tanto, originalmente lo que nos motiva a hablar mal de nuestros prójimos es el orgullo y la prepotencia.
Hay que saber que cuando la Toráh manda un castigo, no es solamente para escarmentarnos, sino también, y más importante aun, para erradicar nuestro mal desde la raíz.
Aquel, cuyo problema es el orgullo y la soberbia, debe aprender a darse cuenta que, en realidad, no es más que un ser vulnerable y débil, no mejor que los demás, inclusive, por su actitud frente a los otros, peor que ellos. Por ese motivo Di´s le manda llagas que lo vuelven repugnante frente a los otros y, por si fuera poco, deberá permanecer aislado fuera del campamento siete días, analizando su situación y reflexionando, elaborando planes de cambio.
No obstante aquel que todo su cuerpo se transformó, y las úlceras lo cubren de pies a cabeza, su corazón se quiebra a tal punto de necesitar aislarse para reflexionar, pues en ese momento recapacita y se arrepiente. No hay opción para pensar que tal vez es una leve enfermedad cutánea ¡100 % es una señal del Todopoderoso para arrepentirse, y sin duda lo hace! Él se somete, baja la cabeza y rompe de una buena vez su orgullo ante Di´s, acabando así con su problema de Lashón HaRä.
¿Qué relevancia tiene todo esto? ¡En la actualidad no existe dicha enfermedad!
Reflexionemos un instante en aquellos momentos de nuestra vida que hicimos el ridículo frente a los demás, una caída en una boda, derramar el refresco en el vestido de alguien o, simplemente, caminar por la calle con una gran mancha en la camisa. Todas ellas son excelentes oportunidades para practicar la humildad y la sumisión, para reflexionar y darnos cuenta que no somos tan grandiosos como pensamos, ni tan inteligentes como creíamos. Somos simples seres humanos llenos de faltas y errores, a veces hechos sin intención y a veces con intención, alevosía y ventaja, con el objeto de tener provecho de los demás.
Si realmente aprovechamos esos momentos conseguiremos juzgar a los demás para bien, logrando cuidar nuestra habla, llenándola de positivismo y buena voluntad.
Shabat Shalom
Yair Ben Yehuda