Trump y Netanyahu: ¿Cómo interpretar la cumbre?

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La cumbre de Trump y Netanyahu, dicen los medios, dio un giro ‘pro israelí.’ De ser cierto, ello sería un reto para el modelo de HIR. Pero no lo vemos así. El resultado de la cumbre, en nuestra opinión, ha sido ‘pro iraní.’ Opinar otramente, como mostramos, requiere privar al público del contexto histórico relevante.

Nota preliminar

Editar y corregir un modelo científico nos obliga a hacer predicciones y observar en qué medida atinan. Por eso, antes de que Donald Trump tomara posesión, hicimos públicas, en Foreign Affairs, nuestras predicciones sobre lo que serían sus políticas (Parte 1). Hemos encontrado una política estadounidense tradicional, muy consistente, de fortalecer el yihadismo, en especial el iraní, y de socavar la seguridad israelí (Parte 2); sobre esta base predijimos que Trump haría lo mismo. La conclusión:

“Sospechamos que, si bien el discurso será distinto, las políticas de Trump en el Medio Oriente serán muy parecidas a las de Obama.”


Luego de que Trump asumiera su cargo, y en vísperas de la cumbre que agendó con Benjamín Netanyahu, Vox opinaba que el mandatario estadounidense ya ‘sacaba el cobre.’ Sus propuestas, comentó,

“nos recuerdan a los dos gobiernos anteriores. Trump dice ahora que los asentamientos no ayudan a la paz en Oriente Medio; dejó claro que el traslado de la embajada [estadounidense a Jerusalén] no sucederá pronto, si acaso se hiciere; y no emite señal alguna de alistarse realmente a retirarse del acuerdo nuclear [con Irán] y reimponer sanciones sobre Teherán. La posición de la Casa Blanca de Trump sobre Israel, en otras palabras, emerge como una versión diluida de la de Obama…”[0]

Esto, dice Vox, “ha… desconcertado a muchos aquí [en EEUU] y en Israel.” Y eso, sin mencionar que la conmemoración del Holocausto del gobierno de Trump tuvo a bien omitir cualquier mención del pueblo judío, algo que es difícil interpretar excepto como un insulto deliberado y gozoso.

Todo esto empata con las predicciones de HIR. Aquí no hay desconcierto. Empero, luego de la cumbre entre los mandatarios estadounidense e israelí, muchos ven a Trump dando un giro ‘pro israelí.’ ¿Por qué?

En la cumbre, Trump declaró que aceptaría, si las partes así lo acordaran, la ‘solución de un Estado.’ Esto implica la anexión israelí de Judea y Samaria—es decir, que OLP/Fatah (ahora llamada ‘Autoridad Palestina’) ya no recibiría estos territorios para gobernarlos cual Estado propio—. Se interpreta que esto es ‘malo’ para OLP/Fatah y por ende ‘bueno’ para Israel.

Pero a mí esto me recuerda un truco que me hicieran de niño para resolver un conflicto de interés. Echando a volar una moneda, mi amigo anunció: “Águila, pierdes; sol gano.” La destapó y me la mostró: “Fue sol. Yo gano.” Me pareció justo (todo fue muy rápido).

La jugada que han hecho a los israelíes tiene la misma estructura, si bien depende menos de la rapidez que de la ignorancia. El israelí de a pie—como pude constatar yo mismo cuando viajé a ese país—no conoce ciertos datos históricos claves; por eso, no puede ver que le han dicho: “Águila, pierdes; sol, gana Irán.” Se haga la ‘solución de dos Estados,’ como querían Obama y sus predecesores, o se haga la ‘solución de un Estado,’ como ahora osa imaginar Trump, ganan siempre los ayatolás iraníes, ésos que prometen a diario exterminar a los judíos israelíes.

Para explicar todo esto, escribí el artículo que a continuación reproduzco, y que fue publicado en el diario mexicano El Universal.

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Trump y Netanyahu: ¿Cómo interpretar la cumbre?

La cumbre política, un ritual estereotipado, tiene su guion: los jefes conversan, van a los micrófonos, y emiten declaraciones. Los medios luego interpretan. Parece información al público—y así se presenta—. Pero el público jamás escucha el contexto histórico. Para interpretar la reciente cumbre de Donald Trump y Benjamín Netanyahu precisamos cuatro datos históricos, usualmente omitidos.

Empecemos por las declaraciones. Trump, según dijo, apoya a Israel y hará un esfuerzo por negociar ‘la paz’ entre árabes palestinos y judíos en Oriente Medio. Esto es ‘de cajón’—lo dice siempre el presidente de turno—. Pero según Trump, le da igual que la negociación produzca dos Estados en lo que ahora es Israel (como habían exigido sus predecesores) o solo uno. La segunda opción implicaría la anexión israelí de Judea y Samaria (‘Cisjordania’). Esto es nuevo.

¿Qué interpretación toca? La más influyente, como siempre, será la del New York Times. Este periódico comenta que “los líderes palestinos lamentaron la posición del Sr. Trump, sintiéndose abandonados por EEUU, el principal patrono de la Autoridad Palestina.”[1] Al imaginar públicamente la posible anexión de Judea y Samaria, sugiere el Times, Trump ha dado un giro ‘anti palestino’ o ‘pro israelí.’

¿Tiene mérito la interpretación? Vengan los datos.

El primer dato lo plasmó el mismo New York Times, en 1979, en primera plana, pero ya nadie lo conoce, porque, desde entonces, ni el Times ni nadie lo menciona: OLP/Fatah—hoy llamada ‘Autoridad Palestina’—fue la madrina de Irán.

