Mariana y Grace, migrantes mexicanas, triunfan con sus diseños de bolsas, ropa y joyería en Israel

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Estados Unidos, 9 de junio (La Opinión).- Mariana Bravo y Grace Villanueva tienen en común ser migrantes mexicanas en Israel, pero en ese país del Medio Oriente, la lejanía de su patria las hizo sacar su espíritu emprendedor y convertirse en diseñadoras de ropa y accesorios.

Mariana es diseñadora de bolsas y blusas mientras que Grace es creadora de joyería.

“Vengo de una familia mexicana muy emprendedora”, dice Mariana, originaria de la Ciudad de México y quien lleva casi seis años viviendo en Oranit, al centro de Israel.


Ella estudió marketing y trabajaba en una revista de estilo de vida cuando el amor la encontró en Playa del Carmen en el caribe mexicano. Ahí conoció a Adi, un israelí que visitaba México. Iniciaron una relación a distancia por un año y medio, hasta que Mariana encontró sin buscarlo un empleo en Israel como vocera para el proyecto arqueológico mexicano Magdala.

“Vengo de una familia mexicana muy emprendedora”, dice Mariana, originaria de la Ciudad de México y quien lleva casi seis años viviendo en Oranit. Foto: Araceli Martínez, La Opinión
“Vengo de una familia mexicana muy emprendedora”, dice Mariana, originaria de la Ciudad de México y quien lleva casi seis años viviendo en Oranit. Foto: Araceli Martínez, La Opinión

El proyecto Magdala es una iniciativa de Juan Solana, un sacerdote de los Legionarios de Cristo que construye una casa de peregrinos a los pies del mar de Galilea en la tierra de María Magdalena. Se trata del primer proyecto arqueológico encabezado por mexicanos.

Al empezar a construir la iglesia en honor a María Magdalena, se descubrió una sinagoga del siglo I de la época de Cristo, y con esto vino el descubrimiento de un puerto marino, un mercado, baños de purificación de los judíos, monedas del siglo I, y otros vestigios más.

Mariana llegó en 2013 a Israel y se casó en 2017 con su novio israelí. Ahora es madre de Saray, una pequeña de poco más de un año de edad.

“Llegué como una persona y ahora soy otra. Vine de 25 años y ahora tengo 31 años. No creía en Dios, ahora me acerqué a Dios. He madurado mucho. Creo que porque no tengo aquí a mi familia y a mi mamá”, reconoce.

En ese proceso de transformación, una prima hermana en México le recomendó comenzar a llevarse productos mexicanos para vender en Israel.

Mariana empezó a crear sus propios diseños de bolsa y trajes de baño y mandárselos a las indígenas oaxaqueñas de un pueblo del Istmo de Tehuantepec con las que trabaja. Foto: Araceli Martínez, La Opinión
Mariana empezó a crear sus propios diseños de bolsa y trajes de baño y mandárselos a las indígenas oaxaqueñas de un pueblo del Istmo de Tehuantepec con las que trabaja. Foto: Araceli Martínez, La Opinión

“A mi siempre me paraban en las calles por mis blusas y bolsas mexicanas. Aquí en Israel les gusta mucho la moda mexicana. Así que en un viaje a México, me traje bolsas, blusas, hamacas y otros accesorios hechos por indígenas oaxaqueñas. Me motivó mucho porque mi abuelito vive en Oaxaca y yo amo ese estado mexicano”, dice.

Mariana llegó en 2013 a Israel y se casó en 2017 con su novio israelí. Ahora es madre de Saray, una pequeña de poco más de un año. Foto: Araceli Martínez, La Opinión
Mariana llegó en 2013 a Israel y se casó en 2017 con su novio israelí. Ahora es madre de Saray, una pequeña de poco más de un año. Foto: Araceli Martínez, La Opinión

Pero Mariana no solo quiso ser importadora de productos mexicanos sino que poco a poco, empezó a crear sus propios diseños de bolsa y trajes de baño y mandárselos a las indígenas oaxaqueñas de un pueblo del Istmo de Tehuantepec con las que trabaja. “Me hacen lo que yo quiero. En realidad ellas son las artistas”, dice. Su tienda online se llama Mexi.coil.

¿CÓMO HA SIDO EL MERCADO EN ISRAEL?

“El producto les gusta mucho. Nosotros somos de mucho color. Israel es un poco gris, más sobrio, pero las bolsas, las cosas para la playa como las mantas han tenido aceptación. Aunque debo decir que los israelís primero se ayudan entre ellos, y les cuesta confiar en un extranjero, pero una vez que lo consigues, ya la hiciste”, dice.

