En el expreso a Lublin, un joven se sentó junto a un próspero comerciante.
¿Podría usted decirme la hora? -preguntó el joven al comerciante. Este lo miró de pies a cabeza y le respondió:
– Váyase al diablo.
– Bueno. ¿Y por qué motivo me manda usted al diablo? ¿Acaso no le hice la pregunta en forma cordial y respetuosa?
El comerciante lo miró fastidiado y le respondió:
– Muy bien, se lo diré. Como usted me hizo una pregunta, yo tendría que darle una respuesta y entonces usted entablaría una conversación conmigo sobre el tiempo, la política, los negocios, etc. Como una cosa lleva a la otra, yo deduzco que usted es judío y que no conoce a nadie en Lublin. Como yo también soy judío y vivo en Lublin, me veré obligado a invitarlo a comer a mi casa, y ahí tendrá la oportunidad a conocer a mi hija Sara. Como ella es una hermosa niña y usted es un hombre guapo, usted la invitará al cine varias veces, y terminará por enamorarse de ella. Finalmente, usted me pedirá su mano, y ahí está el origen del problema, porque para serle sincero, jamás dejaré que mi hija se case con alguien que no tenga su propio reloj.
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– Doctor, me parece que tengo catarro.
– No, lo que usted tiene es sífilis.
– Gracias a Dios. Lo que yo creía es que me había resfriado.
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– ¿Qué es pantomima?
– Es cuando dos personas hablan entre si, pero no dicen nada.
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Hijo, márcale a tu tío para que te diga su número telefónico.
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Un señor rico encomendó a un pintor vanguardista un cuadro que contenga el paso de los judíos por el Mar Rojo. Viendo el cuadro pintado entero de color rojo, le pregunta al pintor:
– ¿Qué es eso?
– El Mar Rojo.
– ¿Dónde están los judios?
– Ya pasaron.
– ¿Dónde están los egipcios del ejército del Faraón?
– Se ahogaron en el mar.
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