Tenemos la costumbre de cerrar los ojos y taparlos con la mano cuando recitamos el primer versículo del Shemá. Cerramos los ojos para no perder la concentración si veríamos algo que nos pueda distraer, pero, ¿para qué los cubrimos con la mano derecha? De manera alegórica, podemos ensayar la siguiente respuesta: Cada persona tiene huellas dactilares únicas, cada ser humano desde la Creación hasta el final de los tiempos tendrá sus propias huellas digitales, es su sello de originalidad. Igualmente, el iris es único. Unimos estos dos únicos en el momento en que declaramos nuestra fe y apego al Creador. Esto es con la intención de insinuar que cada persona tiene su propia y única relación con Él. Así como no hay dos personas que compartan las mismas huellas, nadie tiene la misma relación con Él que otro individuo.
Esto debe estimularnos a buscar un nuevo camino- aunado siempre al que nos trazaron nuestros antepasados- en el Servicio Divino. Si bien es cierto que la halajá contempla siempre todo tipo de situación, el espíritu que le ponemos será siempre nuestro, nuestro propia contribución al mundo judío. No nos dejemos transformarnos en robots.
Ampliado de las palabras de Rab Daniel Staum.
Artículos Relacionados: