Buenos Aires, 1919: memorias del primer pogromo de América Latina

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“Detienen a un judío y, después de los primeros golpes, de su boca brota sangre en abundancia. Entonces le ordenan cantar el Himno Nacional. No puede hacerlo. Lo matan ahí mismo”. El periodista argentino Pinie Wald describió esa escena en Koshmar (pesadilla), su relato en primera persona del primer pogromo ocurrido en Buenos Aires, en medio de la Semana Trágica de 1919, hace cien años. La muerte de cuatro trabajadores en huelga de los talleres metalúrgicos Vasena a manos de la policía el 7 de enero de ese año desencadenó un paro general en la capital argentina y la posterior represión obrera de las fuerzas policiales y militares. En ese clima, los judíos fueron atacados por sus presuntos vínculos con la Rusia comunista.

“Desde la calle pudimos escuchar el trote de caballos y un llanto. Algo me impulsó a mirar lo que pasaba y ante mis ojos apareció el siguiente cuadro: estaban pasando dos policías montados, con rifles en las manos. Al caballo de uno de ellos estaba atado con una larga cuerda un judío, que era arrastrado por el empedrado dejando tras de sí un rastro ancho y rojo. Se oían claramente sus gemidos de agonía”, continúa el testimonio de Wald, publicado por primera vez en 1929.

La persecución a los judíos fue consecuencia del pánico desatado entre las clases altas argentinas, que veían en las huelgas el preludio del estallido de una revolución como la bolchevique, señala el periodista Hermán Schiller en la edición crítica de Koshmar (Astier-Libros de la Araucaria) lanzada este año en Argentina y España con motivo del centenario.


En el país sudamericano a los judíos se los conoce como rusos, debido al país de origen de los primeros inmigrantes de esta religión. Esa confusión propició el asalto al barrio de Once, donde vivían la mayoría de ellos. Muchos de los ataques fueron perpetrados por fuerzas civiles armadas que poco después se agruparían en la Liga Patriótica.

Wald, nacido en Polonia en 1886 y emigrado a Argentina con diez años, fue detenido el 10 de enero de 1919. Al periodista del extinto Die Presse se le acusó de presidir la ‘República del Soviet de Argentina’.

A partir de ese momento, el libro abandona el testimonio de las calles convulsas para describir lo que ocurría entre los muros de comisarías y otros centros de detención a los que fue trasladado. “Algo quemó mi piel… me desvanecí”, cuenta sobre las primeras torturas que le infligieron. “Me pinchaban con alfileres, me quemaban las puntas de los dedos con fósforos encendidos. Yo ya no albergaba esperanza alguna de poder salir de sus manos con vida”, continúa. Pero su temor no se cumplió.

El 14 de enero, en su quinto día de detención, terminó el conflicto en las calles de Buenos Aires. Los trabajadores de los talleres Vasena lograron lo que reclamaban: reconocimiento de la organización sindical como interlocutor, jornadas de ocho horas, descanso dominical, aumento de sueldo y horas extras remuneradas.

El día 17, ante la ausencia de pruebas y con la ciudad ya en calma, Wald fue liberado. Tardó una década en publicar este relato, escrito a modo de diario originalmente en ídish y considerado una obra precursora de la no ficción.

Con el paso de los años, otros judíos sumaron su testimonio a lo ocurrido durante esos días. “Vivíamos en Corrientes y Ayacucho, creo (…) así que ahí, encerrados por supuesto bajo llave, no por deseo ni por no deseo sino que mi padre encerró a toda la familia en casa y recién al día siguiente, a los días siguientes, recogíamos en la azotea de casa los balines y los cartuchos”, recordó el exdiputado Isaac Breiter en una grabación difundida por el centro Mark Tukow. En 1919, Breiter era un niño de 11 años.

“Se trataba de una acción políticamente organizada, de un pogromo policialmente consumado contra nosotros, por el hecho de ser rusos. De maximalistas nos tildan a todos, sin diferencia, al pobre o al rico, al anciano o al joven, a sionistas y socialistas, a progresistas, reaccionarios, bolicheros y comerciantes, ya sea a trabajadores, a estudiantes o artesanos”, señaló el escritor e intelectual José Mendelson, entonces un joven estudiante.

El pogromo quedó en segundo plano en medio de la salvaje represión obrera de la Semana Trágica, ocurrida durante el primer gobierno del radical Hipólito Yrigoyen. En los siete días más violentos de la historia de Buenos Aires hubo al menos 700 víctimas mortales y miles de heridos, detenidos y deportados.

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