Actualmente es común tener mascotas en nuestros hogares, incluso el asignarles dentro de éste un lugar más relevante que el de mero animal de compañía, es decir, sabemos que también los humanos podemos desarrollar apego hacia nuestras mascotas.
Los vínculos humano-mascota han sido denominados por algunos investigadores como relaciones de apego que benefician al animal y al humano.
La posesión de mascotas es favorecedora en términos de bienestar físico y mental en adultos, sin embargo, es en los niños pequeños, quienes aún se encuentran en desarrollo de sus habilidades socio-emocionales y en ellos esta interacción puede tener muchos beneficios siempre que se hace de manera responsable.
Por ejemplo, se sabe que los niños pequeños pueden percibir a sus mascotas como una fuente de apoyo y amor incondicional y son seres en los cuales es fácil confiar. Este vínculo se ha descrito como más fuerte en niños que poseen redes sociales de apoyo pobre o padres distantes, así como en niños criados con un sólo padre o hijos únicos.
Los hermanos menores y aquellos que sufren negligencia parental e incluso abuso presentan la misma característica.
Sin embargo, no sólo los niños en condiciones desfavorables se pueden beneficiar de una mascota, otros estudios apuntan a que los niños en general al igual que los adultos, encuentran el contacto físico reconfortante y tranquilizante en situaciones de tensión y que les es más cómodo tocar a su mascota que a otros niños o adultos.
Estos niños refieren a sus mascotas como receptivas, que no juzgan y que saben perdonar, e incluso describen la relación con su mascota como más satisfactoria y menos conflictiva que la que llevan con sus hermanos, y les es más fácil confiar en una mascota que en un adulto. En este mismo sentido, se sabe que el contacto con una mascota, puede bajar la tensión arterial y tasa cardiaca y que pueden ayudar a calmarse a personas que han sufrido de un trauma.
Por otra parte, las mascotas pueden también contribuir al desarrollo psicosocial del niño. Cuidar de ellos les provee de la oportunidad de desarrollar empatía, compasión y ser responsables de un ser dependiente, lo cual le genera de sentimientos de importancia, competencia social y mejora su autoestima.
Cuidar de un perro puede enseñarles responsabilidad y proporcionar la sensación de que son capaces, especialmente para los niños los cuales llegan a entender las necesidades de su mascota.
Es importante tener en cuenta que la posesión de mascotas implica cierto riesgo, el cual debemos manejar, prevenir y valorar respecto a las posibles ventajas. Por ejemplo en aquellas personas con estilos de apego inseguro, ansioso o síntomas depresivos, el sufrimiento tras la muerte de sus macotas puede ser más fuerte y prolongado. Otro riesgo es la potencial transmisión de enfermedades y vulnerabilidad de niños pequeños a desarrollar alergias, por lo tanto es un problema a considerarse si existen factores de riesgo o antecedentes en la familia. También hay que considerar que las heridas por mordedura son un riesgo real, siendo los niños de entre 5 y 9 años los más afectados, y que estos casos tienden a presentarse más frecuentemente cuando no hay una educación adecuada para interactuar con animales, por ejemplo, al no entender las señales corporales que indican cuando una mascota está estresada.
Finalmente, es indispensable pensar que la posesión de un animal implica responsabilidad y compromiso para atender sus necesidades de alimentación, esparcimiento, salud y trato digno; y que así como una mascota puede sufrir por la negligencia de sus cuidadores, también hay que ser conscientes que una interacción inadecuada niños-mascota puede ser perjudicial para los primeros.
Artículos Relacionados: