En lo que va del 2020, hemos visto que cada fenómeno que ha ido surgiendo es ajustado a una narrativa antisemita, la cual, en muchos casos, adapta los viejos prejuicios y estereotipos originados en el oscurantismo de la Edad Media a la actualidad. Tales absurdas teorías conspirativas se suscitan alrededor del mundo y recrean arcaicas acusaciones contra los judíos que, hace siglos los convirtieron en objetivos de persecuciones y matanzas.
La crisis mundial a raíz del coronavirus, las cuarentenas y, por lo tanto, la paralización de la economía, trajo una de las consecuencias sociales más antigua y enfermiza: una serie de infundios que culpan a los judíos y/o al Estado de Israel de haber creado y propagado la pandemia. Con claridad se distingue la aplicación en el presente de los libelos medievales, en los que se culpaba a los judíos de transmitir pestes y envenenar los pozos.
Otro hecho aprovechado para promover campañas antisemitas fue el asesinato del afroamericano George Floyd. Ello despertó manifestaciones, pero muchas fueron secuestradas con fines perversos: combatir el racismo con antisemitismo. De este modo, en las protestas se vandalizaron propiedades privadas y comunitarias judías. También se equiparó dicho crimen con un ficticio trato a los palestinos, quienes pretendieron apropiarse de la desventura. Cabe destacar que este evento fue despreciablemente abusado por grupos adscritos al antisemita BDS (boicot, desinversión y sanciones) y por Black Lives Matter.
La enorme explosión en el puerto de Beirut que destruyó una buena parte de la ciudad fue, en un primer momento, interesadamente atribuida a Israel. Sin embargo, este asunto evidencia el accionar de Hezbollah, aunado a la negligencia de las autoridades. Los mismos ciudadanos libaneses se encargaron de señalar a los reales responsables.
Estos temas han sido usufructuados por los radicales de cualquier signo: extrema derecha, ultraizquierda e islam fundamentalista.
La percepción es que, en una etapa de fuerte crecimiento del antisemitismo, en estos meses del 2020, el incremento es aún superior; es decir, una intensificación mayor dentro de un ciclo de progresión; por lo pronto esta aseveración es intuitiva, pero, probablemente pronto, los diferentes estudios estadísticos lo confirmarán.
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