Günter Grass vuelve a meter su dedo en el ojo de Israel

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El premio Nóbel de literatura alemán Günter Grass, de 84 años de edad, vuelve a meterle el dedo en el ojo al Estado de Israel. El más notable de los escritores alemanes incluye en su último libro de poemas “Eintagsfliegen” (mosca de un solo día), un poema dedicado al disidente israelí Mordechai Vanunu, que pagó con 18 años de cárcel la revelación, en 1986, de que Israel es una potencia nuclear, la única de Oriente Medio, con completos arsenales de destrucción masiva.

El poema, que emula un título de Lérmontov, “Un héroe de nuestro tiempo”, describe a Vanunu como, “un héroe que esperaba servir a su país al revelar la verdad”, le compara con el José bíblico arrojado a una cisterna por sus hermanos, e invita a la ciudadanía a seguir su ejemplo. “Quien busque un modelo, que intente parecerse a él”, escribe.


Tras pasar a la prensa británica, por convicciones pacifistas, la evidencia del poder nuclear israelí, que ya se conocía, Vanunu fue secuestrado por el Mossad en Roma y encarcelado por “traición y espionaje”. Cumplió íntegra su condena de 18 años, once de ellos en aislamiento, pero cuando salió de la cárcel, en 2004 no se había doblegado y continuó pidiendo que su país permitiera inspecciones internacionales en el centro nuclear de Dimona, lo mismo que hoy se exige entre amenazas, sanciones y atentados a Irán, que no tiene armas nucleares, ante la sospecha de que las quiere tener.

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A Vanunu, que continua en régimen de libertad vigilada, no se le permite salir de Israel. Seis premios Nóbel pidieron sin éxito hace dos años al gobierno israelí que se le permitiera acudir a Berlín a recoger el premio anual de la Liga Internacional de Derechos Humanos.

Grass enfureció a Israel y a la prensa alemana, que le acusaron de “antisemitismo”, por denunciar en el poema “Lo que hay que decir”, publicado en abril, la venta a Israel a precios subvencionados, de submarinos alemanes capaces de portar armas nucleares, así como el doble estándar practicado con Irán en materia nuclear. Romper el “silencio sobre esos hechos” supone ser tachado de “antisemita”, escribió. Y eso fue precisamente lo que le ocurrió. En mayo la asamblea del Pen Club alemán decidió por amplia mayoría no ceder a las presiones y mantener a Grass como presidente honorífico de la principal asociación literaria alemana.

Acusar a los críticos de su política de antisemitismo, “es la bomba atómica de la propaganda de Israel”, explica Gideon Spiro, el fundador del comité de apoyo a Vanunu. “Si alguien, por ejemplo en España condena el sistema israelí de Apartheid, la respuesta es que está continuando la tradición española que expulsó a los judíos”, dice Spiro, un jubilado ex paracaidista y residente en Tel Aviv. “Si ese alguien es antisemita, no hay problema, pero si eres un humanista, un pacifista y un abogado de los derechos humanos, eso te obliga a explicarte y a ponerte a la defensiva. Ese arma es particularmente efectiva en Alemania”, dice el compañero de Vanunu.

La Alemania oficial, su gobierno y sus medios de comunicación, mantienen un alineamiento casi sin fisuras con Israel. Sin embargo el gobierno de Berlín está manifiestamente irritado por la política de expansión de los asentamientos en Cisjordania y Jerusalén, 120 “asentamientos” en la zona ocupada de Cisjordania, y 12 en Jerusalén Este, que controlan el 42% del territorio palestino, mientras que la opinión pública, según muestran los sondeos, es mucho más crítica con la política israelí de lo que sugiere la información sobre ella que ofrecen los medios de comunicación.

Günter Grass, que a los 16 años sirvió en 1945 en las Waffen SS junto con 600.000 jóvenes de su generación, ha dedicado gran parte de su obra literaria al compromiso antinazi. Es un hombre mayor sin nada que perder y poco amigo de seguir la corriente. Tras el poema del pasado abril, Israel le declaró persona non grata y la prensa recordó su pasado como joven SS de última hora, que el escritor no desveló hasta hace pocos años. Pero esos recursos acusatorios, “están perdiendo poder, incluso en Alemania” por razones generacionales, dice Spiro, “y en veinte años su efectividad habrá desaparecido del todo”, pronostica, “porque Alemania no está apoyando a Israel, sino a su militarismo”, concluye.

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