Parashá Tazria 5782
“La Metamorfosis judía” El ser humano tiene un proceso de cambios físicos, mentales, de actitud y conforme va creciendo va mejorando como persona, por otro lado hay cambios que tientan …
Las dos Parashiot (mejubarot -unidas) que se leen esta semana hacen referencia a las leyes de pureza e impureza de la mujer que concibiere y a aquellas relativas a quienes contraían “tzorá” -especie de lepra- por la comisión de ciertos pecados. Se describen los distintos tipos de lepra y el proceso de purificación que se deben hacer al haber sufrido esta aflicción.
A simple vista pareciera que la lepra connota únicamente impureza, es decir lo negativo, pero no es así. No tan sólo alude desorden y mala condición de la piel, sino también puede verse lo positivo en su esencia. Incluso Mashíaj al estar en el Galut -exilio- varias veces es denominado como leproso por el Talmud, como está descrito: “Mashíaj sufre por nuestras acciones y nuestras enfermedades son de él”. Siendo obvio el hecho de que Mashíaj no connota mal de ninguna forma. Mashíaj como sabemos, existe en cada generación y por lo tanto debe pasar por todos los sufrimientos del exilio junto a Am Israel. De qué manera sufre Mashíaj? Lepra, como aclara Jasidut, es la situación que afecta la piel del cuerpo, es una infección de la capa externa que no se relaciona de ningún modo con los órganos internos. En resumen, la lepra representa a una persona que internamente está refinada e intacta y lo único que le falta es purificar su cáscara exterior. En el caso de Mashíaj la “cáscara” consiste de todas las debilidades de los judíos. Y en nuestras manos cae el deber de purificarnos para que el Mashíaj pueda liberarnos del Galut. Según lo antedicho es muy obvia la relación entre la Metzorá -lepra- y Mashíaj, por lo cual se entiende que las leyes están relacionadas con el proceso de la revelación de Mashíaj y el proceso de refinamiento por el cual los judíos tienen que pasar en el momento de su revelación, pues Mashíaj espera impacientemente por el día en el cual su sufrimiento cesará y D-os traerá la redención final.
A partir de la segunda noche de Pésaj y hasta la víspera de Shavuot todas las noches se cuenta el Omer -ofrenda que se llevaba al Templo de Jerusalem. Cuando Moisés informó al pueblo judío de su liberación de la esclavitud también le dijo la finalidad de esa redención que era el recibimiento de la Torá en el Sinaí. Por ello inmediatamente después de la salida de Egipto los judíos empezaron a contar los días y las semanas a la espera del recibimiento de la ley divina. Estas siete semanas -cuarenta y nueve días- se considera un período de crecimiento espiritual. También señala el gran potencial para el cambio que tuvo el pueblo ya que pasó en un tiempo muy corto, de un nivel máximo de impureza cuando se encontraba en Egipto a uno de máxima pureza al recibir la Torá.
Se recalca la importancia de la concepción y de la maternidad. En los primeros cuarenta días de la concepción se decide el futuro de la persona. D-os determina su sexo, su salud, su grado de inteligencia, su apariencia y sus posibilidades físicas y mentales así como su destino. Lo único que no es decidido es si será buena persona -tzadik- o mala persona -rashá. El grado de su observancia de la Torá depende del esfuerzo que haga. Cuando el niño está en el vientre materno se le enseña toda la Torá, se le muestra una visión del Gan Edén -Paraíso- y del infierno -Guehinom- y el ángel encargado de ello le aconseja a ser un tzadik y no un rashá. Cuando el niño nace el ángel toca sus labios provocando el olvido de toda la Torá que haya aprendido. Sin embargo este conocimiento queda registrado a nivel subconsciente.
El bebé humano es el único de los animales que succiona de la parte superior del cuerpo de su madre -cerca de su cabeza- demostrándonos la atención que D-os dispensa a la dignidad y santidad -kedushá- del género humano. En el principio, el nacimiento se producía inmediatamente después de la concepción y sin dolor. La situación actual es producto del pecado cometido por Eva. Sin embargo en el futuro se volverá a la situación original tal como se prevé en la profecía de Yeshayahu -Isaias.
Generalmente se usa el término “tzorá” como lepra y “metzorá” como leprosos, pero debe tenerse en cuenta que se trata de un tipo especial de lepra mandada por D-os, que sólo afectaba a los judíos en tiempos del Beit Hamikdash -Templo. Existían algunas faltas o pecados (idolatría, blasfemia, inmoralidad, asesinato) por las cuales la persona podía ser atacada con la enfermedad de tzorá: “Lashón Hará” -hablar mal, chismosear- era considerado uno de los pecados más graves y aún lo es en nuestros días. De todos los órganos del cuerpo, la lengua es la que se mueve con menos dificultad y a mayor velocidad, por eso el pecado que se comete con mayor frecuencia es el de Lashón Hará. Debemos darnos cuenta que las palabras dichas no se evaporan sin antes dejar una marca que no puede ser borrada ni recogida. La lengua es un arma muy potente, lo hablado por una persona puede perjudicar a otra que se encuentre a gran distancia, incluso en otro continente, cosa que no puede hacer un revólver o un puñal, además el lashón hará liquida a tres personas simultáneamente: al que habla, al que escucha y aquel sobre el que se habla. Para ser salvados del chisme diariamente le pedimos a D-os en nuestras plegarias que impida que hablemos mal de otros. Cada persona debe ocuparse de sus propias fallas y limitaciones para superarlas. Las imperfecciones que uno ve en los demás generalmente son proyección de las propias.
Fuentes:
Mati Jakubowicz y Jaya Perman: “Al Compás del Tiempo…”. Organización Jabad Lubavitch de Venezuela. Caracas, 1991
Publicación “Le´Jaim”. Organización Jabad Lubavitch de Venezuela. Caracas 1993
Notas personales de Carla de Castro Sosa en www.madregot.com – 2002-2013
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