La probable llegada de Jonathan Pollard a Israel en las próximas semanas sustancialmente divide a la opinión pública. En tanto que Netanyahu eleva su estatura hasta convertirlo en uno de los más distinguidos héroes que ha conocido el país, no pocos políticos e historiadores ofrecen opiniones divergentes.
Como se sabe, Jonathan Pollard (1945- ) fue arrestado en 1985 y penalizado con treinta años de cárcel por diversas actividades de espionaje que habría llevada a cabo en favor de Israel. Cuando sus actividades fueron descifradas por los servicios norteamericanos de contraespionaje, buscó refugio en la embajada de Israel en Washington. Y entonces, por explícita orden de Rafi Eitán- funcionario israelí que guiaba sus actividades- sus puertas le fueron cerradas.
Preservar las correctas relaciones con el gobierno norteamericano resultaba entonces para Jerusalén más importante que ofrecerle refugio. Desde entonces esta decisión es motivo de opiniones encontradas.
¿Qué argumentan aquellos que se oponen a cualquier glorificación de sus actos? Primero, que no hay prueba alguna de que Pollard haya vivido en Israel o que sirvió como voluntario en las fuerzas militares del país, como argumentó en su momento. Después, que ofreció sus servicios como informante por lo menos a tres países antes de entregar secretos de la marina estadounidense a Israel, y, en fin, que para estas labores exigió un alto salario además de la generosa cobertura de sus gastos en viajes y hoteles.
A estas consideraciones cabe agregar que el desempeño y la conducta de Pollard ante los tribunales que lo juzgaron considerablemente trastornaron las relaciones entre Washington y Jerusalén. Se sabe que desde los años sesenta – como resultado de un discreto entendimiento entre el presidente Nixon y la ministra Golda Meir – tuvieron formal inicio las actividades de Israel en favor de una sólida capacidad nuclear. Basta consultar el texto de la Wikipedia para conjeturar cuáles son los logros del país en la materia. El affaire Pollard representó en estas circunstancias una ácida burla a Washington.
Sin embargo, el actual jefe del gobierno israelí se inclina a ignorar estas circunstancias y prefiere poner de relieve el castigo que Pollard debió sufrir por sus servicios al país. Así, en este escenario político Netanyahu ha resuelto convertirlo en una figura que podría beneficiarle en el caso de un cuarto torneo electoral que se llevaría a cabo en el próximo mes de marzo.
Es probable que consciente de estos contrapuntos, Pollard se inclina de momento a postergar su llegada a Israel, presuntamente obligado por la necesidad de atender el cáncer de su esposa. En cualquier caso, sabe que al llegar al país deberá lidiar con no pocos interrogantes.
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