Judíos por elección

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Esta es la historia de un joven filósofo convertido al judaísmo, un colombiano que decidió no quedarse en Israel para trabajar en pro de su comunidad en Colombia. Hoy, en tiempos de cuarentena, el rabino Asher Abrabanel enseña a través de YouTube el conocimiento, la investigación y la reafirmación de los valores judíos.

Asher Abrabanel, de familia católica, optó por convertirse a la fe judía en el 2011.
Asher Abrabanel, de familia católica, optó por convertirse a la fe judía en el 2011. / Archivo Particular

Barrancabermeja, Barranquilla, Jerusalén y Cali son territorios calurosos donde coincide todo lo que parece imposible de coincidir: el cristianismo, el judaísmo y los musulmanes. En la primera ciudad nació con un nombre que no quiso revelar, en la segunda, hizo sus primeros caminos y cuestionamientos sobre Dios, en la tercera, estudió para ser rabino adoptando un nuevo nombre, y en la última vive como líder de la Comunidad Judía Maguén Abraham.

Siendo muy pequeño, su familia decidió ir a la ciudad de Barranquilla para dar un cambio económico en sus vidas. Sus padres católicos lo matricularon en un colegio presbiteriano de origen protestante: el Colegio Americano. Fue ahí donde comenzó a cuestionar la religión y a Dios. Sus profesores le recomendaban textos de historia, teología y filosofía, pero él precisaba algo más. Poco a poco, su familia veía en él al hombre apasionado por el conocimiento religioso, leía todo lo que hallaba en internet o en los libros de la Biblioteca Departamental de la ciudad. A medida que fue creciendo, comenzó a asistir a una iglesia cristiana protestante, de aquellas iglesias famosas de grandes superficies. Ahí, su interés por la teología lo hizo sobresalir como un líder de jóvenes cristianos.


Debido a su perfil y entusiasmo por el conocimiento religioso, ganó un cupo para ir junto a otras personas de la iglesia a un importante seminario religioso en Bogotá realizado en Corferias, en el año 2003. En su estadía visitó diferentes cubículos de algunas organizaciones religiosas y de iglesias, o denominaciones evangélicas. Le llamó la atención ver cómo la bandera de Israel se ondeaba en una esquina del cubículo donde vendían diferentes artículos judíos como la kipá, Talits y El shofar. Ellos le dijeron: somos judíos mesiánicos. Durante varias horas, y a lo largo de los días que duró el evento ecuménico, habló con este grupo autodenominado judíos mesiánicos sobre aquellas cuestiones que le venían a la mente. Compró un par de libros y regresó a Barranquilla con algunas dudas en el bolsillo.

Un día, mientras sostenía una discusión religiosa con otros alumnos del colegio, una compañera, al escucharle hablar, le dijo que su tía era de esa comunidad. Guiado por la curiosidad, contactó a la familia de ella y pronto fue invitado a participar en su espacio religioso cerca del Parque Cisneros, en el barrio Santa Ana del Centro Histórico de Barranquilla. Era de noche y con la ligera seña de su posible ubicación encontró la comunidad judía mesiánica de la ciudad. El líder religioso, que se hacía llamar rabino, le dio la bienvenida con agrado. Por más de cuatro meses estuvo dividido su corazón: un día asistía al Sabbat de la comunidad y los domingos iba al culto de la iglesia cristiana. Al final tomó una importante decisión. Quiso hablar con el pastor para clarificar sus dudas, pero no lo consiguió, pues al ser una mega iglesia era difícil la comunicación. Desde ese día dejó de ir al culto y al seminario bíblico que impartía la iglesia evangélica. Durante semanas, algunos de sus colegas lo llamaron. Él sintió que compenetraba más con la comunidad judía mesiánica que con su pasado protestante.

Al profundizar en la literatura de la comunidad, pronto aprendió acerca de esta secta religiosa que surgió en el siglo XIX en Estados Unidos como una manera de atraer judíos al cristianismo. Este movimiento no demoró en aparecer con fuerza en América Latina, no tanto con el fin de atraer judíos sino de cautivar a un pueblo cristiano que intenta descubrir sus raíces judías y que exige mayores rituales en su ethos religioso con el supuesto intento de volver a la esencia de Jesucristo. Vale la pena decir que la cosmovisión judía mesiánica es muy diversa. Uno de sus dogmas dice que Jesús solo volverá cuando el pueblo judío crea y se convierta al cristianismo. Sus creencias pueden variar de iglesia en iglesia, entre un líder a otro, y dentro de la ciudad. Es difícil entender dónde se trazan las líneas que dividen un movimiento del otro.

