Enredarse

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En 1948 empezó el proyecto Framingham en la ciudad de Massachussetts del mismo nombre, para estudiar las causas de hipertensión y de enfermedad cardiovascular. Se recabó información médica de tres generaciones, la cual sirve hoy como base de todos los tratamientos contra estos padecimientos.

Nicholas Christakis y James Fowler, de Harvard y de UC en San Diego, respectivamente, investigaron un aspecto ajeno al colesterol o a los triglicéridos: las relaciones entre amigos, colegas y parientes de los participantes en el proyecto. Con los datos construyeron un mapa de asociaciones y conexiones para probar su hipótesis: que la red social afecta directamente el comportamiento de la gente, y por tanto su salud y su sensación de bienestar.

En el tema de obesidad, por ejemplo, se encontró que los miembros de una red social que aumentan de peso lo hacen de una manera casi sincronizada, como un virus extendiéndose ahí donde hubo infección. Si una persona se hizo obesa, la probabilidad de que le suceda a su amigo sube casi al doble.


Obviamente no es la obesidad la que contamina, sino el poder de un grupo social de modificar el comportamiento individual. De igual interés fue descubrir que el efecto se extiende a larga distancia; amigos que se fueron de Framingham tuvieron tanta influencia como los del vecindario.

Las redes sociales se forman con personas conectadas por uno o más tipos de interdependencia: amistad, parentela, creencias, trabajo, aficiones, etc. Operan en múltiples niveles y juegan un papel importante en la manera como los problemas se resuelven, entre individuos, organizaciones o la nación entera.

¿Qué relevancia tiene este estudio para México? Una es la referente a la salud, por ejemplo la reciente explosión en el índice de obesidad. Si un estudio de redes sociales encontrara una directa correlación con la obesidad, podría apoyarse en estas mismas redes para combatirla. Lo mismo se aplica al tabaco, al alcohol o a las drogas.

Las redes también modulan nuestra reacción ante las noticias. En una era en que los medios de comunicación masivos son muy eficientes, la intolerancia congrega, en unas horas, por mensajes digitales, a una red social de jóvenes para atacar a otros (los “Emo”), y el pánico se apodera de miles de ciudadanos que atraviesan la frontera (Cd de Reynosa).

Ejemplos nocivos de las redes se encuentran también en la administración pública, con redes organizadas para otorgar permisos de alcohol o de carteleras, para acosar con multas de tránsito o para ausentarse en zonas de delito. La red de corrupción parece expandirse como epidemia entre funcionarios públicos con cada cambio de poderes.

Podemos enmarcar más fenómenos que nos aquejan, siguiendo este razonamiento y esta tecnología social. El que más nos molesta ahora es el de la inseguridad, causada por una red social perniciosa de criminales, que ha avanzado con características de epidemia y provocado la sensación de inseguridad. Sin minimizarla ni mucho menos menospreciarla, la percepción de inseguridad está exagerada por las mismas redes sociales que la padecen, un efecto típico del fenómeno de redes. Sin embargo, por cada hecho delictivo hay millones de actos positivos cada día en nuestro país, que adolecen de redes sociales para ser difundidos y balancear las malas noticias.

Existe también la sobrerreacción optimista, como las euforias irracionales del pasado sobre prosperidad económica, el tener que “aprender a vivir en la abundancia”, antes de la firma del TLC o cuando el PRI perdió el monopolio del poder en la presidencia. Las redes sociales se encargaron de sobredimensionar las noticias positivas.

El efecto de las redes sociales es evidente. Según Fowler la idea de un individuo como ente solitario es un mito. Christakis añade que la gente es más que la suma de sus partes, aludiendo al poder de las interacciones sociales. Ya que las redes sociales pueden ser de colaboración positiva o negativa entre las personas, en México podríamos usar el mecanismo de las positivas para la reparación de nuestra sociedad. Y entre más pronto mejor, que hay mucho que componer.

Acerca de Jacobo Wapinsky

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