Vicios privados, virtudes publicas

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El gran sociólogo judío Erving Goffman se dio cuenta de que cuando nos encontramos con un extraño por primera vez, la tendencia a juzgarlo por las apariencias es tan irresistible como ineficaz. Un incidente, que nos puede suceder a cualquier ciudadano del mundo azotado por el Covid-19, es encontrarnos en un estúpido control, con una pareja anodinos policías que nos interroga sobre el cumplimiento de las restricciones impuestas para el control de la pandemia. Podría ocurrir, que uno de los dos policías, al solicitarnos verbalmente nuestra documentación, mostrara evidentemente que era, tartamudo, dado que es un defecto muy visible (o audible).  Y, sin embargo, el otro anodino policía, que nos preguntaba por el origen y destino de nuestro trayecto, aunque podría ser un pederasta, al no exhibir identificaciones externas de ello, lo percibimos, equivocadamente, como un anodino policía más. Pasados unos días, es muy probable que recordemos al policía tartamudo y olvidemos al policía anodino, dado que nuestra percepción, que funciona para resolver los problemas que teníamos cuando éramos cazadores en la sabana, está programada para recordar lo muy visible y olvidarse de lo anodino.

Para un ciudadano común, el hecho anecdótico es haber sufrido un control policial estúpido con dos policías. Sin embargo, para un ciudadano sociólogo, hemos pasado un control policial con tres policías. El primer policía es el tartamudo, que es el que visiblemente tiene un defecto, que lo convierte en un DESACREDITADO (vale menos, socialmente, que un policía no tartamudo). El segundo policía es, a falta de defectos visibles, el NORMAL, el que és tal como esperábamos que fuera un policía anodino, y que coincide con el estereotipo que vemos en televisión y tenemos almacenado en nuestra memoria. Pero hubo un tercer policía, oculto a nuestra percepción bajo el uniforme, el pederasta policía. Como ciudadanos comunes, sólo nos daremos cuenta de nuestra falta de perspicacia, si en los próximos boletines de noticias aparece la fotografía de nuestro segundo policía, atrapado en alguna de las periódicas redadas que sufren los pederastas. Para un ciudadano sociólogo, el segundo policía, el que nos interrogó, no es un policía NORMAL, es un DESACREDITABLE, porque tiene un defecto oculto, que amenaza su identidad social. Cualquier sociólogo es capaz de descubrir dentro de un grupo de personas, aparentemente monolítico, tres subconjuntos universales; los NORMALES, los DESACREDITABLES y los DESACREDITADOS.

Desde el año 2017 el movimiento Me Too, ha realizado (sin proponérselo) excelentes trabajos de sociología de campo, uno de los mejores con el tenor, Plácido Domingo. El sujeto en cuestión, hasta 2017, y tras más de 4.000 actuaciones artísticas, era considerado un ciudadano NORMAL, digno de haber recibido el premio Príncipe de Asturias de las Artes en 1991 en España, y digno de ser contratado por respetables instituciones como la Ópera de San Francisco, o instituciones con un pasado nazi como el Festival de Bayreuth. La vida del tenor, como la de cada uno de nosotros, se desarrollaba a través de diferentes interacciones sociales, con diferentes individuos, en variados contextos privados y profesionales.  Para algunas pocas personas que interactuaron con Plácido Domingo, éste dejó de ser el individuo NORMAL que conocieron en el primer encuentro, para convertirse, en función de una nueva información adquirida, de primera mano, en un individuo DESACREDITABLE, alguien que tiene algo que ocultar de su identidad al público en general.  En 2019 once mujeres encabezadas por la cantante Angela Turner Wilson  lograron que la agencia Associated Press, publicara los testimonios de algunas de sus interacciones con el famoso tenor, que desvelaban su identidad oculta, la de un repugnante acosador. A partir de entonces Plácido Domingo se convirtió en un individuo DESACREDITADO, tanto para respetables instituciones como para el público en general.


