La epopeya de Ángel Sanz Briz, que salvó la vida a miles de judíos, ya es obra teatral

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Víctor Iriarte (Pamplona, 1965) es periodista, crítico y autor teatral. Recuerda bien cuando a finales de los 90 llegó internet al periódico en el que trabaja, ‘Diario de Navarra’. «La primera búsqueda que hice fue ‘Ángel Sanz Briz’», evoca. El personaje le obsesionaba desde tiempo atrás. Pero la red estaba entonces aún en pañales en España y apenas le sirvió para saber que en Zaragoza existe un instituto de secundaria que lleva su nombre. Hace unos días, Víctor Iriarte ganaba el premio Lope de Vega de literatura teatral con ‘Budapest, un silencio atronador’, una obra inspirada en la epopeya de Ángel Sanz Briz, el diplomático aragonés que salvó la vida de miles de judíos en la Segunda Guerra Mundial. Y con ello cerró un círculo vital.

El dramaturgo y periodista pamplonés Víctor Iriarte, autor de ‘Budapest, un silencio atronador’.

«La obra pone el cierre a 30 años de una obsesión –señala–. Una obsesión que comenzó cuando un día leí una información en la que hablaban de Sanz Briz y decían que había salvado la vida a 5.000 judíos. Mi primera impresión fue que se trataba de una errata. “¿Cómo va a salvar la vida a 5.000 judíos? Será a a 5, o a 50. Si no se ha oído hablar de él hasta ahora”, pensé. Busqué lo que se había publicado y descubrí que el personaje se conocía poco y mal». Y empezó a reunir información sobre el diplomático. Llegaron más libros e investigaciones, creció internet, supo más cosas de Sanz Briz, fueron pasando los años y la obsesión seguía allí. En 2010, cuando Iriarte era ya autor teatral y había ganado el premio Calderón de la Barca, se encerró durante una quincena a escribir lo que sabía. «Y descubrí que había algo más interesante que lo que conocíamos de Sanz Briz, y era todo lo que ignorábamos: sobre todo cómo y cuándo se tomaron las decisiones que salvaron tantas vidas. Y es ese terreno el que puede explorar un autor teatral; un historiador tiene que ajustarse a los documentos, a los hechos, a los testimonios… El propio Sanz Briz apenas habló de su labor en Hungría. Lo hizo una vez en una entrevista que concedió a HERALDO».

Esa reserva de Sanz Briz, cualidad diplomática por excelencia pero que también ha contribuido a que su figura no tenga el relieve que merece, ha intrigado a Víctor Iriarte. “Al diplomático aragonés se le concedió el título de Justo entre las Naciones, algo que hoy solo se ha dado a nueve españoles, y su familia se enteró de ello tras su muerte -señala-. Por eso lo del ‘silencio atronador’ del título de la obra, porque el protagonista no dijo nada pese a lo enorme de su labor”.


Personaje controvertido, en la realidad y en la ficción teatral, es el de Giorgio Perlasca, el italiano que se hizo pasar por cónsul español cuando Sanz Briz abandonó Budapest.

“En esta historia hay más misterios que certezas, y donde no llega el historiador llega el dramaturgo -asegura Iriarte-. Como Sanz Briz no contó mucho a lo largo de su vida sobre lo que hizo en Budapest, Giorgio Perlasca reclamó para sí buena parte del mérito de haber salvado a los judíos. Perlasca era un italiano que había combatido en la guerra de Abisinia y en la de España con el CTV y que, por esto último, tenía derecho a un pasaporte español. Se quedó en Hungría un poco desamparado y comenzó a colaborar con la legación española. Cuando los rusos estaban a punto de entrar en Budapest, a finales de noviembre de 1944, Franco ordenó a Sanz Briz que cerrara la embajada y saliera de allí. Pero ni la cerró ni dijo a nadie que se iba. Eso permitió que Perlasca se hiciera pasar por cónsul y continuara con el procedimiento con el que Sanz Briz había salvado a miles de judíos. El diplomático aragonés empleaba pequeñas mentiras y medias verdades, aseguraba que lo que hacía era proteger a ciudadanos españoles, por ser sefardíes. Y en Hungría apenas había sefardíes, aunque los nazis no lo sabían. Con la embajada abierta, y afirmando que Sanz Briz no había regresado a España, sino que había viajado a Suiza en busca de instrucciones, Perlasca siguió con el engaño. Sanz Briz había llegado incluso a alquilar casas, pagándolas de su propio bolsillo, ponerlas bajo bandera española y refugiar en ellas a judíos en peligro. Tengo la impresión de que sabía perfectamente que, si cerraba la embajada, miles de judíos iban a quedar desamparado. Por eso actuó así”.

¿Por qué se resistió a hablar de ese periodo? “Estoy convencido de que lo hizo porque sabía que cometió irregularidades. Había interpretado las leyes muy a su manera para salvar a los judíos, mintió, usó su propia vivienda para proteger a gente… Lo que hizo, darle el pasaporte a judíos, era peligrosísimo. Si le hubieran descubierto no solo le habría costado el puesto, seguramente le habrían fusilado”.

En esa zona oscura, de más hipótesis que certezas, se ha sumergido Iriarte para escribir ‘Budapest, un silencio atronador’, llenando de palabras esas zonas aún oscuras. Se trata de una obra en cierto sentido monumental: de entre cinco y seis horas de duración, necesita de una quincena de actores principales y tiene otra treintena de secundarios.

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El diplomático aragonés Ángel Sanz Briz, en una imagen de archivoHeraldo.es
«Cuando escribo teatro, la mitad de mi mente es de autor y la otra mitad de productor, pienso en los costes de la puesta en escena –apunta–. Así que normalmente me muevo con pocos actores y con el menor número posible de cambios de escenario. Pero aquí me planteé justo lo contrario. Decidí escribir sin límites previos, como si me hubieran encargado una producción del Centro Dramático Nacional. Como espectador, he disfrutado mucho de obras de Robert Lepage como ‘La trilogía de los dragones’, de seis horas de duración, e incluso he asistido a una obra de 24 horas en Madrid (‘Monte Olimpo’, de Jan Fabre). Si te gusta el teatro y la historia es buena, no importa la duración de una obra. Hay que contar las cosas como se merecen».

Y así surgió el texto, estructurado en tres partes y una treintena de escenas, con los personajes principales de Ángel Sanz Briz, Giorgio Perlasca (el comerciante italiano que se hizo pasar por cónsul español) y el nuncio del Vaticano en Budapest, Angelo Rotta. En la obra hay otro personaje destacado, el propio autor, que se ha introducido en el texto aprovechando los criterios de la autoficción ahora en boga y que plantea en escena dudas e hipótesis.

El premio, dotado con 12.000 euros, no lleva aparejada la publicación de la obra ni su puesta en escena. Pero Víctor Iriarte ya ha encontrado editor y, en cuanto a su posible estreno teatral, es consciente de las dificultades. «Cuando escribo, dirijo. Sé lo que supone llevar al teatro un texto de estas características pero siempre hay alguien que se atreve con los retos aparentemente difíciles». En cualquier caso, aparte de cerrar el círculo de una obsesión, está satisfecho por contribuir, con los medios a su alcance, a difundir la figura de Sanz Briz. «Merece conocerse mucho más –concluye–. Schindler salvó la vida a 1.000 judíos; la operación que puso en marcha Sanz Briz, a 5.000».

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