VaYerá: Observación

Lot es salvado de morir en Sedóm gracias al mérito de Abraham. Como bien es conocida la historia, dos ángeles llegan de visita a su casa, éste les ofrece comida y alojamiento. La gente de la ciudad, al enterarse de que Lot se disponía a realizar actos de bondad con extranjeros, actividad catalogada como delictiva, rodea la casa amenazando con linchar a sus invitados y, ultimadamente, a Lot mismo. Los ángeles salvan a Lot, a su mujer y a sus hijas, anunciándoles la inminente destrucción del lugar, apurándolos a huir lo antes posible, y advirtiéndoles de no mirar atrás, hacia la ciudad; “No sea que seáis consumados también como ella”. Así hacen, mas la curiosidad vence a la sensatez, y la mujer de Lot mira hacia Sedóm, y en un instante queda petrificada en sal.

Di´s quiso salvar a Lot y a los suyos, y les ordenó cumplir una sola mitzváh, la de no voltear hacia atrás. Primeramente hay que entender la actitud de la mujer de Lot que, por más curiosidad que llegare a tener, si su vida está en juego, obviamente mantendrá su vista fija hacia delante, y ni siquiera se atrevería a mirar de reojo. En segundo lugar es preciso entender por qué justamente fue convertida en un monolito de sal ¿qué diferencia puede haber entre eliminarla o convertirla en un enorme salero?

“Y no se guiarán tras los dictámenes de sus corazones (deseos) y tras lo que observen sus ojos” (3er párrafo del Shemä)


Aparentemente el orden es incorrecto. Pues, aparentemente, para desear primeramente hay que observar: La Toráh asegura que el proceso es al revés; Nadie es motivado a observar algo, si no es que el deseo se encuentra fijo en su corazón: En otras palabras; uno determina aquello que quiere que sus ojos vean.

Pero el tema no concluye ahí, pues la Toráh nos enseña que el poder de la observación puede trascender todos los límites, y echar por tierra cualquier convencionalismo.

La vista es un poder que funciona en dos sentidos, primeramente porque tiene la capacidad de hacernos entender nuestro entorno, gracias a ella asimilamos los mensajes que el mundo nos transmite. Pero también la visión tiene el poder de influenciar al medio que nos rodea.

En varios lugares en el Talmud se habla sobre el Äyin HaRä, cierto tipo de fuerza destructora a través de la vista, fundamentada, principalmente en la envidia.

Cuando el sentido de la vista es utilizado correctamente, y procuramos observar siempre cosas buenas o, más aún, aspectos positivos de quienes nos rodean, o la parte amable de las situaciones difíciles, entonces, eventualmente, también llegaremos a ser buenos canales para influenciar positivamente a nuestro medio.

Pero si acostumbramos a nuestros ojos a ver siempre maldad, lo negativo, destrucción, muerte, mentira, frivolidad, depravación etc., también podríamos llegar a ser transmisores de esos valores a nuestro entorno, familiar y social.

En realidad, todo entra en un círculo vicioso ya sea para bien, o para lo contrario. Pues si nos acostumbramos a ver siempre el bien, ello atraerá siempre nuestra atención, y al buscarlo en todas las cosas, conseguirá fortalecerse aún más, influenciando a nuestro mundo. Por ende, estaremos rodeados siempre de bondad y crecimiento espiritual, etc. Desgraciadamente este sistema funciona también hacia el lado contrario, llegando en casos extremos a la autodestrucción.

Así es posible explicar lo que sucedió a la esposa de Lot, pues el midrash relata que cuando llegaron los ángeles a casa de Lot, ella no les quiso dar ni siquiera un poco de sal (que justamente por medio de ésta fue castigada). Es decir, la mujer de Lot contaba ya con pésimas cualidades humanas y seguramente le hubiese gustado presenciar de qué manera eran exterminados los habitantes de ese lugar, sus vecinos, “amigas”, conocidas, etc. fortaleciendo el sentimiento de alegría por haber prevalecido y ellos no. Así fue como el egocentrismo venció a la cordura y… miró. En ese momento el poder de su vista absorbió toda aquella maldad y destrucción, y la materializó en sí misma, convirtiéndola en monumento a la degradación humana. ¡La maldad que logró criar en su estadía en Sedóm, la atrapó justo en su escape hacia la vida!

Cuando la Toráh hace hincapié en el cuidado de los ojos, no nada más se refiere a no mirar falta de recato, sino a todo aquello que puede mostrarnos una imagen errónea de la realidad, pues convierten lo vacío y pasajero en nuestros guías.

Tenemos la responsabilidad de utilizar todos los medios e influencias, para preparar el terreno donde nuestros hijos, y los hijos de nuestros hijos, puedan tomar ejemplos de lo que es verdadero. Empezando por nosotros mismos, buscar un ámbito que nos de ejemplos positivos a seguir. Únicamente así conseguiremos que en nuestros hogares, el lado positivo siempre sea el dominante.

Shabat Shalom

Yair Ben Yehuda

 

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