El realismo mágico del checo Jaroslav Róna aterriza en Madrid

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El realismo mágico en el que se basa la obra de Jaroslav Róna aterriza en Madrid en una exposición en el Centro Sefarad-Israel, en la que el pintor y escultor checo presenta el producto de sus sueños, fotografías o historias que ha leído o le han contado.

Róna, descendiente de judíos checos, es considerado uno de los artistas centroeuropeos más originales en la actualidad, y su variada producción artística puede verse en la sala de exposiciones de ese centro desde este martes y hasta al 30 de julio, bajo el título “Jaroslav Róna: Pinturas y esculturas”.

Comisariada por Lucie Rónová, la exposición integra esculturas como la miniatura de su icónica “Jirafa”, de 10 metros de altura, color rojo y de bronce, el “Ge-hombre”, un extraterrestre acompañado de su perro, también alienígena y ambos realizados en bronce, y “Leona sentada”.


Entre los cuadros destacan: “El bolchevismo según Churchill”, “Franz Kafka en Triestre”, “Los guardianes de la higiene” y “La extraña historia de J.B”, entre otros.

Róna pinta en óleo sobre lienzo y esculpe en bronce, aunque también en granito. Admite gustarle moverse en una realidad ligeramente transformada, según declara a EFE, y sus obras son fruto de sueños, fotografías o historias que ha leído o le han contado.

Si tengo que encasillarme en una expresión sería el realismo mágico, aunque esté cerca del surrealismo también, del que evita sus decorados tradicionales.

Su tema principal son los diablos y los representa con una apariencia agradable, para mostrar que dentro de sí pueden contener la maldad.

MUERTE, GUERRA Y MITOS ARCÁICOS

Sus cuadros hacen alusión a la muerte, la guerra, los mitos arcaicos y la naturaleza, recubiertos algunos de ellos de un humor particular, como es el caso de “La extraña historia del artista J.B”, en el que alude a la leyenda del piloto alemán Joseph Bois, quien cayó durante la Segunda Guerra Mundial en un remoto lugar de Rusia donde una nación extraña lo protegió recubriéndolo con grasa y mantas.

También crea a partir de temas religiosos, algunos relativos al Antiguo Testamento.Sin embargo, como su familia no era creyente, a lo largo de su vida tuvo que “buscar el camino sobre esta cuestión; actualmente soy creyente, pero no tradicional. Te diría que creo en la energía de la vida, expone.

La familia de Róna tuvo que esconderse durante la Segunda Guerra Mundial en Eslovaquia y Hungría. Él estudiaría en el Instituto de Artes Plásticas de Praga: Allí nos enseñaban a usar un único tipo de figura artística, para encargos del socialismo. Las clases estaban totalmente centradas en la figura humana y en mí se formó una sensación de aversión hacia ellas, comenta.

Su deseo de liberar el arte de la ideología comunista lo llevó a fundar el grupo “Los Testarudos (‘Tvrdohlaví’ en checo)” y a partir de aquel momento se desvió de las tendencias de la época y comenzó a pintar sobre todo animales. Los primeros eran dinosaurios y sus huesos, explica el artista.

Su relación con la figura de Franz Kafka le llevó a esculpir un monumento en su memoria en el barrio judío de Praga, a participar en la película “Amérika”, basada en una novela del escritor, y a pintar “Franz Kafka en Trieste”, un cuadro en el que representa un sueño del escritor en el que un ángel con una espada lo persigue en su visita a la ciudad.

Además de inspirarse en escritores como Kafka, Orwell o Allan Poe, su obra se ha visto influenciada por sus viajes.

Cuando fui a México y vi las figuras de Xipe Totéc (dios mesoamericano), decidí hacer una estatua de un robot en granito que sujetara la calavera del último humano” (“Victoria de los robots”) haciendo referencia al triunfo de la técnica y al fin de la humanidad, señala Róna.

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