Había una mujer en las afueras de Nueva York que tenía una enfermedad crítica; cada tiempo tenía recaídas, alzas y bajas en su enfermedad.
Esta mujer nunca conoció a Rab Abraham Pam; únicamente habló con él y le ayudó mucho la llamada, ya que le dio muchos ánimos. Cada vez que le marcaba la mujer a Rab Pam, corría a contestar el teléfono para que no sufriera unos segundos esperando a que contestara.
En una ocasión sonó el teléfono en la casa de Rab Abraham Pam y contestó su nieto pequeño. Cuando contestó, el niño le dijo que no escucha a nadie en la línea y en ese momento Rab Abraham Pam se dio cuenta de que era esa mujer que estaba hablando y estaba tan débil que no tenía ni fuerza para hablar.
Rab Abraham Pam tomó el teléfono y habló con ella más de 35 minutos sin que ella contestara una sola palabra (imaginemos y tratemos de hablar únicamente cinco minutos con alguien que no conteste).
Después de algunos meses, la señora se recuperó un poco y relató que esa llamada le recobró las ganas de vivir y tuvo algunos meses más de vida por esa llamada.
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