En los últimos días se plantea y se repite esta pregunta. Netanyahu adopta diversas modalidades – media palabra, un suspiro, alguna tímida sonrisa – para no emitir respuesta clara alguna.
Creo que su actitud emana de dos consideraciones. Una de ellas implica sentimientos de gratitud por el firme apoyo que Trump le ha concedido en el curso de los últimos cuatro años, en franco contraste con el periodo presidencial de Obama. Para Bibi un franco reconocimiento a Biden implica ingratitud. La afinidad personal y política entre ambos fue y es importante, y anticipa que en cualquier caso el ascendiente de Trump en el juego político norteamericano no se contraerá en los próximos años.
Y tal vez una segunda razón justifica su silencio. Trump es el patrón inapelable en la Casa Blanca hasta mediados de enero. Hasta ese momento cuenta con plena autoridad para asumir importantes decisiones susceptibles de trastornar el orden regional y mundial. Aludo en particular a Irán, país que en poco tiempo puede convertirse en una potencia nuclear. Un hecho que cambiará sustancialmente las reglas del juego en el Medio Oriente. Obviamente, Israel y Arabia Saudita – países que fueron sostenidos económica y militarmente por Trump – no aceptarán este viraje, y para frenarlo necesitarán su resuelto apoyo.
Crece en los últimos días la posibilidad de este escenario. De momento los asesores del presidente norteamericano no se inclinan a respaldar acción alguna con este rumbo. Sin embargo, las circunstancias y los cálculos pueden cambiar con rapidez considerando el dolido ánimo de Trump y los frágiles balances en el Medio Oriente.
Consideraciones que en estos días no abandonan a Bibi.
Hay temas sobre los cuales no conviene “abrir la boca”…tambien si llegamos a los 82 años e incluso si no tenemos otro tema del cual escribir.