A los meses siguientes, acaecieron una serie de cambios en esa colectividad religiosa. Su líder espiritual tomó otro camino y algunas divisiones ahondaron en la grieta que ya se venía observando en la comunidad. Él, como joven y apasionado lector de textos sagrados, decidió continuar con su exégesis del judaísmo junto con otras personas de la comunidad. Si bien hacían los mismos rituales y usaban las mismas vestimentas, se percataron en sus estudios que según la ley judía no eran verdaderos judíos. No desistieron, con el pasar de los meses. Tenían una férrea fe en Dios y por ello tomaron la decisión de continuar en su búsqueda de formación espiritual entablando conversaciones con distintas personas de la comunidad judía tradicional de la ciudad, nada fácil en un comienzo.

Las comunidades judías tradicionales en Barranquilla se remontan al siglo XIX. Muchos de ellos provienen de las Antillas, especialmente Curazao, como consecuencia de una grave depresión económica, algunas sequías y una epidemia de viruela. También fue conocido el apoyo económico que recibió la gesta libertadora de Simón Bolívar por parte de miembros destacados de la comunidad judía.

En 1819, el naciente gobierno colombiano les entregó a «los miembros de la nación hebrea» el derecho de radicarse en el país, así como la garantía de su libertad religiosa y los mismos derechos políticos del resto de los ciudadanos. En el siglo XX, se dio la conformación de la comunidad judía en Barranquilla, que hoy cumple más de 90 años de existencia. Una comunidad que ha resaltado por su historia, como la de Ernesto Cortizzos, quien tuvo un importante papel al establecer la primera compañía comercial de transporte aéreo que funcionó en las Américas, en 1919, llamada SCADTA. Hoy el aeropuerto internacional de la ciudad de Barranquilla lleva su nombre. Es pertinente resaltar que gracias a la migración, a comienzos del siglo XX, de judíos, sirio-libaneses, alemanes, entre otros, se modernizó la ciudad de Barranquilla, convirtiéndose, en ese entonces, en la urbe más cosmopolita del país.

Contactar a los miembros de la comunidad judía tradicional no es tarea fácil. Sin embargo, para los 40 miembros de esta joven comunidad lectora de textos judíos era vital la interpretación de los libros y tener contacto con judíos tradicionales que pudieran brindar algún conocimiento de primera mano. Por esto fue que una de las primeras tareas que se propusieron fue la de contactar, vía internet, a una serie de rabinos.

En el año 2006, durante sus estudios de filosofía en la Universidad del Atlántico, pudo reunirse con el rabino Daniel Ginerman. El rabino, de origen uruguayo, tiene, desde hace 14 años, un canal en YouTube llamado AbracaAdabra אבראכאדברא. Ahí comparte y explica todo lo relacionado a la judeidad. La joven comunidad lectora recibía los estudios del rabino a través de las plataformas virtuales, y estas clases eran replicadas a lo largo y ancho de Iberoamérica. No pasó mucho tiempo y el rabino Daniel Ginerman vino a Colombia con el fin de preparar a todos aquellos con las que había tenido contacto virtual. Entre el estudio y la autocomprensión, uno a uno, fueron consolidando saberes frente al judaísmo. Estas charlas, las primeras de varias que vinieron con los años, establecieron el primer puente que necesitaba esta comunidad, en especial nuestro protagonista.

El segundo rabino que contactaron nació en Ecuador y tiene padres polacos. Moshe Stroe vive en Mitzpe Yerijo, en Israel, y vino a Colombia entre el 2007 y el 2008 para hacer los primeros procesos de conversión y estudio del judaísmo. No era un proceso fácil, tenían que hacerse la circuncisión bajo la ley y prepararse para el Bet Din, un tribunal rabínico que vino desde Israel a Colombia para hacer el proceso de conversión a los diferentes miembros de la comunidad. Entre todos ellos pagaron los pasajes de los rabinos y del rab Moshe, además viajaron desde cada una de las principales ciudades del país hacia Bogotá, donde se realizó la ceremonia de conversión. Sin recursos económicos para viajar, algunos perdieron esta oportunidad, entre ellos nuestro joven aspirante a filósofo. A las personas que lograron la conversión se les empezó a conocer como “El grupo de los 104” y hoy esa comunidad se conoce como Mayim Jaim, aunque siguen siendo reconocidos entre los judíos colombianos como los “104”.

