El pensamiento en torno al filósofo y sociólogo judío-austriaco Alfred Shütz, es muy revelador desde todo punto de vista, principalmente en estos tiempos de cambio, donde las fronteras se han estrechado e interconectado más allá de ideologías y desde una visión crítica de la filosofía, ante esa cotidianidad e interculturalidad que nos es inherente a todos, por sobre nuestra propia historia de vida, tradiciones, cultura y religión, como observadores de la realidad que nos circunda dentro de un mundo globalizado.
De esta forma, el análisis de las posturas de este filósofo, no puede pasar inadvertido para las nuevas generaciones; debido a que su trabajo crítico-social, gira en torno a los mundos de la vida, constitutivos de todos nosotros, exponiendo una reflexión profunda en torno a la realidad misma, donde el individuo toma conciencia de sí, al verse interconectado con los otros.
Shütz nos dice que el ser humano, puede intervenir su realidad y modificarla, mientras forma parte de ella en el transcurso de su existir, donde se desarrolla el intercambio de las relaciones interpersonales que son la base de toda sociedad, en un continuo quehacer y rehacerse cultural; siendo de suma importancia el hecho de reconocernos en los otros y desde los otros, al compartir un bagaje de diversas experiencias, tanto propias como ajenas, las cuales nos permean en nuestro acontecer histórico-social de por vida.
Así adentrarnos en los mundos de la vida, mismos que son muchos desde las diferentes perspectivas humanas, nos hacen conocernos aún más como personas y darnos cuenta de todo aquello que somos capaces de realizar; más allá de los estigmas impuestos que son solo aprendizajes en nuestra existencia, etiquetas que debemos aprender a desprender de nuestro propio ser, para de esta forma redescubrir quienes somos y cuál es nuestro norte en la vida, mismo que no es igual al de nadie debido a que todos somos diferentes.
Por ello, la filosofía de lo cotidiano que nos plantea Alfred Shütz, nos pone a pensar a realizar ese ejercicio de reflexión crítica y deliberativa, ante nuestro entorno y frente a nosotros mismos, posibilitando dentro de nuestro ser una racionalidad que nos permite, darnos cuenta que cada uno, tiene un tiempo específico para realizar sus sueños y deseos.
Es verdad que el transcurrir de los años para nuestra humanidad personal es finito, pero no así para nuestro espíritu, para nuestra alma, siendo esta la esencia que nos constituye y reconstituye en seres humanos, como esa energía que yace desde todos los confines del Universo; la cual, se presenta ante todo cambiante y dotada de una racionalidad cósmica que no se escapa ante nuestra existencia, porque nos es inherente a ella más allá de esta tierra.
Con lo cual, hay que dotarse de una filosofía que sea observadora de todo lo cotidiano, misma que no se presente ajena, porque es el reflejo de nuestro propio existir ese que surge de un despertar violento a la vida y algunas veces del partir de la misma forma de esta; entonces adelante, vive y disfruta el regalo de estar presente, siendo el constructor de tus sueños, el único hacedor de tu destino, más allá de las estrellas o la noche oscura de este cielo azul o la inmensidad de la penumbra…
(Especial para el Diario Judío.com de México.)
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