Dos circunstancias abren la sombría perspectiva de un renovado y penoso cerrazón de la actividad comercial y cultural en el país, incluyendo a comercios, escuelas y universidades. La primera alude a los sectores ultraortodoxos que en estos días han resuelto abrir escuelas, seminarios y sinagogas desconsiderando las elementales medidas dictadas por el ministro de salud Yuli Edelshtein, político que no deja de apegarse fielmente a las tradiciones y prácticas religiosas.
La opinión pública del país coincide en estos días en condenar esta conducta cuando la mayoría de los afectados por el covid hoy tiene origen en este grupo que apenas aporta a la economía y a la defensa del país. Así, la brecha que de todos modos se verifica desde hace décadas entre los ultraortodoxos y el resto de la población hoy se dilata considerablemente.
Cabe señalar que conferencias y estudio a través del zoom que se practican en universidades y escuelas no son asequibles a este público, pues el medio televisivo es de acceso limitado- cuando no prohibido- debido a sus contenidos presuntamente adversos a los enunciados religiosos. También la comunicación telefónica conoce en este sector algunas restricciones rabínicas.
A esta circunstancia se suma un cálculo personal por parte del Primer ministro Netanyahu. Debe presentarse ante los jueces el próximo enero para responder a presuntos delitos que habría cometido en el curso de sus funciones. Pero si un tercer cierre se verifica entre noviembre y diciembre próximo es obvio que su presentación ante los tribunales deberá postergarse. Un paréntesis que le permitiría propiciar en marzo próximo un cuarto torneo electoral confiando en que el apoyo popular en su favor no se habrá de reducir sensiblemente. Las encuestas indican que a pesar de que perdería en estas circunstancias de siete a diez escaños en la Knesset, aún podría encabezar una coalición gubernamental si se inclina a aliarse con el partido Derecha encabezado por Naftali Bennet, hoy su inaceptable rival.
En suma: difícil situación que dilata las brechas ideológicas y sociales y acentúa el declive económico de Israel. Por fortuna, los enemigos de nuestro país deben hoy atender sus graves y propios dilemas.
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