Leyó Usted correctamente. Yasir Arafat y Mahmud Abás, líderes eternos del grupo terrorista OLP/Fatah, armaron y entrenaron a las guerrillas de Ayatolá Jomeini. Luego fueron los primeros dignatarios en apearse en Teherán, en 1979, para celebrar con Jomeini la revolución. Acto seguido, ayudaron a crear la policía secreta iraní (SAVAMA) y la Guardia Revolucionaria (creadora de Hezbolá y protectora del régimen).

Lo documentamos aquí : [2]

La meta conjunta, anunciaron Arafat y Jomeini, sería exportar la revolución islámica y destruir a Israel. Para lo último, explicó Abás a los reporteros árabes en Teherán, OLP/Fatah tenía su ‘Plan de Fases’: promete ‘paz’ a cambio de entrar a Israel (primera fase); luego, cual caballo de Troya, y con la ayuda de Irán, destruye al Estado judío (segunda fase). A esto pronto lo llamarían—con astucia orwelliana—el ‘Proceso de Paz.’

¿Sigue vigente el plan? Abran paso al segundo y tercer dato.

En agosto 2015, mientras EEUU e Irán finalizaban las cláusulas de su tratado nuclear—mismo que descuida revisar ciertas instalaciones militares iraníes, pero no descuida liberar enormes capitales para los ayatolás—, Irán firmó con OLP/Fatah un acuerdo de “cooperación total.” [3] ¿En qué piensan cooperar? No hace falta especular: en público, de menos una vez al mes, los ayatolás iraníes prometen exterminar a los judíos israelíes.

A la luz de estos datos históricos, es obvio que la muy tradicional ‘solución de dos Estados,’ tan favorecida por los presidentes anteriores, es anti israelí, pues propone que los territorios de Judea y Samaria—mismos que un reporte del Pentágono (fechado 1967) considera indispensables para la supervivencia israelí [4]—sean separados de Israel y entregados a OLP/Fatah. Es decir: a Irán.

Pero en la cumbre Trump dijo estar dispuesto a respaldar la ‘solución de un Estado’: la anexión israelí de Judea y Samaria. Se interpreta como un giro ‘pro israelí.’ ¿Tiene sentido? En absoluto. En esta ‘solución,’ se instala dentro de Israel—indefinidamente—el grupo OLP/Fatah. Es decir: Irán.

No hay giro pro israelí. Sea la de Obama, o sea la de Trump, la ‘solución’ planteada es una Solución Final.

¿Qué sería, entonces, apoyar realmente a Israel? Esto: exigir que OLP/Fatah—o sea, Irán—sea expulsada del Estado judío. (Y esto sería apoyo también—ojo—para los árabes palestinos, sojuzgados hoy por OLP/Fatah, quien hará de ellos bombas suicidas iraníes.)

Ya puedo oír la objeción: “¡Pero si Netanyahu se veía muy contento con las declaraciones de Trump! ¿No indica eso que la política de Trump sea pro israelí?”

De ninguna manera. Razonar así es lo contrario de hacer ciencia política. El patriotismo de Netanyahu no puede suponerse a priori. Debemos evaluar el sesgo de sus políticas con base en los datos históricos—poco conocidos—que hemos repasado aquí, y luego, con base en ese análisis, evaluar su patriotismo. La pose y los discursos de Netanyahu sobran; las obras son amores.

Eso lo recalca el cuarto y último dato histórico (otro que nadie recuerda): fue el propio Netanyahu quien metiera a OLP/Fatah—es decir, Irán—al Estado judío. Leyó Usted correctamente.

Descuide: no estoy negando que Yitzhak Rabin y Shimon Peres firmaran en Washington, en 1993, los Tratados de Oslo con Yasir Arafat y Mahmúd Abás. Así fue. Pero aquel acuerdo no habría sucedido sin las negociaciones de 1991, del gobierno israelí anterior, en la Conferencia de Paz de Madrid.[5] Ahí, el tabú sagrado de la política israelí, aquel que prohibía (por buenas razones) cualquier negociación con OLP/Fatah, fue por primera vez violado.[6] El pionero responsable, muy festejado en Madrid, fue el subsecretario israelí de relaciones exteriores. Se llamaba Benjamín Netanyahu.[7]

¿Qué diantres hace Netanyahu? Pues sí. Habría que preguntarle.

Francisco Gil-White, catedrático del ITAM, es autor de
El Colapso de Occidente: El Siguiente Holocausto y sus Consecuencias.

Conclusión

Todo parece caminar de acuerdo a las predicciones del modelo de HIR. Lo que ha sido una política pro yihadista y pro iraní de casi 40 años continúa en el gobierno de Trump, pese a las apariencias promovidas en el discurso público.

Pero esto motiva la siguiente pregunta: ¿Cómo ha sido posible mantener esta política con tal estabilidad? ¿Cómo es posible que el proceso democrático, y la alternancia de los dos principales partidos en el poder, no afecten una política tan consecuente?

Es el tema del siguiente artículo.

Acerca de Francisco Gil-White

Recibió una maestría en ciencias sociales de la Universidad de Chicago, donde su trabajo ganó el premio Earl S. & Esther Johnson, y un doctorado en antropología biológica y cultural de UCLA, cuya tesis ganó el premio al Mejor Nuevo Investigador de la prestigiada Human Behavior and Evolution Society. Durante seis años, enseñó psicología evolutiva y cultural en la Universidad de Pennsylvania. Su trabajo explora las causas del racismo y del conflicto étnico, y en los últimos años se ha concentrado en el antisemitismo, el Holocausto, el conflicto árabe israelí, y la historia del pueblo judío, culminando en un examen de dos y medio milenios de historia occidental a través de la experiencia judía. Su libro, El colapso de Occidente: el siguiente Holocausto y sus consecuencias, pronto estará a la venta.

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