Expansión territorial china en el mar del sur de China y sus consecuencias 

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En 1982, se adoptó y firmó la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar lo que formalizó las demandas ampliadas de recursos marítimos en el marco jurídico del derecho internacional. En ese momento, no menos de seis gobiernos habían reclamado las disputadas islas Paracel y Spratly en el mar del sur de China (China Power, 2017). 

Desde entonces, ha habido una progresiva militarización de las aguas por parte de naciones que buscan asegurar zonas de recursos marítimos extendidas (y por ello no es casualidad que Estados Unidos -el país con más zonas económicas exclusivas- sea parte de esta ecuación) (China Power, 2017). 

En 2009, Vietnam comenzó a reclamar legalmente cierto territorio en algunas de las 48 pequeñas islas que había ocupado desde la década de 1970. Como respuesta, China comenzó a reclamar zonas mucho más grandes que las que ocupó en la década de 1980 (China Power, 2017). 


En 2016, estos reclamos dieron como resultado tres aeródromos de grado militar en el mar del sur de China que enviaron ondas de choque en todo el mundo, provocadas en parte por China que rompió su propia promesa de no militarizar las islas (China Power, 2017). 

Ahora bien, ¿en qué se basa China para llevar a cabo estas acciones? ¿Cuáles han sido sus tácticas para expandirse en el mar del sur de China? ¿De qué modo se ha expandido China por esta zona? Esta expansión, ¿podría causar un conflicto internacional en esta zona? En este ensayo clarificaremos estas preguntas a cabalidad para poder entender efectivamente las dimensiones de esta disputa. 

El mar del sur de China es un área muy amplia que mide 3,6 millones de kilómetros cuadrados; ósea más del doble del tamaño del Golfo de México. Un buque de guerra moderno puede tardar poco más de tres días en navegar a una velocidad máxima de 30 nudos desde su

extremo norte en Taiwán hasta el extremo sur en el Estrecho de Malaca (United Nations Conference on Trade and Development, 2019). 

El reclamo de China sobre el mar se basa tanto en la Convención sobre el Derecho del Mar como en su línea denominada de “nueve líneas”. Esta línea se extiende por 2,000 kilómetros que van desde la China continental hasta más de la mitad del mar (United Nations Conference on Trade and Development, 2019). 

Sin embargo, en una decisión histórica de 2016, el tribunal internacional de La Haya falló en contra de China sobre un caso presentado por Filipinas (Perlez, 2016). En su fallo, el tribunal consideró que el mar del sur de China es un “mar semicerrado” según lo define la Convención sobre el Derecho del Mar: una masa de agua contenida en gran parte o de forma estanca por accidentes geográficos (Perlez, 2016). 

Esta circunstancia conlleva la expectativa de que los estados costeros cooperen en todo, desde cuestiones de conservación hasta explotación comercial. Ciertamente, este concepto es importante: significa que, por definición, el mar del sur de China es un espacio marítimo compartido (Perlez, 2016). Sin embargo, China rechazó la autoridad del tribunal y su conclusión en el caso, y continúa comportándose como si no hubiera pasado nada (Perlez, 2016). 

A- ¿Cómo influye el derecho internacional en este escenario? 

En virtud de la Convención sobre el Derecho del Mar, todos los estados tienen derecho a una “zona económica exclusiva” de 200 millas náuticas -desde su territorio al mar- para explotar los recursos del mar y el lecho marino. Cuando estas zonas se superponen, los países están obligados a negociar con otros demandantes (Asia Maritime Transparency Initiative, 2019). 

Sin embargo, esto es lo que no ha pasado en el mar de China. Lo que nos lleva a que haya tres grandes desafíos a los que hay que hacer frente para encaminar la disputa hacia una solución. Primeramente, los países que reclaman partes del mar del sur de China no pueden ponerse de acuerdo sobre quién es el propietario de las islas Paracel y Spratly.

China afirma su soberanía sobre la base de pruebas altamente discutibles de la antigüedad, así como afirmaciones más recientes del siglo XXI. Mientras que Japón -quien ocupó las islas durante la Segunda Guerra Mundial y luego reconoció el reclamo de la República de China (ahora Taiwán) en un tratado de paz de 1952-, tiene su huella allí (Page & Moss, 1999). 

Los reclamantes rivales de las islas niegan la validez de esta evidencia. Por su parte, Vietnam si que tiene pruebas igualmente creíbles del período anterior y durante la Segunda Guerra Mundial (Page & Moss, 1999) e insiste en lo mismo. 

