Arabia Saudí e Irán, unidos en la persecución de las minorías

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Tanto Arabia Saudí como Irán violan los derechos de las minorías étnicas y religiosas. Entre las poblaciones victimizadas por esas potencias archirrivales se encuentran los uigures amenazados con la deportación a China, donde corren el riesgo de ser encerrados en campos de reeducación en la problemática provincia noroccidental de Xinjiang; los rohingyas, que han sido objeto de limpieza étnica en Myanmar, y los bahaís y el resto de los seguidores de los credos perseguidos en Irán.

Las políticas desplegadas por los saudíes y los iraníes parecen más alineadas con las de aquellos líderes autoritarios y autocráticos que vinculan su legitimidad al civilizacionismo, que enfatiza la supremacía de una civilización a expensas de las demás, que en los principios del humanitarismo.

La deportación saudí de uigures atrapados en tierra de nadie porque China, en el marco de su brutal campaña contra los musulmanes túrquicos de Xinjiang, no les extendió la validez de sus pasaportes, arroja sombras sobre la reciente visita a Auschwitz de Muhamad Isa, la primera cursada a tal lugar por un miembro de la élite clerical del Reino.


La visita de Isa se efectuó para proyectar la imagen de que, bajo el gobierno del príncipe heredero Mohamed ben Salman –que ha defendido la represión china contra los musulmanes de Xinjiang–, el Reino es un país tolerante que ha roto con características intolerantes del islam ultraconservador no sólo en lo relacionado en la discriminación contra las mujeres sino en la actitud ante otras fes y grupos minoritarios.

Isa preside la Liga Mundial Musulmana, que durante décadas ha sido uno de los vehículos saudíes para la promoción y financiación de un islam suní ultraconservador.

El mundo debe asegurarse de que “esta clase de crímenes horribles” no vuelvan a suceder jamás, dijo Isa en Auschwitz, haciéndose eco de las palabras de numerosos supervivientes que insisten en que el ‘nunca más’ es un principio aplicable a todas las minorías perseguidas, no sólo a los judíos.

Puede que las palabras de Isa fueran sinceras. Según una crónica de la visita, “su cara expresaba conmoción y tristeza cuando miraba las latas usadas de Zyklon-B, el gas empleado para asfixiar a las víctimas, así como las montañas de gafas, zapatos, mantos rituales y cabello humano (…) de los prisioneros”.

“Por desgracia, la humanidad sigue padeciendo esta clase de crímenes a gran escala, de unos seres humanos contra otros. Creo que la comunidad internacional tiene una gran responsabilidad, ha de hacer algo para asegurarse de que nada de esto vuelva a suceder jamás. Nuestro mundo no alcanzará la paz si no mostramos una poderosa voluntad común de combatir el mal”, proclamó Isa en Auschwitz.

Pero combatir el mal significa llegar a acuerdos en pro de los uigures a los que China ha dejado sin documentación válida. De lo contrario, se les expondrá al riesgo de un encarcelamiento indefinido.

También significa mostrar una actitud compasiva hacia los cerca de 250.000 rohinyás que han buscado refugio en el Reino huyendo de la persecución étnica y religiosa en Myanmar, donde se les niegan los derechos más elementales.

Los rohinyás empezaron a emigrar a Arabia Saudí en los años 50 del siglo pasado, y el rey Faisal les concedió la residencia en 1973, permitiéndoles así vivir, trabajar y viajar dentro del reino y al extranjero. Sin embargo, en los últimos años miles de ellos han sido expulsados como inmigrantes ilegales por haber ingresado al Reino con documentación falsa, los únicos papeles disponibles para ellos luego de que el príncipe Mohamed se volcara en reducir la dependencia de la mano de obra extranjera e incrementar las oportunidades de empleo de los saudíes.

Por su parte, Irán instituyó recientemente que sólo se entregue cédulas nacionales de identidad a los fieles de las tres confesiones minoritarias reconocidas por la Constitución del país: el cristianismo, el judaísmo y el zoroastrismo. Se ha eliminado la categoría de ‘Otros’ en los formularios de solicitud de la cédula, que se necesita para tener acceso a los servicios públicos y bancarios, así como para realizar numerosas transacciones.

La nueva norma pone en la mira a los bahaís, miembros de una secta considerada herética por el islam hegemónico, y a los fieles de otras confesiones no reconocidas, que se ven forzados a mentir para obtener la documentación.

Los líderes bahaís son encarcelados, y a quienes profesan abiertamente la fe bahaí se les niegan con frecuencia la educación universitaria y las oportunidades de empleo. Asimismo, miembros de la comunidad han visto cómo se les clausuraban los negocios y se les confiscaban las tierras.

© Versión original completa (en inglés): BESA Center

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