El último judío de Afganistán: Zabulón Simintov

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En enero 2021 la minoría étnica más pequeña del mundo se compone de una sola persona: Zabulón Simintov, el único judío que vive en Afganistán, y que además lo hace en armonía con sus vecinos. La familia de Zabulón Simintov era originaria de Herat, y abandonó Afganistán para emigrar a Israel en el año 1950, quedándose en el país únicamente él y su amigo Isaac, que murió en 2005.

ESTE ÚNICO “GUARDIÁN DEL LEGADO JUDÍO” vive solo y reza solo en su pequeña sinagoga abandonada. Su fe es tan fuerte como la de Abraham, con la diferencia de que Abraham estaba dispuesto a sacrificar a su único hijo, mientras que Zabulón está dispuesto a sacrificarse a sí mismo. Cree y espera que algún día la paz llegará a Afganistán, y que los judíos que siguen sintiendo nostalgia por esta patria podrán volver a ella y rezar en sus sinagogas. Pero a la vez que mantiene viva esta esperanza se prepara para el inminente retorno de los talibanes, bajo cuyo régimen fue encarcelado y torturado, y cuando sus carceleros le destruyeron el bien que para él era más valioso y que había conseguido llevar a la prisión: su libro de la Torá.

COMO LAS PRINCIPALES FUENTES DEL ODIO suelen ser la pobreza, la desigualdad, el caos social y el entorno difícil, Afganistán, que es uno de los países más pobres del mundo, que fue parcialmente convertido en un desierto cuando las represalias de la guerra hazara del año 1893 incluyeron la deforestación y la destrucción de todos los sistemas de irrigación de las provincias en las que vivía esta minoría, y que además es uno de los países con mayor nivel de desigualdad económica y social, rebosa odio de todas las especies: religioso, étnico y político. Cuanto más pequeño sea un grupo, más odiado será, y por eso el solitario Zabulón es a la vez víctima de todos los tipos de odio imaginables en un país en el que se cree que fueron los judíos israelíes los responsables de los atentados del 11-S, que lo habrían facilitado con el fin de provocar la intervención occidental en Afganistán.


AFGANISTÁN, COMO MUCHOS OTROS PAÍSES, tiene una larga historia de intolerancia y de discriminación arbitraria contra todas las minorías religiosas y los grupos étnicos minoritarios. El estado afgano, que no ha sido capaz de mejorar sustancialmente las condiciones de vida de sus ciudadanos, ha tenido un gran éxito sin embargo en una cosa: en silenciar la voz de todas sus minorías y en hacer creer a los restantes países del mundo que trata a sus conciudadanos con dignidad.

PONGAMOS UN PEQUEÑO EJEMPLO. en año 1936 una delegación judía quiso visitar Afganistán para investigar las condiciones de vida de su pueblo. No pudieron hacerlo porque el cónsul afgano en Mumbai le negó el visado diciéndoles que el viaje no tenía sentido porque no había ninguna clase de persecución contra los judíos en Afganistán, volviendo a hacer lo mismo con el editor del Bombay Jewish Tribune, que también quiso visitar el país por la misma razón. Lo que ocurrió en ese momento es muy similar a la política que el estado afgano continúa practicando en la actualidad con respecto a la situación de sus grupos minoritarios, así como de la situación de las mujeres.

LA POBLACIÓN JUDÍA DE LA PROVINCIA DE HERAT llegó a alcanzar los 40.000 habitantes a lo largo del siglo XIX, quedando reducida a 3.300 en el XX. Allí fue donde había nacido Zabulón Simintov, y esa es la razón por la que habla persa con ese acento que es típico de las zonas de Herat y Mashhad. Zabulón hizo el servicio militar durante el período de gobierno de Sardar Dawood, pocos años después de que la mayoría de la población judía abandonase el país. Y como muchos otros desempeñó su oficio en Herat durante muchos años. El barrio en el que vivía junto con los demás judíos de la ciudad se llama Charsoo, una palabra que literalmente significa “las cuatro direcciones”. Y, a pesar de los numerosos cambios que fue sufriendo la ciudad, Charsoo y sus casas de ladrillo se conservaron tal cual desde hace unos 60 o 70 años. Antiguamente llegó a haber seis sinagogas en Herat. De ellas una fue transformada en mezquita, otra convertida en una escuela, otra adaptada como sastrería y las restantes fueron destruidas. Desde sus ruinas solo una de ellas fue reconstruida por la fundación Agha Khan, pero ya no queda ni un solo judío en Herat que vaya a rezar allí y solo es visitada esporádicamente por algún que otro turista.

COMO PARA LOS DEMÁS MIEMBROS DE LAS MINORÍAS DE AFGANISTÁN la vida nunca fue fácil para Zabulón. Después de emigrar a Israel decidió volver a su país y perdió su tienda y sus clientes en Herat desde el momento en el que estalló la guerra civil. Durante el período talibán fue detenido y apaleado varias veces y se le destruyó su ejemplar del Talmud para humillarlo. Vio como moría su amigo Isaac y tuvo que cerrar su pequeño restaurante de Kabul por razones de seguridad. Y así, quien había sido un próspero empresario, vive hoy de las donaciones que le llegan desde diferentes países del mundo.

SE HA ESCRITO MUCHO y se han filmado muchos documentales de la historia de Zabulón y de su familia, y de cómo, a pesar de haber perdido a su familia, a toda su comunidad y su pequeño negocio, su esperanza se ha mantenido incólume. Pero quizás eso no sea lo más importante, lo más importante es que Zabulón ha vencido a la ley de silencio que pesa como una losa sobre las minorías de Afganistán. Gracias a su testimonio, que mantiene para cumplir uno de los mandamientos fundamentales del judaísmo que dice Zakhor, recuerda, recuerda la historia de tu pueblo, aún se puede conocer la vida y el pasado de la comunidad judía de su país.

Cementerio judiìo de Herat, que pronto será destruído y vendida la parcela, tal como ocurrió con otros

LA VIDA DE ZABULÓN es todo un símbolo de la interminable y recurrente historia de la marginación, discriminación y empobrecimiento al que están sometidas las minorías en Afganistán. Minorías como los sikhs y los hindúes, con sus 250.000 miembros del pasado que ahora se han visto reducidos a 600, y que han comenzado a abandonar apresuradamente el país desde enero del 2020, cuando se produjo el retorno de los talibanes, que la prensa internacional se niega a reconocer para no turbar la falsa imagen de la normalización del país. Los sikhs y los hindúes desaparecerán en el año 2021 y la historia se volverá a repetir. Y entonces tendremos que volver a preguntarnos ¿a qué otro grupo le toca ahora desaparecer?; o, si tiene mejor suerte, ¿a quién le tocará a partir de ahora ir cayendo en la marginación, sufrir la discriminación y vivir en la miseria?

TENDRÁN QUE DECIR a la opinión pública, en palabras de Christina Rosetti:

Si por casualidad las tinieblas y la podredumbre conservasen

algún resto de los pensamientos que alguna vez tuvimos,

es mejor que os olvidéis y sonriáis

y no que os acordéis de nosotros y os pongáis tristes.

(Continuará)

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