Mariana está contenta. “Quiero crecer mi negocio, crear e importar cosas de mi país. Me gusta conectar a los dos países, la gente y la cultura. Israel y México tienen muchas cosas en común, más de lo que la gente se imagina”, dice.

“Claro no hay nada como México”, sostiene. Y revela que extraña la comida, sus amigos, su familia.” Pero aquí me siento muy segura como mujer y como mamá, y aquí está mi esposo y mi hija”, dice. Agrega que adaptarse a la cultura israelí le tomó mucha paciencia. Sin embargo, desarrollar empatía fue determinante para su adaptación. “A los mexicanos nos ayuda que somos muy empáticos con otras culturas y nos adaptamos rápido”, sostiene.

Mariana está contenta. “Quiero crecer mi negocio, crear e importar cosas de mi país. Foto: Araceli Martínez, La Opinión
Mariana está contenta. “Quiero crecer mi negocio, crear e importar cosas de mi país. Foto: Araceli Martínez, La Opinión

Mariana invita a las mujeres para que vayan a conocer Israel. “Se van a sentir tan seguras. Además hay tantas cosas en pro de la mujer y somos un ejemplo de equidad en el mundo”, asegura.

LEJOS DE LA TIERRA, RENACE LA CREATIVIDAD

Grace Villanueva de Monterrey, México va a cumplir seis años de vivir en Raanana, al centro de Israel. En un viaje de vacaciones a Las Vegas en 2010, conoció al israelí Hayim Tal quien ahora es su esposo. Iniciaron una relación a larga distancia que se facilitó porque ella trabajaba en una aerolínea y con los beneficios podían reencontrarse cada tres o cuatro meses hasta que se casaron tres años después.

“La verdad nunca imaginé en mi vida casarme con un judío y mucho menos venir a Israel”, admite.

A los ocho meses de radicar en ese país del Medio Oriente , le dieron un permiso de trabajo y actualmente es ciudadana israelí.

En su nueva patria, Grace retomó su pasión por crear y diseñar joyas.

“Desde los 17 años en Monterrey, antes de ir a la universidad, tenía como hobbie hacer bisutería. En la tienda a la que iba a comprar los materiales, me dijeron que les gustaba mucho lo que hacía y me ofrecieron ir a trabajar con ellos y dar clases”, recuerda.

En su nueva patria, Grace retomó su pasión por crear y diseñar joyas. Foto: Araceli Martínez, La Opinión
En su nueva patria, Grace retomó su pasión por crear y diseñar joyas. Foto: Araceli Martínez, La Opinión

Su hobbie se convirtió en trabajo y empezó a vender sus accesorios en tiendas de regalos de San Pedro en Monterrey.

Pero cuando se adentró en sus estudios universitarios, dejó de las joyas y no fue hasta que llegó a Israel cuando retomó su pasión.

“No podía trabajar, no hablaba hebreo. Lo único que sabía hacer era collares y aretes y me puse a fabricarlos. Una señora mexicana que tiene una galería de arte en Rosh Pina, un pueblo en el norte de Israel me contactó para decirme que le interesaba vender mis accesorios. Le dije, claro”.

El año pasado fue su esposo Hayim Tal quien le propuso lanzarse por su cuenta y abrir su propia página en internet para vender sus creaciones.

“Le puse a mi negocio Grace Liñan. Liñan es mi apellido materno. Estamos vendiendo en Israel y tengo envíos por todo el mundo, pero donde las ventas están más fuertes es en Estados Unidos. Para septiembre, estaremos abriendo mercado en Canadá ”, dice.

Cuando abrió su tienda online, interpretó como una señal divina de buen augurio para el negocio, que su primera compradora en Estados Unidos, se llamara Cathy Grace. El nombre de mi mamá es Cathy; y el mío, Grace”, dice.

El año pasado fue su esposo Hayim Tal quien le propuso lanzarse por su cuenta y abrir su propia página en internet para vender sus creaciones. Foto: Araceli Martínez, La Opinión
El año pasado fue su esposo Hayim Tal quien le propuso lanzarse por su cuenta y abrir su propia página en internet para vender sus creaciones. Foto: Araceli Martínez, La Opinión

Esta ciudadana mexicana-israelí reconoce que lo que más la ha frenado de entrar en el mercado de Israel es no dominar el hebreo y la falta de tiempo. Grace trabaja en una compañía de high tech de Nueva York donde solo habla inglés. “Creo que hablo un 70 por ciento el hebreo. No me ayuda no practicarlo”, reconoce.

Pero eso no detiene sus proyectos. “Mi sueño es que el nombre de Grace Liñan sea conocido en el mercado local y pueda abrir un local y sucursales”, dice.

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