¿Qué diferencia hay entre la vida de Placido Domingo como NORMAL y como DESACREDITADO? La misma que hay entre ir vestido o desnudo, cuando vamos de compras al supermercado. Supone que, al encontrarse con cualquiera de nosotros, nuestras miradas se clavaran impúdicamente en su persona, mientras él se enfrenta a la zozobra, de si será rechazado (la mayoría) o si será perdonado (Teresa Berganza y Alí Jamenei).  Para nosotros, los NORMALES, el ejemplo de Plácido Domingo nos ayuda a superar la complejidad del mundo cotidiano y a reforzar los controles sociales interiorizados que son fundamentales para la estabilidad del mundo en que vivimos. Para el policía pederasta, sin embargo, la caída en desgracia de Plácido Domingo o Harvey Weinstein, le avisa de que el problema esencial de su vida es el manejo y control de la peligrosa información, que unos pocos amigos tienen de él.

El odio es una emoción social que ha sido adaptativa desde la Edad de Piedra, hasta nuestros días, facilitando la cohesión de los grupos humanos. Odiar puede ser razonable para muchas mujeres, para focalizar los esfuerzos de organizaciones como Me Too, dirigidos a combatir a individuos como Plácido Domingo o Harvey Weinstein, que amenazan la existencia de las mujeres y se oponen a su bienestar e igualdad.  El odio es racional en la medida en que nos ayuda a establecer la distinción entre lo normal y lo anormal, y entre lo propio y lo ajeno.  Pero el odio es una emoción social tosca ubicada en un cerebro diseñado para resolver problemas de la Edad de Piedra, y que no distingue más que entre individuos biológicos. En general, las emociones sociales de los seres humanos actuales, al ser las de nuestros antepasados cazadores recolectores, todavía no son capaces de reconocer que un individuo biológico es un consorcio de identidades diversas. Al cobijar varias identidades en un mismo cuerpo, se puede ser un magnifico tenor y un repugnante acosador. Los seres humanos, en el estado actual de nuestro desarrollo evolutivo, no tenemos mecanismos cerebrales lo suficientemente sofisticados, como para dar un trato diferenciado al magnifico tenor y al repugnante acosador, cuando conviven en un mismo individuo biológico.

En biología existe el término PLEIOTROPIA que es un fenómeno por el cual un solo gen es responsable de efectos fenotípicos o caracteres distintos y no relacionados; por ejemplo, los ratones albinos tienden a ser sensibles y de ojos rosados. Como sociólogos no podemos dejar de preguntarnos si, igual que ocurre en los genes (nuestros dueños) sucederá que las diversas identidades que cobija un individuo tendrán algún tipo de correlación. Por ejemplo ¿es factible la hipótesis de que cuando un tenor, es también un repugnante acosador, sea como media aritmética, mejor tenor, que un tenor normal? ¿Pudiera ser que la disonancia que produce tener una identidad oculta haga a los DESACREDITABLES, mas virtuosos en alguna de sus otras identidades? Una ley general del mínimo esfuerzo rige en la actividad, tanto cognitiva como física del individuo humano. Los humanos somos avaros cognitivos y la norma de nuestro comportamiento vital es obtener con el mínimo esfuerzo el máximo resultado, así que cualquier individuo innovador, creativo o virtuoso, es una rareza cuyo origen es sospechoso.

Nadie ha explicado de donde procede la creatividad humana, y tampoco nadie ha explicado el asombroso fenómeno del ALTRUISMO CULTURAL, por el cual, con el sobreesfuerzo de unos pocos creativos, innovadores y virtuosos, 7.000 millones de seres humanos absentistas disfrutamos de una civilización de la Guerra de las Galaxias y una tecnología que parece de Dioses. Surgimos de las complejas interrelaciones entre los genes y el entorno y nos convertimos en individuos que albergan un consorcio de identidades, algunas veces, disonantes entre sí. Como señala el biólogo Robert Sapolsky, vivimos en un cuerpo y pensamos con un cerebro que fueron diseñados para resolver problemas que casi nadie tiene en la actualidad. A lo largo del noventa por ciento de la existencia de la especie humana, hemos vivido como cazadores recolectores en pequeñas bandas de nómadas. Los pueblos primitivos actuales, igual que los cazadores recolectores de la antigüedad, están atenazados por el sentimiento de envidia de todos contra todos, y del igualitarismo atroz en el que viven. El sentimiento de que cualquier mejora individual, es a costa, de un perjuicio individual. Para progresar, nuestros antepasados, tuvieron que sobreponerse a la envidia de todos contra todos y ocultar el éxito individual, este es el origen del grupo social de los DESACREDITABLES, que cobijó a todas aquellas identidades que han necesitado históricamente camuflarse de la vista de la mayoría, un grupo del que salió Erving Goffman en sentido inverso a Plácido Domingo, en una trayectoria que solemos conocer como progreso social.