Luego está la cuestión más amplia del reclamo de China: el régimen comunista argumenta que las aguas dentro de la línea de “nueve líneas” en forma de U (como aprendimos en clase) le pertenecen. Esta línea, que bordea Filipinas, Malasia, Indonesia, Brunei y Vietnam, fue trazada por primera vez por el gobierno nacionalista de China en 1947. La afirmación no tenía base en el derecho internacional, ni por entonces y muchos menos ahora (Johnson, 2016). Sin embargo, el escollo y la falta de flexibilidad china sigue ahí. 

En esta imagen podemos ver las zonas marítimas y las islas que China reclama para su propiedad en la actualidad (Johnson, 2016).

Un segundo desafío es que uno de los actores de este conflicto es Taiwán, el cual ha estado en disputa con China por cuestiones de soberanía desde 1949. Esta disputa ha significado que Taiwán no sea reconocido formalmente como estado por la mayoría de los países y, por lo tanto, no es signatario de la Convención sobre el Derecho del Mar, ni tiene derecho legal a reclamar territorio (Johnson, 2016). Pero Taiwán ocupa una de las islas. Algo bastante importante. 

En tercer lugar, existe un debate en el derecho internacional sobre el tipo de territorio terrestre que puede generar derechos a una zona económica exclusiva en particular. La Convención sobre el Derecho del Mar establece que la tierra debe poder sustentar la habitación humana (Johnson, 2016). Y en 2016, el tribunal internacional de La Haya encontró que ninguna isla del grupo Spratly cumplía con este criterio. Este fue un gran golpe para los reclamos de China sobre la jurisdicción de los recursos hasta los límites del mar del sur de China, y es algo en lo que fijarse a la hora de analizar este conflicto.

B- Opiniones contrapuestas sobre la libertad de navegación 

Si bien la convención estableció la mayoría de las leyes internacionales que rigen el mar, dejó sin resolver algunas cuestiones relacionadas con las actividades militares, especialmente el “paso inocente” de buques de guerra en mares territoriales. 

Según la Convención del Derecho del Mar, un buque de guerra extranjero puede pasar dentro de las 12 millas náuticas de otro estado siempre que tome una ruta directa y no realice operaciones militares (Johnson, 2016). 

Pero los estados no están de acuerdo en lo que constituye un paso inocente. Potencias marítimas como Estados Unidos, Reino Unido y Australia realizan de forma rutinaria operaciones de libertad de navegación para desafiar lo que Washington llama “intentos de los estados ribereños de restringir ilegalmente el acceso a los mares” (Freund, 2019). 

Estados Unidos ha enojado a China al realizar estas operaciones dentro de las 12 millas náuticas de las islas que reclaman los chinos en el mar del sur de China. Estas operaciones no están diseñadas para desafiar los reclamos de China sobre islas o zonas de recursos. Más bien, el propósito es hacer valer los derechos estadounidenses a la libertad de navegación (The Telegraph, 2020). Mientras que China se opone a los tránsitos por varias razones, incluida su afirmación de que los buques de guerra no deben “operar” en las zonas económicas exclusivas de otros países (The Telegraph, 2020). 

Sin embargo, Beijing ignora la contradicción entre esta posición y sus propias actividades en el mar, donde sus barcos navales operan regularmente en las zonas económicas exclusivas reclamadas por otros estados. 

Por su parte, los estados más pequeños del mar del sur de China son ambivalentes sobre la disputa. Ciertamente se oponen a lo que ven como acoso por parte de China sobre reclamos marítimos excesivos y les gustaría negar todos sus reclamos de islas. Pero tampoco están interesados en que Estados Unidos vaya demasiado lejos en su política de intensificar la confrontación militar con China.