Transcurrieron unos meses y un rabino de Estados Unidos, quien había escuchado del fenómeno de la conversión en el país, propuso hacerla con una serie de condiciones. Algunos tuvieron que viajar a estudiar con él y conformar la unión entre los grupos de la ciudad bajo un mismo techo, una misma entidad, y con él a la cabeza. No pasó mucho tiempo y la naciente comunidad implosionó. Algunos se fueron para siempre y otros quedaron en el aire, sin líder, sin sinagoga y sin su certificado de judeidad, llamado Teudát Giur. Sin el certificado y con el dinero perdido que había ahorrado durante meses con su trabajo como profesor de filosofía en un colegio y en la universidad, decidió seguir estudiando de manera autodidacta, como hacía desde que se cuestionó por primera vez sobre Dios.

Con sus contactos en la comunidad judía tradicional conservadora pudo asistir a las celebraciones de los viernes en la noche y el Sabbat en la mañana, pero había 4 kilómetros que dificultaban su procesión. Vivía junto con su familia en el barrio Bella Vista y caminaba hasta la sinagoga Bet-El en el Barrio La Cumbre. Eran dos horas de ida y regreso para cumplir con su cita de estudio y oración. Fiel a sus principios y anhelos, decidió retirarse de la comunidad conservadora, pues prefería la ortodoxa como camino a seguir y a finales del 2008 conformó un grupo de estudio judaico con unas pocas personas. Martes, jueves y sábado se reunían en las diferentes casas en las que permitían los encuentros. La suya lo seguía apoyando, aún cuando no entendían por qué estudiaba filosofía y teología con tanta pasión.

Su continua búsqueda espiritual, y su título recién obtenido de la facultad de filosofía, lo ayudaron a contactarse con un rabino de Miami que había trabajado en Cali: el rabino Abraham Deleon Cohen. Sefardita de origen turco con nacionalidad colombiana, miembro de Rabinical Association of Greater Miami e International Rabbinic Fellowship, es un hombre perspicaz y de buen humor que ha ayudado a lo largo y ancho del mundo a cientos de comunidades judías.

El 6 de diciembre del año 2009, el rabino Abraham Deleon Cohen dio la conformación de una nueva comunidad judía en Barranquilla. Con una sinagoga y una junta directiva se constituyó la Comunidad Israelita Rab. Isaac Abrabanel, en el barrio El Prado. En el año 2011 la mayoría de la comunidad logró hacer, gracias al rabino, su primer proceso de conversión. El acto se realizó en una playa de Cartagena. Fue ahí cuando cambió su nombre de bautizo por Asher Abrabanel. Alegría o el bienaventurado, como su nombre traduce, decidió que como nuevo hombre judío su nombre debía ser un mensaje para los demás. Sin embargo, el Estado de Israel no reconoció esa conversión. Los miembros de la nueva comunidad se sintieron abatidos, pero decidieron continuar con el estudio de la palabra de Dios.

Hoy la sinagoga Isaac Abrabanel de Barranquilla tiene un yeshivá (centro de estudios) y su apreciada Séfer Tora. Asher cuenta que los Bnei Anusim de la comunidad, con alegría, honran la recepción de la nueva Séfer Torá, ya que esta fue donada por una familia de Europa. Lo más llamativo es que estos rollos de la Torá fueron escritos antes de la Segunda Guerra Mundial.

Asher logró obtener su Teudát reconocido ante Israel gracias al rabino Eliyahu Ben Haim de Estados Unidos. Con este documento no tardó en pedir una beca para ir a estudiar a Israel. Viajó en el 2014 a Bogotá a una entrevista con la organización que le otorgó una beca (ya que es costoso estudiar en una Yeshivá) en Jerusalén. Al ser su primer viaje internacional tuvo sentimientos encontrados, aunque al pisar suelo sagrado dijo: “estoy de regreso en casa”.

Asher ingresó a estudiar a la Shehebar Sephardic Center, Yeshiva Midrash Sefaradi, Centro Sefardí Shehebar (SSC), una institución fundada en 1980, por el rabino Sam Kassin, enfocada en preparar los nuevos rabinos del mundo. La universidad tiene como objetivo acercarse a las comunidades sefardíes en toda la diáspora y capacitarlos en todos los aspectos de la Torá, en la tradición sefardí y en las relaciones comunitarias. Cada rabino completa un curso de estudio de cuatro a cinco años en derecho judío, talmud kosher, matrimonio y mohelim para que estas comunidades puedan mantener su herencia judía.

