VaYeshev: ¿A dónde ir?

El polémico episodio de la venta de Yossef, vuelve a ubicarse en nuestra mira, en esta ocasión en el análisis de la actitud de dos de los hermanos que intervinieron en el asunto: Reubén y Yehudá.

Después del controversial fallo de la corte – constituida por todos los hermanos – y casi a punto de ejecutar la sentencia de muerte, interviene Reubén para socorrer a Yossef.

“Y escuchó Reubén y lo salvó (a Yossef) de sus manos, y dijo: No matemos un alma. Y les dijo Reubén: No derramen sangre, arrójenlo a este pozo del desierto, y no extiendan su mano sobre él. Pues tenía intención de rescatarlo de sus manos y retornarlo a su padre.”


Más tarde, Yehudá, otro gran líder de la fraternidad, con la misma iniciativa logra por segunda vez proteger a Yossef convenciendo a sus hermanos de venderlo a una caravana de comerciantes Ishmeëlim, en vez de aplicar sobre él la pena capital.

“Y dijo Yehudá a sus hermanos: “¿Qué beneficio tendremos al matar a nuestro hermano, y debamos cubrir su sangre? Vayamos y vendámoslo a los Ishmeëlim, mas nuestra mano no pongamos sobre él, pues nuestro hermano, y carne de nuestra carne, es. Y escucharon sus hermanos.”

Aparentemente estas dos formas de comportamiento son sumamente loables, ya que tenían como propósito doblegar una acción justa, pero cruel, ante los sentimientos de piedad y hermandad. No obstante las dos fueron criticadas, y solamente una de ellas ameritó también ser elogiada; la de Yehudá. ¿Por qué?

Analicemos la explicación de Rashí

“Reubén dijo para sí: Yo soy el primogénito, el mayor de todos, sin duda sobre mí recaerá la culpa.”

Explica el Maharshál, ZT”L: “Más adelante, en la parashá VaYehí, Yaacob bendice a Yehudá por haber dicho: ¿Qué beneficio tendremos al matar a nuestro hermano? Cualquiera preguntaría ¿Por qué no bendijo también a Reubén por sus intenciones de salvarlo (y no venderlo) para entregarlo nuevamente a su padre?

Sin duda las intenciones de Reubén no estaban limpias de intereses personales, ya que su propósito era salvar también su honor de primogénito.”

Esto se comprueba unos versículos adelante, cuando por fin lo sacan del pozo, en ausencia de Reubén, y lo venden a los comerciantes. Cuando regresa Reubén y repara que Yossef ya no está, dice: “El niño ya no está, y yo ¿A dónde Iré?”(37, 30)

Dice Rashí que su intención fue decir “me escaparé del sufrimiento de papá.”

Vemos que Reubén no fue motivado plenamente por su sentido de responsabilidad; sus intereses personales también lo empujaron a actuar de esa manera.

Finalmente un doloroso sentimiento de culpa lo envuelve, hasta el punto de no querer encontrarse con su padre y absorber de forma frontal su pena y dolor.

Por otro lado, Yehudá no dudó ni un segundo en su decisión, el pensó que vender a Yossef sería la mejor manera de mantenerlo protegido de sus hermanos, aunque de esto surgiera un inmenso dolor a su padre. Esta actitud Yaacov la consideró como muestra inequívoca de que él debía ser el líder. Pues demostró determinación, firmeza, capacidad de resolver dificultades en momentos apremiantes, y disposición para recibir sobre sí grandes responsabilidades.

En conjunto estas cualidades le trazan a la persona un camino y una dirección sobre la cual podrá transitar firme y seguro y, a la vez, tener la posibilidad de conducir a otros.

Cuando falta uno de estos elementos, la persona pierde fuerza personal, la duda y el miedo lo acosan y, en ocasiones, lo orillan a escaparse de sus problemas, o a evadir responsabilidades. Y eventualmente tampoco conseguirá dirigir a los demás, pues el norte se le planteará como una visión confusa.

De esta manera, las actitudes de Reubén y Yehudá, son parámetros, o catalizadores, para conocernos internamente, para determinar si contamos con ideas y principios firmes que nos conduzcan a tomar decisiones correctas en las situaciones más sensibles de nuestra vida espiritual, personal y familiar.

¿A dónde ir? No es una pregunta que el judaísmo avala plenamente, pues contamos siempre con una dirección: Introspección, estudio, tefiláh y, sobre todo, una actitud positiva.

Siguiendo estas señales, nuestro judaísmo cobrará vida y fuerza, pasará del letargo a la acción, de la pasividad a la actividad, de ser conducido a liderar.

Así alcanzaremos a hacer de nuestro ámbito, familiar y social, un verdadero núcleo dondenuestro judaísmo prospere y de frutos.

Shabat Shalom

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