Acerca de Fernando Álvarez-Baron

Nacido en Salamanca, España el 11/09/1959. Sociólogo por la Universidad Complutense de Madrid. Estudioso de la microsociología y del impacto la neurociencia en la teoría de interaccionismo social. Actualmente realizando una tesis sobre minorías creativas en el mundo. Ex funcionario del Estado Español en Auditoria Publica. Ex director comercial de Bankia Fondos de Inversión. Articulista en prensa escrita española.

10 comentarios en «Vicios privados, virtudes publicas»
  1. En mayor o menor medida es nuestra naturaleza humana. Todos tenemos raspones solo que algunos son visibles y otros se llevan ocultos…. pero siempre existen, únicamente difieren en tamaño y en naturaleza. Para juzgar Dios. Es un placer leer tu mensaje pues es sabia tu manera de contemplar los hechos. Magnifico!

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  2. Muy buen artículo Fernando, a la altura de los buenos pensadores , es tan bueno que hay que leerlo varias veces para entrar a fondo en todo lo que lleva. Es casi una tesina para debatir entre amigos. Felicidades por el trabajo!!!

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  3. Usted, Fernando Álvarez-Baron, escribe y razona muy bien pero en este caso está equivocado con respecto a los hechos. Plácido Domingo no solo es un ciudadano normal sino también una persona excepcional contra quien se ha perpetrado una gran injusticia.

    No fueron las acusadoras que lograron que la agencia AP publicara los testimonios contra el tenor sino las líderes del movimiento ‘metoo’ (Anne Midgette, Jecelyn Gecker et al) quien pasaron más de dos años tratando de encontrar mujeres quien con la promesa de permanecer en el anonimato dirían algo negativo contra él para beneficiar su causa. Las acusaciones nunca han sido corroboradas pero la imagen de Plácido resultó dañada.

    Las redes sociales y los titulares engañosos difundieron información falsa, la mayor de las cuales fue su “confesión y admisión de culpa”, algo que nunca sucedió. Plácido, siendo siempre un caballero, tomó responsabilidad por si acaso hubiera inadvertidamente ofendido a alguna pero siempre negó y nunca confesó a lo que las mujeres se quejaron.

    Usted también, sin comprender todos los hechos, escribiendo como lo hizo ahora es un participante en esta injusticia contra un hombre que nunca ha ofendido a nadie, especialmente a ninguna mujer. Èl es un hombre en todo sentido de la palabra, y como tal ha flirteado pero eso es natural – así Dios los ha programado a ustedes los hombres. No es falta de Plácido si algunas desilusionadas mujeres después de muchos años, no recuerdan bien lo que pasó y se dejaron ser influenciadas por las líderes del ‘metoo’.

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  4. Que la tendencia a juzgar a una persona por las apariencias, como dice Goffman, sea un lugar común es indiscutible.

    Lo que es muy cuestionable, incluso grave, es la distorsión que hace el señor Álvarez-Barón de la imagen de Plácido Domingo y esto demuestra que él mismo cae en el error del “ciudadano común”.

    De hecho, permite comparaciones y ofensas, demostrando que desconoce por completo los hechos concernientes al Sr. Domingo.

    Por lo tanto, le informamos que el señor Domingo nunca ha sido denunciado de delito alguno, y nunca ha sido juzgado ni condenado por ningún tribunal civil o penal en ningún país del mundo.

    En su disquisición, Álvarez-Barón no solo pone a Domingo al mismo nivel que Harvey Weinstein, sino que traza un paralelo con el policía pederasta, escondido detrás del uniforme de la persona respetable, creando la más execrable de las imágenes.

    Él define al Sr. Domingo “individuo DESACREDITABLE, alguien que está ocultando algo de su identidad al público en general” con “identidad oculta” “de un repugnante acosador”, concluyendo que por esta razón “se convirtió en un individuo DESACREDITADO, tanto para respetables instituciones como para el público en general.”

    Y reiteran sus conjeturas, remarcándolas con mucha fuerza y varias veces: “Al cobijar varias identidades en un mismo cuerpo, se puede ser un magnifico tenor y un repugnante acosador. Los seres humanos, en el estado actual de nuestro desarrollo evolutivo, no tenemos mecanismos cerebrales lo suficientemente sofisticados, como para dar un trato diferenciado al magnifico tenor y al repugnante acosador, cuando conviven en un mismo individuo biológico.”

