¿Está de vuelta la Primavera Árabe?

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“Definitivamente, sí”, sostiene Ishac Diwán, de la Escuela Normal Superior de París. “A medida que nos adentremos en el invierno de 2020, es muy probable que esta oleada de descontento alcance a otros países. La principal diferencia con respecto a la primera oleada, la de 2011, radica en las condiciones económicas subyacentes. (…) Con el colapso de los precios del petróleo a partir de 2014, la situación económica es ahora mucho más difícil. (…) Los regímenes existentes tienen ahora menos recursos para financiar su clientelismo. Así que, mientras que lo que excitó los primeros levantamientos fue una lucha por la dignidad, las protestas actuales están mucho más motivadas por el hambre”.

Dice más Diwán:

La segunda oleada ha aprendido una lección de la primera: los manifestantes ya no se contentan con desplazar a autócratas decrépitos, sino que han puesto en la mira al ‘Estado profundo’.


Mona Yacubian (Instituto Norteamericano de la Paz), otro de los expertos consultados por Michael Young, de Diwán (Centro Carnegie para Oriente Medio), afirma que “la Primavera Árabe no murió”, sino que “simplemente entró en estado de latencia, sobrepasada por la brutalidad de los acontecimientos en Siria, Libia, el Yemen y Egipto”.

Por su parte, Dalia Ghanem, del propio Centro Carnegie, apunta:

Los cuatro países que están registrando oleadas de protestas en 2019 son Argelia, Sudán, Irak y el Líbano; países que se mantuvieron al margen de la Primavera Árabe de 2011.

(…)

Esta nueva oleada de protestas se está produciendo luego de años de acumulación de descontento social, y las mismas razones que llevaron a los levantamientos de 2011 siguen presentes en la región.

(…) las reformas superficiales no afrontaron debidamente asuntos cruciales como el desempleo, la exclusión y la corrupción generalizada. Hoy, los manifestantes quieren un cambio auténtico, genuino, y no confían en que vayan a acometerlo los partidos gobernantes, la oposición o la vieja guardia.

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Irak es, en efecto, uno de los países que más agitación social está experimentando en los últimos tiempos. Rasha al Aquidi, del diario Irfá Sawtak, comenta al respecto –también en Diwan–:

Familiarizados con la libertad de expresión y las protestas de que disfrutan, paradójicamente, gracias en gran medida a la democracia, los ‘millennials’ y los miembros de la Generación Z han salido a la calle a pedir algo más que una vida mejor. El orden que siguió al derrocamiento de la brutal dictadura de Sadam Husein (2003) (…) no ha conseguido generar un Irak estable, seguro y próspero, pese a los notables ingresos petroleros.

Los jóvenes iraquíes están rechazando todo un sistema político que consideran irredimible. Las protestas no son una ‘primavera árabe’ ni forman parte de una oleada regional, sino que son reflejo de un contexto específico de Irak que no se da en Túnez, Argelia o Egipto.

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También las calles libanesas están al rojo. “Desde el pasado 17 de octubre”, informa Hanín Ghadar, del Washington Institute, “el pueblo libanés está saliendo a la calle para protestar contra la corrupción, el sectarismo y las milicias no estatales”. “El movimiento es extraordinario porque se están sumando a las protestas ciudadanos de todas las confesiones y de todas las zonas del país”, añade. “El establishment político, especialmente Hezbolá, ve con preocupación los acontecimientos, que pueden provocar cambios profundos en el sistema”.

Para Makram Rabah, de la Universidad Americana de Beirut, “la asunción de que no habrá recuperación económica bajo el sistema actual es lo que ha conducido a esta situación, así como la percepción de que los Estados del Golfo han abandonado la economía libanesa”. “La gente está además cuestionando el papel de Hezbolá en estos fracasos”.

En este punto, Rabah agrega:

Hezbolá y otras elites gobernantes están arremetiendo contra los manifestantes, al tiempo que en el exterior agitan el miedo advirtiendo de que [el colapso del Líbano] podría crear una crisis de refugiados en otros países. (…)

Por lo que hace a EEUU, el enfoque de máxima presión [sobre Irán] ha tenido el efecto deseado de debilitar a Hezbolá. Pero las sanciones han de extenderse para que afecten también a los aliados maronitas [de Hezbolá], que son igual de culpables de la rampante corrupción que asuela el país.

El profesor Rabah no se muestra demasiado optimista sobre el desarrollo de los acontecimientos, por cómo los están encarando las elites del País del Cedro.

En lugar de atraerse a figuras de la sociedad civil que podrían satisfacer las demandas ciudadanas de una nueva forma de gobernar, las élites están negociando un nuevo Gobierno a puerta cerrada, sin ninguna voz del movimiento protestatario. Así las cosas, es improbable que las exigencias de una nueva ley electoral vayan a cosechar los frutos deseados.

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