Soy judío colombo-mexicano… ¿y qué?

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A César Miguel Rondón: ciudadano del mundo.

Antes que nada aclaro que no soy sionista –con la connotación de sinónimo de “imperialista” que algunos le dan– porque repudio la política excluyente de la derecha israelí en Gaza y en la Franja Occidental; tanto, como el asco que me produce toda manifestación musulmana que auspicie la desaparición del Estado de Israel. Ambas políticas me parecen inhumanas y absurdas. Considerando, sin dudas, que habrá justicia cuando los palestinos tengan su Estado soberano.

Simpatizo, sí, con todas las minorías que han sido condenadas por su nacionalidad, piel o religión en todas las épocas: sean judíos, palestinos, musulmanes, cristianos, negros, amarillos, colombianos o mexicanos. Los judíos han sido el género humano más perseguido de la historia y eso me hace ser solidario con todo un pueblo que ha dado tanto a la humanidad y que ha participado más de una vez en su transformación.


No recuerdo ahora donde leí sobre el impresionante aporte de cinco judíos a la humanidad, de esta escalonada manera: primero, cuando Moisés dijo: “La ley es todo”. Segundo, cuando Jesús dijo: “El amor es todo”. Tercero, cuando Marx dijo: “El capital es todo”. Cuarto, cuando Freud dijo: “El sexo es todo”. Y en quinto lugar vino Einstein y acabó con todo cuando dijo: “Todo es relativo”.

Emile Román, citado por Antonio Muñoz Molina en Serafat, decía: “Yo no soy judío por la fe de mis antepasados, que mis padres nunca practicaron, y que cuando era joven a mí podía importarme tanto como a usted la creencia de sus abuelos en los milagros de los santos católicos. A mí me hizo judío el antisemitismo”, pues bien, parodiando a Emile Román –después de que oí a Hugo Chávez decir textualmente: “Condeno desde el fondo de mi alma y de mis viseras al Estado de Israel. Maldito seas Estado de Israel” y como este gobierno parece seguir creyendo en esa abyecta exclamación, siguiendo las primitivas tesis del antisemita argentino Norberto Ceresole– les digo, entonces, que asumo ser judío por estar en contra de su antisemitismo.

Así mismo me proclamo colombiano, después de ver las agresiones que ocurrieron en Venezuela contra humildes proletarios, por su única condición de haber nacido en un pedazo de tierra que divide la nuestra por una línea absurda; ergo, asumo también ser colombiano como respuesta al anticolombianismo.

Como si no fuera suficiente tanta estulticia reaccionaria, ahora leo el infeliz y oprobioso aviso oficial de Conatel contra César Miguel Rondón, que pretende descalificarlo con la “acusación” de ser mexicano-venezolano, lo que obviamente despide un fuerte olor a jungla xenófoba. En consecuencia, me declaro judío, colombiano y mexicano, todo a la vez… ¿y qué?

Ah, pero debemos decirte, César Miguel, quienes militamos en AD, partido por cuyas luchas tus padres tuvieron que emigrar y exiliarse en México, que estamos contigo y con los mexicanos, también con los colombianos, con los judíos, con los palestinos, con los musulmanes, con todos los seres humanos no importa donde hayan nacido y nos declaramos furiosos enemigos de cuanto troglodita, como el imbécil de Donald Trump, se proclame discriminador de otros pueblos.

Señores del alto gobierno, ¿será que ustedes esconden para después de las elecciones, esas que los tienen locos, algún “Magen David” para colocársela en el pecho a los judíos, a los colombianos o a los mexicanos? Empiecen con los adecos, ¿habrá alguien más venezolano que un adeco? Nosotros sí somos criollos pero, como la gran mayoría de nuestros compatriotas, no discriminamos, ni diferenciamos a nuestro pueblo de ningún ciudadano del mundo… solo de los tiranos de derecha o de izquierda, de cualquier parte de este mismo planeta enloquecido… por los ultranacionalismos y la xenofobia que ustedes, en mala hora, parece que decidieron asumir.

Les queda muy poco tiempo para rectificar, pero… ¡háganlo!

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