Las quiebras de tiendas y negocios en las principales ciudades del país se multiplican en los últimos días. El obligado cierre de ellos – en contraste con los supermercados que atienden a su habitual clientela con elemental cuidado de medidas higiénicas – los conduce a una quiebra económica acompañada de tensiones familiares y personales. En contraste, ni los miembros de la coalición gubernamental ni los representantes parlamentarios han considerado hasta aquí reducir deliberadamente sus salarios como signo de solidaridad con el resto de la ciudadanía.
Cabe agregar que los propios medios de información y sus principales comentaristas que censuran la arbitrariedad de las medidas oficiales tampoco se solidarizan en los hechos con la mayoría de la población. La distancia entre sus reclamaciones verbales y su propia conducta multiplica el enojo ciudadano.
Los dueños de hoteles y pensiones han resuelto en las últimas horas llamar a una masiva protesta acompañada del masivo incendio de neumáticos y de invocaciones al resto de la población instándola a seguir este ejemplo. Ciertamente, el cierre obligado de cines, teatros y escuelas multiplica la insatisfacción de amplias capas de la población.
Si la presente e inestable coalición gubernamental no adopta en los próximos días ” el régimen del semáforo” que distingue entre ciudades apenas atacadas por el covid y otras gravemente afectadas, la protesta civil se difundirá en todo el país.
El número de afectados por el virus tiende a menguar excepto en los círculos ortodoxos que están lejos de respetar las medidas acordadas para contenerlo. Como sus representantes tienen peso decisivo en la actual coalición gubernamental resulta difícil obligarlos a ajustarse a las normas que afectan al resto de la población.
En suma: áspera constelación política y pública que Israel no había conocido hasta aquí, incluso en tensos y múltiples episodios militares.
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