Fazer, laborar, pasharo o djente, son algunas de las palabras que se identifican dentro de la categoría de español medieval. Uno pensaría que al ser un lenguaje tan antiguo, el número de sus hablantes fuera cero, sin embargo existe una comunidad que, aun en la actualidad, sigue manteniendo este idioma, su historia y cultura.
En Bosnia, un país en la península balcánica, existe una comunidad de judíos sefardíes que todavía usan esta lengua, también conocida como judeoespañol, judezmo, espanyol, dji dió y haketia, este último se utiliza específicamente en el norte de África.
Es bien sabido que las lenguas representan el nexo más básico y fundamental en la unión de una comunidad. Aunque se piense que su función se limita al acto de comunicarnos entre nosotros, la historia ha demostrado lo importante que es reconocer la esencia de su identidad y el sentido de pertenencia que tiene hacia un país y una cultura determinadas.
Es posible percatarse de esto en, por ejemplo, aquellos pueblos o comunidades que han sido despojadas de sus territorios u obligadas a abandonarlos, en este caso el idioma sobrevive entre ellos y sirve como medio de resistencia hacia la imposición de ideas.
Según la Unesco, el djudeo-espanyol es una lengua que está condenada a la extinción en los próximos años. Sin embargo, lleva más de seiscientos años de estar muriendo: esta lengua nació junto con el Español, pero luego de la expulsión de los judíos de los territorios castellanos en 1492, inició una diáspora que continúa hasta nuestros días.
Los enormes cambios culturales y sociales del siglo XV (desde el “descubrimiento” de América hasta la “Reconquista”) modificaron para siempre la vida cotidiana de miles de judíos en España: algunos huyeron de la península, otros tuvieron que cambiar su vida por completo, otros decidieron actuar: aparentaban ser católicos afuera de su casa y crearon rituales al interior para no olvidar su identidad.A través de toda su travesía, Zaraysky, explica lo impresionada que se sentía al estar en contacto con un pueblo en el que aún se asoman las heridas y cicatrices de la guerra de los Balcanes y en el que le dan un peso tan importante al lenguaje.
Después de que la periodista llegara al centro de rezo y escuchara el Torá recitado y cantado, se dio cuenta de una peculiaridad muy especial: el djudeo-espanyol guarda una gigantesca similitud con el español hablado en América Latina, basándose, exclusivamente, en cuestiones fonológicas y fonéticas. Es decir, del habla, y la pronunciación.
Susanna recuerda que, durante su travesía a principios del 2000, tuvo la oportunidad de platicar con algunos de los sobrevivientes de la Segunda Guerra Mundial. Muchos de ellos, le contaron que esta lengua les salvó la vida pues les ayudaba a comunicarse con oficiales del ejército italiano cuando fueron encerrados en los campos de concentración que se ubicaban frente a las costas de Croacia.
“Para ellos, el DJUEDEO ESPANYOL representa de forma única sus historias e identidades, recordándoles a la intimidad familiar”, explica Zaraysky.
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