Asher estudiaba y trabajaba todos los días en la Yeshivá, pero siempre tenía un tiempo para ir a meditar a la tumba del Rey David, a dos kilómetros del yeshivá, o a la de Maimónides, filósofo, médico y pensador judío del siglo XII. Asher, asiduo lector del pensador judío del medioevo, comprendía buena parte del ethos judío gracias a estas meditaciones. Maimónides dice que la caridad debe empezar con tu familia y poco a poco ir extendiendo a los demás. Para Asher el judaísmo fue un llamado, un renacer y por ello vivió con intensidad esos años en el yeshivá. Uno de sus primeros oficios dentro de la institución fue la cocina. Ahí aprendió de la culinaria local. Sus colegas de estudios, algunos provenientes de Europa, África o las Américas, le preguntaban de Colombia, pues la única referencia que tenían eran las series de Netflix. Asher comenta que era más difícil con los judíos ultraortodoxos, ya que ellos por lo general no tienen ningún aparato tecnológico moderno en sus hogares. Es decir, no sabían nada de Colombia y su gente.

Al finalizar sus estudios en Israel decidió no tomar la ciudadanía y regresó a Colombia. Su sueño es fortalecer los procesos de las comunidades emergentes judías de nuestro país al igual que lo hicieron sus antiguos maestros. Hoy, Asher tiene 33 años y obtuvo su Teudát de rabino en el 2019. Se casó a principios del 2020 y da clases por internet vía YouTube, en donde tiene un canal propio desde hace 12 años. A raíz de la COVID- 19 ha aumentado su presencia en redes sociales. Ha participado en diferentes eventos ecuménicos de la ciudad para fomentar la paz y el trabajo mancomunado de las religiones y la interpretación ética que las une. Ahora se encuentra escribiendo un análisis sociológico del acercamiento de los movimientos protestantes al judaísmo para presentar como propuesta de doctorado en la Universidad de Bar Ilan de Israel. Según Asher, esta investigación es importante porque el fenómeno de acercamiento al judaísmo por parte de grupos protestantes es casi desconocido en la academia de Iberoamérica. El rabino trabaja para fortalecer su comunidad Maguen Abraham de Cali, por ahora, su última estación.

Frente al desarrollo de estudios judaicos latinoamericanos en las diferentes ramas de las ciencias sociales, el panorama colombiano sigue siendo bastante escaso. Los pocos estudios rigurosos que han tratado el tema se han enfocado en la costa caribe y en ciudades como Barranquilla, Cartagena y Santa Marta. Sabemos que la presencia de judíos en Colombia se remonta al periodo de La Colonia y al siglo XX. Sin embargo, la historia de su presencia en el territorio es, en su mayoría, desconocida.

La Doctora Aliza Moreno Goldschmidt, investigadora del siglo XVII en historia judía, explica la diferencia entre el fenómeno de la conversión antes y después de 1492: el fenómeno de la conversión es diferente en muchos sentidos. La necesidad de conversión en el periodo de la Inquisición era para sobrevivir en la península Ibérica. Hoy la conversión está basada en el elemento de creencia: creo porque deseo creer. El carácter voluntario de conversión religiosa, de pasar de una religión a otra, es un fenómeno moderno posterior a la Revolución Francesa. Actualmente, la gran mayoría de las conversiones las llevan a cabo personas que de forma voluntaria deciden adoptar otra fe. Otro factor para tener en cuenta es que en España y Portugal era prohibido, por ley, ser judío. Hoy no hay tal restricción.

En Colombia se han hecho estudios para encontrar los orígenes judíos en elementos comunes de nuestra cultura. Existe un mito: se cree que la arepa, comida típica de Colombia y Venezuela, es una imitación al pan maza plano, o que el poncho usado en la zona centro del departamento de Antioquia puede ser una versión local del Talit. Otro de los mitos fundacionales relaciona la migración judía con municipios como Jericó, Belén, Betania y Tarazá. Sin embargo, los únicos registros que tenemos de la historia judía en Colombia se especializan en la actividad comercial. Los judíos fueron pioneros en la venta ambulante, vendían telas y zapatos, fueron los primeros en traer la forma de pago llamada crédito, fundaron empresas, algunas muy conocidas hoy como la cervecería Bavaria. En el fenómeno de la conversión como estudio académico se han registrado casos desde 1995 cuando algunos protestantes o católicos quisieron abrazar la religión judía. Hoy existen, en todo el país, unos 28 grupos reconocidos como comunidades emergentes y se fundó la Asociación de Comunidades Israelitas Colombianas.

Estas fueron algunas historias de la rica herencia judía en Colombia. Agradezco a todos y cada uno de los judíos que han aportado en esta crónica y al rabino Asher por abrir las puertas de su comunidad para elaborar esta investigación.

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