    Y más adelante: “Por ejemplo ¿es factible la hipótesis de que cuando un tenor, es también un repugnante acosador, sea como media aritmética, mejor tenor, que un tenor normal?”

    Llegando a la conclusión de que: “Para progresar, nuestros antepasados, tuvieron que sobreponerse a la envidia de todos contra todos y ocultar el éxito individual, este es el origen del grupo social de los DESACREDITABLES, que cobijó a todas aquellas identidades que han necesitado históricamente camuflarse de la vista de la mayoría, un grupo del que salió Erving Goffman en sentido inverso a Plácido Domingo, en una trayectoria que solemos conocer como progreso social.”

    La intención exclusivamente difamatoria del artículo contra el señor Domingo surge claramente de la muy estrecha yuxtaposición de nombres (“Domingo” – “Weinstein” – “pederasta”). Y a esto se suma un aplauso al odio e incluso la incitación a la violencia contra el señor Domingo, caracterizado como un hombre falso capaz de acciones deplorables y por tanto merecedor del odio social.

    Tales palabras son extremadamente peligrosas, de hecho, pueden afectar la vida misma de un hombre mediante declaraciones seriamente dañinas y, sobre todo, totalmente infundadas.

    Quizás el Sr. Álvarez-Barón cree que es legítimo alterar la realidad porque conviene utilizar la imagen de un “tenor”, ya que Goffman explica sus teorías utilizando metáforas tomadas del mundo del teatro.

    Yo no se nada de sociología, pero a las tres categorías mencionadas por el señor Álvarez-Barón (NORMALES, DESACREDITABLES Y DESACREDITADOS) hay que sumar la cuarta, a la que el Sr.Alvarez mismo pertenece: la categoría de DESACREDITADORES… es a decir DIFAMADORES. Y esa categoría, por lo que me concierne, es punible legalmente.

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  5. Querido lector

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    Recuerda que esta regla solo se aplica a ti, porque quien escribe este artículo puede escribir lo que quiera.

    Es realmente una pena pensar que un diario se permite difamar en esta manera a un hombre

    ¡Que vergüenza!

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  6. ¿repugnante y acosador a Plácido Domingo????????????????????????????????????????????
    ¡VERGÜENZA! álvarez baron ¡tus palabras son MENTIRAS… son vómito! eres un calumniador

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  7. Me ha encantado el artículo. No por ser un buen cantante, actor o lo que se sea, eres una buena persona. Y las acusaciones de tantas mujeres, parece que no le importan a tanto defensor de cantante, bueno como cantante pero impresentable como compañero de profesión. ¿Cómo se habrá portado con sus empleadas de hogar, con …? Y esto era lo menos importante del artículo, que insisto BUENÍSIMO

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    • ¿Y tu puedes decir que Domingo es o no una buena persona? ¿Tienes material para juzgarlo? ¿O tal vez lees la prensa y sobre lo que hacen aparecer como verdad haces tus juicios?
      ¡Mira! A mi de opera no me importa nada y no se si el canta bien o mal y tampoco me importa.
      Estaba buscando material sobre Goffman y me parece muy injusta la explotación de su teoría
      que leo aqui

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  8. Gracias a la red tenemos la posibilidad de relatar lo que vemos, lo que sucede frente a nuestros ojos, de compartir testimonios.
    Pero ya se han vuelto evidentes para todos también los riesgos de una comunicación social carente de controles. Hemos descubierto, ya desde hace tiempo, cómo las noticias y las imágenes son fáciles de manipular, por miles de motivos, a veces sólo por un banal narcisismo. Esta conciencia crítica empuja no a demonizar el instrumento, sino a una mayor capacidad de discernimiento y a un sentido de la responsabilidad más maduro, tanto cuando se difunden, como cuando se reciben los contenidos. Todos somos responsables de la comunicación que hacemos, de las informaciones que damos, del control que juntos podemos ejercer sobre las noticias falsas, desenmascarándolas. Todos estamos llamados a ser testigos de la verdad: a ir, ver y compartir.

    Esto dijo el Papa Francisco la semana pasada hablando con los periodistas

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