C- Expansión artificial china en el mar del sur de China y el efecto estadounidense en la zona 

Desde diciembre de 2013 hasta octubre de 2015, China construyó islas artificiales con un área total de 3,000 acres en siete arrecifes de coral que ocupa en las Islas Spratly en la parte sur del Mar de China Meridional. Aunque el dragado, la recuperación de tierras y la construcción de islas artificiales no son exclusivos de China, la escala y la velocidad de las actividades de China, la biodiversidad del área y la importancia de las Islas Spratly para la ecología de la región hacen que las acciones de China sean especialmente preocupantes. Además del daño a los arrecifes, las actividades de construcción de islas de China han impactado negativamente las pesquerías en el área inmediata de los sitios de recuperación y podrían afectar negativamente la salud de las pesquerías en las áreas costeras del mar del sur de China. La construcción de estas islas artificiales conducirá casi con certeza a un aumento de la pesca china en las aguas circundantes, lo que podría aumentar el riesgo de un choque entre los barcos pesqueros chinos y los de otros países demandantes. Además, las actividades de construcción de islas de China pueden haber violado algunos de sus compromisos ambientales en virtud del derecho internacional; el caso en curso iniciado por Filipinas en la Corte Permanente de Arbitraje de La Haya en relación con las reclamaciones y actividades de China en el sur del mar de China incluso consideró esta posibilidad (Huang, 2020). 

Esta imagen aérea demuestra que las acusaciones de militarizar las islas artificiales que China crea en el mar del sur de China son ciertas. Aquí se puede ver un centro de recopilación de datos sobre el tráfico marítimo en el mar del sur de China (Strangio, 2020). 

Esta actividad junto a todo lo antes posible ponen en peligro el eje unipolar que lidera Estados Unidos actualmente. Y la pregunta que nos viene a la mente es: ¿podría haber un conflicto en el mar del sur de China en el que Estados Unidos sea partícipe? 

Recientemente, un doble golpe militar y diplomático ha formado el núcleo de las acciones estadounidenses contra China. Primero, Estados Unidos realizó tres ejercicios de portaaviones duales en el mar del sur de China durante el mes de Junio del año pasado y luego envió un avión de reconocimiento E-8C que volaba cerca de la costa de Guangdong dos veces en tres días. Todo esto caldeo el ambiente y finalizó luego de un pronunciamiento oficial del Departamento de Estado de Estados Unidos cambiando su política con respecto al mar del sur de China (NP News 24, 2019).

La intensidad y severidad de estos movimientos fue sorprendente, y los impactos negativos sobre la seguridad marítima y regional provocados por estas acciones son particularmente preocupantes. La “nueva guerra fría” de Estados Unidos contra China está en pleno apogeo en el mar del sur de China aunque nos neguemos a reconocerlo. 

Primero, Estados Unidos redefinió sus relaciones bilaterales con China en el mar del sur de China. Desde la perspectiva de Estados Unidos, el tema del mar del sur de China se considera en el marco de una competencia estratégica integral con China. Por lo tanto, estar en desacuerdo con China será la nota clave de la política estadounidense presente y futura en esta zona. 

En una declaración el 13 de Julio del año pasado, el Secretario de Estado, Mike Pompeo, dijo que China es una potencia que quiere utilizar su poder para crear un “imperio marítimo” (Wong & Crowley, 2020). Su tono implicaba que los Estados Unidos apoyaría a la comunidad internacional en defensa de la libertad y la democracia para rechazar la ambición de China como un “imperio marítimo”, así como lo hizo Washington cuando durante la Guerra Fría la Unión Soviética amenazaba a sus aliados. En este contexto, las descripciones de China intimidando a los países del sudeste asiático son una muestra más de las actitudes “autoritaristas y revisionistas” del régimen chino. Aparentemente, Estados Unidos ha decidido combinar el problema del mar del sur de China con líneas de ataque separadas sobre Hong Kong, el coronavirus, la guerra comercial y el problema de los derechos humanos en el grande asiatico. A partir de las recientes acciones militares de Estados Unidos y las duras declaraciones, es obvio que la administración Trump abandonó el diálogo y la cooperación sobre la cuestión del mar del sur de China como una opción política. Según la lógica del gobierno de Trump, no había espacio para que los dos países cooperaran en el mar del sur de China. En cambio, hacer todos los esfuerzos posibles para contener a China era -porque realmente no sabemos las posturas de Biden- la fuerza impulsora detrás de la política estadounidense en el mar del sur de China. 

