Silencio social, Holocausto y el Muro de Berlín

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“Lo más atroz de las cosas malas de la gente mala es el silencio de la gente buena”. Mahatma Gandhi

Posiblemente al leer el título de este editorial usted podría pensar que hay una gran incongruencia. Pero no, el comienzo del Holocausto y la construcción del Muro de Berlín son dos acontecimientos históricos que marcaron a la humanidad en momentos cruciales del siglo XX y hoy, 31 años después del último episodio, siguen dando de qué hablar.

La comunidad judía en el mundo entero recuerda para estas fechas un capítulo oscuro, que da inicio a lo que poco después sería el terrible Holocausto, que se cobró la vida de millones de personas.


Las noches del 9 y 10 de noviembre de 1938 fueron dramáticas, en aquel momento murieron más de 91 personas luego de ataques de grupos nazis liderados por el canciller del Reich, Adolfo Hitler.

Lo recuerdan como la Noche de los Cristales Rotos y su nombre es alusivo a la violencia que perpetraron alemanes extremistas sobre las personas y sus comercios.

También irrumpieron y destruyeron hospitales y sinagogas. Escuelas y casas fueron saqueadas, destruidas y demolidas a mazazos.

La Kristallnacht (así se le denomina en hebrero) fue seguida por una persistente persecución política y económica a la población judía, considerada parte de la política racial de la Alemania nazi y el paso previo al inicio de la solución final y el Holocausto.

Hubo más de 30 mil detenidos, a quienes posteriormente llevaron a los campos de concentración. La comunidad internacional guardó silencio, nadie alzó la voz, nadie protestó, no hubo reacciones ante la brutal agresión, el silencio fue cómplice.

La indiferencia marcó la vida de millones de personas, además abrió el paso al desprecio, la discriminación y la masacre.

Esta semana se conmemora también la caída del Muro de Berlín, denominado oficialmente por la socialista República Democrática Alemana (RDA) como Muro de Protección Antifascista (Antifaschistischer Schutzwall) y apodado por la comunidad occidental como Muro de la Vergüenza (Schandmauer).

Durante 30 años esta inmensa infraestructura de concreto y acero recortó las calles de esa ciudad alemana, dejando profundas secuelas en la sociedad.

Desde el 13 de agosto de 1961 hasta el 9 de noviembre de 1989 separó a Alemania Oriental de Alemania Occidental, pero también dividió un pueblo, familias, costumbres y creencias; hizo mella en el tejido social; provocó miseria, dolor y desprecio.

Todo se trató de un problema político originado tras el final de la Segunda Guerra Mundial. Berlín quedó dividido en cuatro sectores: soviético, inglés, francés y estadounidense.

Pero aquella separación solo traería dominación, desigualdad y agresión. Más de 600 personas murieron a tiros por soldados fronterizos de la RDA o de otra forma al tratar de huir. La prosperidad estaba del otro lado del muro, las diferencias económicas, políticas y sociales hacían que cientos intentaran cruzar, a sabiendas del riesgo que corrían.

Fueron 25 años divididos en todos los sentidos, dos décadas y media de una comunidad internacional que poco pudo hacer para derribar las barreras.

El silencio de nuevo fue socio de este episodio amargo. La humanidad carga con las cicatrices de líderes negativos, de hombres y mujeres que olvidaron ser parte de un todo.
Pero estos no son los únicos hechos por los cuales el mundo entero guarda silencio.

La guerra en Siria llegó a sus dimensiones por la inercia del orbe, por la falta de empatía, por el frío social. La matanza del tutsi en Ruanda, el conflicto entre Israel y Palestina que ha sido alimentado por odios externos, son solo algunos de los puntos oscuros en la hoja de la historia moderna, las muertes de miles de mujeres por defender sus derechos de igualdad, las mutilaciones genitales, los ataques terroristas que se cobran cientos de vidas y la violencia infantil.

Somos los humanos, los habitantes de este planeta, quienes nos hemos empeñado en guardar silencio y alimentar odios. Somos también los encargados de visibilizar el dolor y la discriminación para que no ocurra, para no ser cómplices.

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