Una bienvenida catarsis de Rafael Michelini. Desde una emotiva dedicatoria iniciada con el nombre de Felipe, su hermano fallecido en un accidente doméstico en plena pandemia, en el recuerdo inalterable de Zelmar, y en el dolor y también el amor de una extensa familia insigne de nuestro país, Rafael apuesta por la creación como camino fértil para vadear épocas oscuras.
Y si la Historia tiene una posibilidad de resumirse es en la línea de Will Durant, que retoma la peripecia de un príncipe que ansiaba entender el sentido de la marcha de la humanidad con el fin de ser un buen gobernante. Los informes de los sabios abarcan demasiados volúmenes, a lo largo de su reinado pide versiones cada vez más resumidas. Ya en el lecho de muerte es notificado que el devenir histórico puede ser glosado en tan solo una frase: “Majestad, ellos…sufren”.
Si. Noah es una historia de sufrimiento, pero también es mucho más. Es una historia de redención, de resistencia, de dignidad.
Las comunidades judías europeas sufrían continuamente persecuciones. De hecho, habitualmente no registramos que habían sido expulsados de Inglaterra en el 1290 por Eduardo I, recién teniendo posibilidad de retorno a mediados del 1600 con Cronwell. Pero un siglo más tarde, en el 1394, Francia protagoniza un sangriento ataque a la comunidad que se salda con una ordenanza de expulsión.
Tiene que pasar un siglo más para que, en 1492, llegue el Edicto de Intolerancia de la mano de los Reyes Católicos, que abarca infaustamente tanto a judíos como musulmanes. Tan solo cuatro meses se les brinda de plazo para abjurar o emigrar perdiendo sus bienes. El quedarse significaba ser objeto de persecuciones crecientes. Y es el surgimiento de los llamados “marranos”, personas que declararon haber abjurado de la religión de sus mayores pero que mantenían, más allá de las dificultades, su fe.
Ese es el contexto que elige Michelini para ambientar una sólida novela en la cual un médico judío, Noah, logra armar una red de resistentes inicialmente en Burgos, capital de Castilla en aquellas épocas. La persecución es sistemática y cruel. Imposible no asociarla con el ominoso Plan Cóndor. Pero, al igual que siglos más tarde, la generosidad y la valentía sigue siendo el signo de muchos.
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