En segundo lugar, el objetivo de la acción militar estadounidense en el mar del sur de China aparentemente ha pasado de ser mostrar fuerza y presencia, realizar reconocimientos de inteligencia y señalar disuasión estratégica, a “preparativos de guerra” más peligrosos como

sugiere la actividad de la séptima flota estadounidense (Wong & Crowley, 2020). Esta es otra señal más de que ha llegado la confrontación directa. Los ejercicios de dos portaaviones y las frecuentes misiones de reconocimiento de inteligencia realizadas por aviones de reconocimiento EP-3 y E8-C, submarinos y bombarderos B-52 han ido claramente más allá de la recopilación de inteligencia y la disuasión normal. Estados Unidos ya está ensayando un conflicto armado contra China (Wong & Crowley, 2020). Un sistema de fuerza militar estadounidense bien organizado, formado por formaciones de portaaviones, submarinos, drones no tripulados y bombarderos, es la demostración de lo que probablemente Estados Unidos tiene preparado para China en el mar del sur de China. Los “encuentros cercanos” o enfrentamientos entre los dos se han vuelto normales. Así que no nos sorprendamos si un evento de violencia a gran escala explota en algún momento entre ambas potencias. 

En tercer lugar, Estados Unidos no escatima esfuerzos para construir un grupo unido que considere a China como el enemigo y, por lo tanto, está fomentando la formación de una alianza antagonista -que de paso a un sistema de rivalidad bipolar- similar a la que hubo durante la Guerra Fría. Construir bases militares en medio o adyacente a las fronteras del enemigo fue una de las características importantes de la Guerra Fría, y ahora también estas movidas están teniendo lugar como resultado de la tensión entre Estados Unidos y China en el mar del sur de China. Además de la declaración de Pompeo antes mencionada, Estados Unidos ha enfatizado deliberadamente su apoyo a Vietnam, Malasia, Brunei, Filipinas e Indonesia en sus reclamos marítimos en el mar del sur de China, presumiblemente con el objetivo de incitar conflictos no resueltos entre China y los otros demandantes por la explotación de recursos (Wong & Crowley, 2020). Lo que quiere Estados Unidos no es otra cosa que el aislamiento de China y la formación de un bloque conjunto con los países de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN, por sus siglas en inglés) para contener a China. Estados Unidos ya ha comenzado a atraer a países externos como Japón, Australia, India y el Reino Unido a su propio bando para responder conjuntamente a China sobre el problema del mar del sur de China (Strangio, 2020). Así que solo cabe esperar. 

En cuarto lugar, ante la exclusión de las consultas del Código de Conducta (CC) en curso entre China y la ASEAN, Estados Unidos está ansioso y es muy probable que inicie nuevas reglas marítimas. El poder basado en reglas es el “salvavidas” para que Estados Unidos mantenga

su estatus de fuerza alfa y omnipotente, y también el punto más crítico para controlar el orden en la región del mar del sur de China. El dominio del sistema de reglas simboliza el control final del orden regional y jugará un papel decisivo en las relaciones entre Estados Unidos y China. 

A Estados Unidos le preocupa que si las negociaciones sobre el CC avanzan según lo programado, China obtendrá un poder basado en reglas. Washington ha anticipado que la cooperación con Vietnam no será suficiente para bloquear el proceso de negociación del CC (Strangio, 2020). Por lo tanto, un informe del Consejo de Relaciones Exteriores de Estados Unidos publicado en Mayo del año pasado sugirió que Estados Unidos podría establecer y hacer cumplir -con naciones de ideas afines- su propio código de conducta en el mar del sur de China para resistir junto a sus aliado a las amenazas del régimen comunista. De hecho, los departamentos de formulación de políticas y los grupos de expertos están discutiendo cómo liderar el establecimiento de un orden regional. La lucha entre Estados Unidos y China por el dominio de las reglas regionales prepara el escenario para la confrontación indudablemente. 

En mi opinión, Estados Unidos se ha asegurado de que no puede bloquear el comportamiento de China mediante la disuasión; por lo tanto, Washington decidió ajustar su estrategia hacia China en 2017 (Strangio, 2020). En la actualidad, el espacio para la estrategia de “retroceso” de Estados Unidos frente a la “posición establecida” de China está casi agotado. Las frecuentes operaciones militares recientemente en el mar del sur de China y los anuncios políticos de alto perfil de Estados Unidos indican que ha presionado el interruptor marcado como “nueva guerra fría”, llevando el problema del mar del sur de China a una nueva fase. 

En realidad, China y Estados Unidos saben que ninguna de las partes tiene la capacidad para detener el despliegue y las operaciones de la otra parte, y ninguna de las partes será la primera en hacer concesiones (al menos públicamente). Pero también es cierto que los políticos de ambos países son conscientes de los costos incalculables del conflicto y la confrontación. Para China y los países del sudeste asiático, insistir en el diálogo bilateral, las consultas del CC, la cooperación marítima y la gestión de crisis puede ser la alternativa política más apropiada en un momento en que Estados Unidos está tratando de provocar una nueva guerra fría para poder proteger su unicefalidad indiscutible en el plano internacional.


