Hoy hace 44 años, el 6 de octubre 1973, los ejércitos egipcios y sirios atacaron Israel y si bien muchos la esperaban por ciertos preparativos que habían apreciado, el gobierno y el ejército fueron tomados por sorpresa en lo que se convirtió en la última guerra por la existencia del Estado.
No es una crónica de la guerra, solo algún recuerdo personal, de los muchos recuerdos, de esa época.
Habiendo llegado dos meses antes al país obviamente no fui incorporado al ejército y era de los pocos hombres jóvenes en el kibutz, los otros hombres ya eran mayores, abuelos en realidad. Una de nuestras tareas era enjaular los pollos para enviar a Tel Aviv, pues la población civil, niños, mujeres y ancianos debían seguir comiendo. Esta tarea se hacía casi a oscuras para no ser identificados por los aviones enemigos, en condiciones muy difíciles, en los cuales se desarrollaba mucha violencia al agarrar los pollos y meterlos por la fuerza en la jaula. Seguramente más de uno llego malherido, sino muerto al mercado. El recuerdo de esa violencia que salía de adentro me sirvió muchos años después, cuando ya soldado en los territorios ocupados me cuidaba mucho de no desarrollarla persiguiendo a los niños y jóvenes palestinos.
La mayoría de los conductores de camiones también estaban en el ejército, así los pocos que quedaron para atender a la retaguardia civil dejaban el camión frente a un gallinero y se iban a llevar otro camión a otro gallinero o huerta o fabrica. En una de esas noches terminamos con un gallinero y ante la ausencia de choferes me atreví a conducir el camión cargado parcialmente con pollos al siguiente gallinero. No hubo problemas. Un señor mayor, miembro del kibutz me preguntó si tengo registro, le digo que no y que jamás manejé camión, aunque siempre era mi sueño de niño y dijo que la próxima movida la hace él. Al hacerla él todo el cargamento se vino abajo. No pude decir que estuve feliz de tener que cargar nuevamente el camión junto a otros por supuesto, pero aprendí que a veces hay que dejar las cosas en manos de los dueños de iniciativas, aún no tengan certificados de competencia. Desde el año 1975 ya fui patrón, es decir jefe de personal subalterno y siempre recordé esta enseñanza.
La enseñanza más importante de aquella época es no confiar en el “confía en mí” o “estará bien”. Todos confiábamos que a pesar de detenerse el país en Yom Kipur, las fuerzas armadas siempre están atentas y prestas a cada peligro que aceche. Desde entonces, nunca jamás, he confiado en políticos, en empresarios y en vendedores, todos deben mentir para justificar su existencia.
Yossi May 6-10-2017
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