 

Referencias 

“China expels US ship from disputed waters in fresh escalation in South China Sea”. The Telegraph. 22 December 2020. 

“China Island Tracker”. Asia Maritime Transparency Initiative. Retrieved 15 January 2021. 

China Power. “How much trade transits the South China Sea?”. 2 August 2017. Retrieved 15 January 2021. 

“China rebukes accusation of militarizing SCS”. NP news 24. 2 August 2019. Retrieved 14 January 2021. 

Freund, E. “Freedom of Navigation in the South China Sea: A Practical Guide”. Belfer Center for Science and International Affairs, Harvard Kennedy School. Retrieved 14 January 2021.

Huang, K. “Beijing’s South China Sea Military Bases ‘Are Vulnerable to Attack and Will Be of Little Use in a War.’” South China Morning Post, 5 Dec. 2020, www.google.com/amp/s/www.businessinsider.com/chinese-manmade-south-china-sea-isl ands-vulnerable-in-a-war-2020-12%3famp. 

Page, J. & Moss, T. “China’s Claims in the South China Sea – The Short Answer.” WSJ, 30 Nov. 

1999, www.wsj.com/amp/articles/chinas-claims-in-the-south-china 

-sea-the-short-answer-1432709336. 

Perlez, J. “Defending David Against the World’s Goliaths in International Court.” The New York 

Times, 20 July 2016, www.google.com/amp/s/www.nytimes.com/2016/07/ 16/world/asia/south-china-sea-phillipines-hague.amp.html. 

Johnson, W. (11 May 2016). “Everything you need to know about the South China Sea conflict – in under five minutes”. Reuters. Retrieved 15 January 2021. 

“Review of Maritime Transport 2018” (PDF). United Nations Conference on Trade and Development. Retrieved 16 January 2021. 

Strangio, S. “At ASEAN Meetings, US, China Spar Over Maritime Disputes.” The Diplomat, 10 Sept. 2020, thediplomat.com/2020/09/at-asean-meetings-us-china 

spar-over-maritime-disputes. 

Wong, E. & Crowley, M. “U.S. Says Most of China’s Claims in South China Sea Are Illegal.” The New York Times, 14 July 2020, www.google.com/amp/s/www.nytimes.com/2020 /07/13/world/asia/south-china-sea-pompeo.amp.html.

Acerca de José Lev Gómez

•José Lev Álvarez Gómez is a medical student. •At the undergraduate level, Lev Álvarez holds a B.S. in Neuroscience with a Minor in Israel Studies from The American University in Washington, DC (2015-2019). During college, he interned at the House of Representatives of Puerto Rico, the College Republicans National Committee and The David Project (all in Washington, DC). He then completed a diplomatic internship at the Kurdistan Regional Government (Iraqi Kurdistan) Delegation in Washington, DC. José also worked as an Israel related events coordinator for American University Hillel and as a program assistant for the Center for Israel Studies at the American University. •At the graduate level, Lev holds an MA in International Geostrategy and Jihadist Terrorism from Instituto Internacional de Estudios en Seguridad Global (INISEG)-Madrid, España/Università Telematica Pegaso in Naples, Italy and in 2020 completed a bioethics course at Harvard University. •From 2019-2021, Lev served in a special unit in the Israel Defense Forces (2019-2021) and ended his service as a sergeant. •Álvarez Gómez has a blog in the Times of Israel, is a columnist for Diario Judío (Mexico), and has written for several newspapers such as El Nuevo Día (Puerto Rico), El Vocero de Puerto Rico (Puerto Rico), Latino Rebels (United States) and Red Alert Politics (United States). Lev, who has published more than 140 opinion articles, is the author of two books: "Panorama Internacional: Una mirada a la geopolítica e historia mundial (2016-2017)" and "Puerto Rico: El nocivismo del insularismo y el colonialismo", and completed his minor’s independent project and his MA thesis on the "The Relations of Israel with Basque and Catalan Nationalism and its future geopolitical impact”. José speaks and writes Spanish and English excellently, speaks and writes correctly Catalan, Galego and Ladino, and has professional working proficiency knowledge of Hebrew.

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